Alfonso Mata

1. EL ESCENARIO NACIONAL

Revisando la información digital reciente de los organismos internacionales, uno encuentra con que centran su preocupación sobre Guatemala en cinco temas: justicia, pobreza, educación y producción y sorprende que al mismo tiempo que hablan de nuestro retraso en esos temas, a la vez señalan su mejora y nos muestran que gracias a un manejo prudente, tenemos un desempeño económico nacional sino envidiable, si bueno en tasa de crecimiento. Entonces uno se pregunta ¿por qué estamos tan mal en los indicadores sociales? Acá la respuesta de las agencias no es clara ni tampoco plantea con seriedad el origen y el problema que el desarrollo social tiene, ni hacen señalamiento alguno del papel de la política nacional, en el atraso de los temas que les preocupa o sobre un mal ejercicio político, que provoca los niveles de desigualdad e inequidad que señalan sus investigaciones. Somos pues, un ejemplo viviente dentro del concierto de naciones, de un crecimiento económico que tiene lugar con empobrecimiento social, ¿cómo se llama a eso? Antes era explotación, pero eso suena a ideología marxista. Entonces ¿cómo le podemos llamar? Cultura, tradición, injusticia.

Si el país quiere mejorar la situación de la población en esos temas, su esfuerzo en recuperación económica, no puede dejar al margen una recuperación social y esta principia por un análisis cuidadoso, honesto y firme de causas de desigualdad, cosa que todos hemos rehusado hacer con señalamientos sustantivos y adjetivos o nombres y apellidos. Hablamos de inversión pública como algo esencial pero no señalamos las causas y las responsabilidades que la limitan, ni señalamos por qué en Guatemala, unos cada día son más ricos y otros se enriquecen y por qué otros son cada vez más pobres o se empobrecen. Solo proporcionamos cifras no argumentos. En sí, las páginas digitales nacionales e internacionales y el hacer nacional, está lleno de programas y proyectos de “combate” contra las deficiente educación, salud, nutrición y producción rural y eso desde hace muchas décadas y por varias generaciones de guatemaltecos, sin que existan los resultados esperados y verdaderas soluciones que en caminen a mejorar condiciones de vida. ¿Por qué de esto?

Creo que una de las respuestas a ello es que el problema fundamental siempre se evade y esto tiene que ver con la apertura y profundidad de la brecha de accesos, oportunidades financieras, técnicas y sociales, que se da dentro de un marco histórico de una estructura social y política injusta, que permite y ha consolidado un ejercicio político enfocado no a solucionar sino en conceder privilegios. Entonces, las soluciones a los temas mencionados son paliativas: programas y proyectos alimentarios, de atención a enfermedades, de proyectos complementarios, enfocados en atender zonas y situaciones de “consecuencias o consecuenciales” y no sus “causas” relacionadas con aspectos educativos, económicos, agrícolas, ambientales y pareciera que ni en el plano nacional ni en el internacional, tenemos plena conciencia que el aparato estatal se ha derrumbado y que sus intervenciones y enfoques a lo que ayuda es a palear y no a resolver la situación y en consecuencia, solo se produce una mejoría limitada de las condiciones de vida.

El otro día, un funcionario internacional decía respecto a la denuncia:
– Esa es responsabilidad de la gente del país.
A lo que le señalábamos,
– Entonces no ayuden a sostener el sistema con sus ayudas paliativas.
Fin de la conversación.

– La comunidad internacional no pone los medios necesarios –se quejaba el otro día un funcionario en rueda de prensa y añadía – ¡eso sí! quieren y manipulan con ello el poder y a las gentes.
– ¿Las industrias y organismos nacionales hacen lo debido? señor ministro.
Fin del comentario.
– Falta dinero, el apoyo financiero para el desarrollo del país no llega lo suficiente –se quejan los diputados en los corredores del Congreso. Eso sí, aprueban el presupuesto militar que es mayor que toda la ayuda externa y la asignada al Ministerio de Salud.

Es claro que estamos ante un escenario nacional que falla desde la forma en que recolecta fondos para actuar, hasta en cómo los invierte y distribuye. Para iniciar entonces un cambio, si se quiere hablar de reconstrucción del país y de solución de su problemática, se tiene que hablar de un cambio de poder político y económico. Es en este sentido que debe plantearse la denuncia.

2. EL POR QUÉ DE LOS FALLOS DEL SISTEMA DE SALUD

Desde el desarrollo de los objetivos del milenio, pasando por Rio+20 y metas mundiales para 2025 y los Objetivos Del Desarrollo Sostenible (ODS), la preocupación por la atención a la salud ha mejorado gracias a que la eficacia de la ayuda y de los programas se ha perfeccionado.

Pero eso solo en algunos aspectos: reducción de la mortalidad, control de las enfermedades inmuno prevenibles de la infancia, control parcial del embarazo y atención curativa de ciertos padecimientos y ahí paramos; pero de eso a que la salud de las personas reflejada en la carga de enfermedades que padece y de sus consecuencias en calidad de vida y una maximización de programas de combate a sus causas se haya dado, hay todavía mucho camino que recorrer. Lo que podría ser una conclusión si se quiere sarcástica es que hemos prevenido la muerte a costa de la salud física, mental, emocional y a un aumento de las enfermedades crónicas, desatendiendo su control. Yo creo que ante esta situación, la búsqueda de nuevas direcciones e implementación de soluciones con inversiones públicas y privadas en este aspecto, es todavía un fracaso.

Qué sucedió en el lapso de estos primeros 18 años: se han incrementado los gastos en medicina curativa tanto pública como privada, cosa que es indicador [por cierto no usado por los organismos internacionales] que demuestra la ineficiencia de nuestro sistema, para disminuir la morbilidad o carga de enfermedades dentro de nuestra población; lo que pareciera fortalecer el lema “prevenir la muerte y no combatir la enfermedad”.

Resulta pues evidente que para lograr lo propuesto en las declaraciones mundiales mencionadas, se necesita cambiar el comportamiento del sistema de salud, para que este vaya e incida sobre los verdaderos causantes de las enfermedades y adoptar otras estrategias menos verticales (la curación) en y a favor de más integrales, horizontales y multisectoriales: mejorar fuentes de trabajo, condiciones sanitarias ambientales, acceso a agua y servicios preventivos, fortalecer los programas sociales.

El desarrollo de la salud es una cosa compleja y sí algo ha sido de visión corta, es el querer asegurar –y en esto las agencias y organismos internacionales han sido miopes- un desarrollo mediante la mera inyección de técnicas, tecnologías y recursos, ignorando en ello, la crisis y carencia de voluntad política a la par de la “desresponsablización social” que tiene décadas de darse; dos elementos básicos, fundamentales y motores de impulso de la salud y esta situación dramática y preocupante, no solamente se plantea en el plano de la salud, sino también de la educación, la justicia y el mundo financiero, sobre los cuales los objetivos mundiales guardan silencio y que resultan esenciales para el logro de sus metas.

Cabe entonces preguntarse ¿son los objetivos mundiales los que deben guiar el actuar del sistema de salud? Creo que no. En nuestro caso es evidente que solo en parte, pues estos se centran solo en algunos aspectos y no en la totalidad de la problemática de salud nacional que marca nuestra epidemiología y que consume en alta proporción nuestros presupuestos estatales y privados del sistema de salud como son: los accidentes y traumatismos, salud mental, enfermedades crónicas en acelerado aumento y por otro lado, no debe tratarse de imponer un predominio de tiempo y acciones en la “curación” de la enfermedad, producto de un pensamiento político y social de que la enfermedad se reduce a los problemas físico de un individuo y olvidarse o dejarse en otro plano su control y erradicación efectiva. Basta con hacer un análisis de la distribución y evolución del gasto en salud en los últimos años, para darse cuenta que se olvida y deja en segundo plano dentro del enfoque de trabajo del sistema, la organización social, el deterioro ambiental, la atención causal de las enfermedades, problemas determinantes que no favorecen la salud. Las cuestiones de la distribución y recolección financiera y la implementación de políticas nacionales integrales e intersectoriales es esencial, pero con las relaciones desiguales de poder entre los diversos grupos de población, los enfoques marcados por una atención individual curativa y sujeta a intereses comerciales, no se puede pretender tener un impacto positivo en la salud de la población y llegar a las metas establecidas internacionalmente.

– Las consecuencias sociales y culturales de los ajustes estructurales impuestos internacionalmente, han afectado el hacer y desarrollo nacional y la forma en como actuamos. La pérdida de poder estatal, la descentralización apresurada, las políticas neoliberales en el sector privado y la búsqueda de la máxima eficiencia a través de una privatización mal controlada y planeada; como visión política, ha socavado los mecanismos de autorregulación de los sistemas de salud –expresaba hace más de dos décadas un ministro de salud.

– Por otro lado, una errática política laboral, mal entendida, mal montada y mal dirigida, dentro de la cual actualmente cada jugador y grupo desarrolla un comportamiento esencialmente individualista centrado en su supervivencia e intereses; dentro de la cual, el otro es visto como un competidor potencial o como presa, al que hay que darse prisa para despojar, es pan nuestro de cada día –decía con cierto cinismo en una entrevista, un salubrista.

¿Qué tenemos actualmente? un crecimiento anárquico del beneficio privado dentro de la salud, a veces informal, a veces ilegal; la desaparición del poder regulador del estado; la pérdida de la ética y la moralidad profesional (corrupción, malas prácticas…). Sobre esto, aunque se señala nacional e internacionalmente, en poco se ponen dineros y prácticas, en soluciones correctivas.

Es pues lícito pensar, que mientras no tomemos conciencia y acción de que el buen funcionamiento de un sistema complejo como el de salud, depende de la calidad el comportamiento y las interacciones de sus diferentes actores, estamos arando en el mar. Por lo tanto, es también urgente, reconstruir el enfoque, la ética, la moral y la autoestima de los diversos actores a la par del financiamiento, de lo contrario, el sistema de salud atiende pero no resuelve.

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