Grupa Mantua

Qué sabemos sobre su daño

En Guatemala, el año 2016 casi mil trescientas personas murieron por una infección gastrointestinal, la mayoría niños y el sistema de salud oficial atendió más de un millón de casos por algún tipo de infección intestinal (bacterias, parásitos) que de alguna manera les provocó incapacidad temporal y mal funcionamiento como sucede en los niños que al ser frecuente éstas pueden afectar su crecimiento y desarrollo. En el adulto es una causa de inasistencia e incapacidad laboral como consecuencia del dolor, la inflamación y la diarrea que puede producir.

Trastornos funcionales

Primero que nada, debemos saber que las infecciones de nuestro aparato digestivo, son producidas por microorganismos tan vivos como nosotros y segundo, muchas funciones que realiza nuestro cuerpo dependen de algunos de ellos a los que les llamamos nuestra flora intestinal buena. Los microorganismos patógenos por el contrario son aquellos que nos dañan y es la flora mala.

El intestino es un órgano de fundamental importancia para la defensa inmune de todo el organismo. La flora fisiológica beneficiosa que lo puebla, es un baluarte capaz de contrarrestar la invasión de patógenos (gracias a la liberación de sustancias antibióticas naturales) y para controlar la proliferación intestinal de una serie completa de microorganismos saprófitos (candida, Escherichiacoli, enterococci etc.) que, si escapan al «control» nuestro y que pueden causar problemas en otros distritos del cuerpo, como el aparato urogenital. Nuestro intestino entonces, es un ecosistema defensivo.

El intestino alberga además un tejido linfático (Placas de Peyer), organizado en centros germinales donde se producen e instalan nuestras células de defensa y control llamados linfocitos T y B y se encuentra disperso en la submucosa intestinal. La actividad del tejido linfático, también está regulada por la microflora presente.

Otro mecanismo de defensa intestinal se ejerce por la permeabilidad selectiva de la mucosa. Este tejido, está estructurado para poder absorber nutrientes y rechazar patógenos, toxinas y microorganismos en su lugar.

Bien debemos quitarnos entonces de la cabeza la idea, de que los antibióticos curan y hacen trabajar bien nuestro intestino, no, es mucho más lo que necesitamos para eso.

Los numerosos virus (rotavirus, adenovirus, etc.) y bacterias (salmonela, shigelle, campylobactyer, yersinia enterocolitica, etc.) que pueden atacar el intestino, generalmente provocan náuseas, vómitos y, con mayor frecuencia, diarrea. En general, los síntomas son de corta duración y se resuelven en 12-24 horas en personas sanas. En personas con mala salud o desnutridas, la infección dura mucho más y se repite con más frecuencia, dejando sin embargo al organismo fuertemente debilitado, debido a la pérdida masiva de líquidos y sales minerales y mala absorción de nutrientes que se produce y al daño ocasionado a los tejidos intestinales. Para replicar, los virus intestinales generalmente se valen de las células epiteliales que cubren la superficie de las vellosidades y las destruyen. Mientras las células dañadas no sean reemplazadas por nuevas células maduras, la capacidad de absorción de las vellosidades es momentáneamente deficiente, las heces permanecen líquidas y son expulsadas (diarrea) y no llegan nutrientes en cantidad necesaria al resto del cuerpo. Las células epiteliales dañadas liberan sustancias llamadas citoquinas que, al interactuar con el sistema inmune, desencadenan una serie de respuestas inflamatorias que aceleran la peristalsis intestinal para expulsar intrusos y flora normal con lo que ésta tan bien se pierde.

En lo que respecta a las infecciones bacterianas, las toxinas bacterianas contenidas en alimentos o bebidas contaminados (vehículos de contaminación frecuentes) no solo pueden reducir la capacidad de la mucosa intestinal para absorber agua, sino también estimular la secreción de agua y sales de la misma mucosa, causando grandes pérdidas de líquidos y sales minerales. De igual manera, el organismo pierde mucha de la flora normal y afecta las funciones normales del intestino relacionadas con absorción de nutrientes y otras funciones de funcionamiento de los intestinos y la defensa del cuerpo contra patógenos.

El sistema inmune tiene un papel fundamental en la prevención del establecimiento de la bacteria patógena cuando el cuerpo está inicialmente contaminado. Un sistema inmune equilibrado, será capaz de contrarrestar la bacteria antes de que llegue a la capa protectora de mucosa que recubre las paredes del estómago y mantener regulada la flora normal del intestino.

Muy importante entonces para el propósito de defensa del organismo, es la presencia en el intestino de una flora bacteriana beneficiosa balanceada, capaz, por un lado, de defender directamente el sistema digestivo (creando un ambiente hostil a los agresores), por otro, establecer esa colaboración inmune indispensable con el sistema linfático de las membranas mucosas, que estimula y hace que las capacidades defensivas generales del organismo sean eficientes.

La frecuencia con la que un individuo está sujeto a episodios de diarrea causados por virus y bacterias intestinales, es indicativa de un intestino en dificultad. Probablemente la microflora intestinal no está lo suficientemente organizada (disbiosis intestinal), la integridad de la mucosa es deficiente y el tejido linfático local se ve afectado por el desequilibrio general.

Tratamiento

Erróneamente recurrimos al uso, una combinación, de medicamentos que bloquean las descargas diarreicas y los antibióticos para prevenir la proliferación de patógenos intestinales. Pero eso mal, usado puede ser peligroso; la terapia de emergencia para bloquear la diarrea, no hace más que bloquear el fenómeno drásticamente al ralentizar el movimiento de los fluidos en el intestino, pero estos medicamentos no son más que paliativos y no sin efectos secundarios, ya sea tóxicos o estreñimiento, sepsis, colitis isquémica o coagulación intravascular diseminada.

Además, el uso / abuso de antibióticos, no es un enfoque resolutivo, ya que con frecuencia conduce a fenómenos de sensibilización y también es el origen del inicio de los problemas de resistencia bacteriana. Entonces estas dos terapias con medicamentos muchas veces no hacen más que agravar aún más las condiciones en las que se encuentra el intestino, exponiéndolo a más problemas. Por otro lado, lo absolutamente necesario, es proteger el cuerpo de la deshidratación, especialmente en niños y ancianos, y evitar infecciones intestinales adicionales.

De ahí la importancia de contar con alternativas más eficientes, la mejor de ellas el saneamiento ambiental, la higiene de los alimentos, el uso de agua potable, a fin de que los patógenos no entren a nuestro organismo.

Por consiguiente, evite automedicarse, puede provocar el empeoramiento de la situación. Consulte a su médico si el problema se prolonga, ya que el podrá adecuarle el tratamiento a sus síntomas, padecimientos y mal funcionamiento.

Ojo con las dietas

Primero las dietas de hoy, ricas en alimentos refinados y procesados, a los que se le añaden preservativos y que son también bajas en fibra para nutrir la microflora, no parecen las más indicadas para proteger nuestro sistema digestivo. A lo anterior se asociada que cada se ve más el uso/abuso de medicamentos (antibióticos, antidiarreicos, antiinflamatorios y otros más específicos) y la contaminación de metales pesados (cadmio, mercurio, etc.) que causan a largo plazo, la desorganización de la flora bacteriana intestinal normal y socava fuertemente la integridad de la mucosa y de los sistemas defensivos linfáticos e inmunológicos asociados a ella. En estas condiciones, el sistema digestivo falla en su capacidad de proteger el organismo y se vuelve fácilmente atacable por bacterias, hongos, parásitos y virus. Es en esto donde se encuentra el problema de las infecciones.

En resumen podemos decir que los hábitos alimentarios y la calidad de los alimentos que tomamos todos los días, además del abuso de drogas (especialmente antibióticos), se encuentran entre las principales causas de disbiosis intestinal, lo que resulta en el debilitamiento del sistema inmunológico y provoca la facilidad de caer enfermo.

No son ni bellas mujeres ni cosas codiciadas, simplemente se llama así a las infecciones gastrointestinales. En nuestro medio una persona normalmente padece unas tres por año sin consecuencias mayores, pero, en medios con saneamiento pobre y en niños menores de cinco años en malas condiciones nutricionales y de salud, muchas veces les provoca la muerte.

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