Alfonso Mata

El peligro real y presente de malos estados nutricionales y sus enfermedades, nos lo ilustra la emergencia y persistencia de la mala nutrición que padece la población y que no es cosa de casos aislados en aldeas, caseríos o barrios urbanos, sino de grandes proporciones en toda la geografía del país.

La persistencia de la situación durante décadas, nos demuestra que los modelos operacionales que hacen y pretenden hacer frente a esa situación y que involucran al gobierno, el sector privado y la academia, son limitados, mal enfocados y coordinados. Somos una población nutricionalmente enferma. A eso se suman las recientes disminuciones en el financiamiento estatal para estos esfuerzos, así como los cambios de los presupuestos multianuales, que dificultan aún más la capacidad de mantener capacidad para evitar que crezca el mal. Además, muchas reglamentaciones y políticas que se han venido desarrollando en respuesta a eventos pasados (por ejemplo, lo sucedido con los casos agudos que siguen llegando a los hospitales) no abordan las posibles y verdaderas necesidades detrás de ese mal o crean capacidades y asociaciones de manera poco eficiente con otros sectores, involucrados con el problema.

Sin embargo, mantener la inversión pública y privada en el desarrollo de contramedidas socio-alimentarias, casi todas paliativas, no ha resuelto nunca el problema endémico y epidémico de la mala nutrición y pensar en su erradicación o una atenuación a niveles mínimos, ha sido extremadamente desafiante e imposible de lograr. Lo que resulta es que el interés y el ímpetu, político y social, alcanzan su punto máximo durante una crisis y cuando los estudios muestran la gravedad del caso, cuando la situación disminuye entre eventos, de nuevo se produce poco interés en las amenazas del problema, hasta que una nueva crisis se describe.

El comunicado de medios de comunicación hablado y escrito que identifica casos, lo único que a lo largo de décadas ha provocado, es un medio despertar de los tomadores de decisiones que a la semana ignoran la advertencia y el problema y aunque por décadas, OMS, UNICEF y otros hayan declarado el problema como de mucha gravedad, lo que cada cierto tiempo provocan las denuncias, no ha sido suficiente para hacer cambiar y movilizar a gobiernos y sociedad.

Lo cierto es que no se ha podido iniciar una era para terminar con el flagelo. ¿Qué se hace entonces? Como en el pasado, el actual sistema estatal, reacciona de manera reactiva, lo que dificulta que se creen amplias capacidades, capaces de abordar un programa de reducción-erradicación. Lo que está detrás de ello, aunque útil parcialmente e inmoral, es que el abordaje de la mala nutrición, se hace como una oportunidad política, no una política de Estado. La capacidad de fabricación de propaganda política, usando la mala nutrición para apoyar campañas y personas, genera puntos de propaganda partidista, pero no un trabajo sistemático que pueda aprovecharse para desarrollar una mejor capacidad para predecir, prepararse y responder rápidamente a las amenazas emergentes de mala nutrición ni de mantener a un nivel operacional operativo, las estrategias actuales. Todo se hace con una visión de política partidista, lo demás es añadido.

Es importante a estas alturas, que se conoce el terrible daño biológico, social, económico que causa una mala nutrición, que gobierno, iniciativa privada y sociedad, tomen en serio y como emergencia, la situación actual actuando en varios aspectos.

1. Discutir la capacidad de la nación para montar el combate: de contramedidas sociales, financieras y de salud, para estados nutricionales por carencias o excesos, cuyas secuelas han significado millones de vidas perdidas y costos económicos de secuelas y complicaciones, que resultará imposible de seguir dentro de muy poco y a partir de ello, delinear las brechas de preparación e identificar actividades requeridas para mejorar las capacidades. Es necesario y en ello indispensable:

* Considerar los costos biológicos de secuelas y complicaciones versus prevención y promoción.
* Considerar el impacto al entorno fiscal actual y las expectativas razonables para mejorar.
* Examinar la sostenibilidad de las asociaciones público-privadas.

2. Examinar el papel de los estados nutricionales como amenazas al desarrollo nacional, lo que significa: Discutir las dimensiones éticas, económicas y globales de estas amenazas y las asociaciones público-privadas necesarias para establecer capacidades sólidas de su abordaje.

3. Discutir y comprender las decisiones del gobierno y del sector privado y las lecciones aprendidas de lo actuado. Evaluar estrategias potenciales, para la disponibilidad rápida de las intervenciones y examinar los modelos operacionales y financieros necesarios, para permitir el rápido desarrollo, la traducción y la respuesta posteriores a la situación, en términos de vías regulatorias, oportunidades y mercado, y la propuesta de valor, para los socios del sector privado.

4. Preparar el combate a la mala nutrición debería ser considerado un problema de emergencia nacional teniendo un enfoque de «todos en la preparación para los riesgos y daños» que permita atenuar el aparecimiento de casos, con un reconocimiento adecuado de la atención, más allá del sector de salud pública.

* De suma importancia, es la participación de economistas, representantes de finanzas y analistas de riesgo globales, para comprender mejor y transmitir los posibles daños colaterales y los impactos económicos, de la inacción o una estrategia mal enfocada.
* Aunque el sector privado es claramente una parte interesada y es un socio clave de la empresa, deben participar desde el principio, en lugar de en algún momento posterior, después de que se haya redactado una estrategia de respuesta.
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5. Retos prácticos para garantizar una cooperación activa. Desarrollar una estrategia requiere acceso, cooperación y responsabilidad. Se debe unir el uso compartido de actividades precisas desde la investigación, hasta la ejecución comunitaria. Agregar componentes de intercambio de información como incentivos, puede traer más cooperación a los diversos sectores involucrados.

Se debe discutir una gran variedad de enfoques, que podrían usarse para incentivar la participación por ejemplo, mecanismos clásicos y novedosos de push and pull de todo el sistema alimentario, para atraer y asegurar la inversión de la empresa, con enfoques que podrían proporcionar un retorno de la inversión o, al menos, ser neutrales en cuanto a costos.

6. Priorización transparente seguida de acción. Dado el gran número de amenazas potenciales de aumento y complicación de casos y presupuestos gubernamentales, industriales y filantrópicos limitados, claramente no es posible prepararse para todas las eventualidades. Desde hace mucho en sentimiento que priva cuando se han emprendido programas al respecto es que «estamos paralizados en la inacción, porque hay demasiadas amenazas y causas y no sabemos por dónde empezar, o estamos demasiado ocupados, lidiando con la amenaza del momento que es atender casos, como para abordar cualquier otra cosa». La discusión debe evitar seguir cayendo en eso, considerando no solo las consecuencias biológicas de los casos, sino también los contextos sociales o de comportamiento dentro de los cuales estos se dan y en sus consecuencias que suelen convertirse en crisis para las familias y estas para la sociedad. La transparencia del proceso y una clara señal de lo que es una prioridad, ayudaría a todos a tener cierto nivel de confianza para tomar medidas e invertir en el programa.

A la fecha, los mecanismos tradicionales de contratación del gobierno, se han descrito como engorrosos, laboriosos, y poco transparentes a menudo no adecuados para los programas sobre la inversión y distribución
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Debe terminarse con la gastada y tradicional forma de actuar de los políticos, de volver el problema nutricional una promesa de campaña. La mala nutrición no se puede liberar con vacunas y palabras sino con políticas públicas sociales y mejores que a su vez se implementen y reduzcan en riesgo de desarrollar casos

Por ejemplo, cuando el sector privado no está proporcionando las innovaciones socio-económicas que necesitamos, la respuesta tradicional es hacer que el gobierno trabaje. El gobierno debería activar mecanismos de financiamiento, que permita a los centros académicos compartir esa forma de pensar. Es un acercamiento con dos grandes ventajas. Primero, ya sea una universidad, institutos de investigación o asociaciones y fundaciones, podrían quemar neuronas en una estrategia que se desarrolle sobre el tema. En segundo lugar, los compradores de la estrategia, (el Estado) pagan sólo si la estrategia funciona, por lo que no están estancados financiando malas ideas. Parece difícil de resistir y además, es de bajo riesgo y alta recompensa.

Los problemas nutricionales se encuentran entre las principales causas de muerte y discapacidad en nuestro país y si vamos a actuar, deberíamos tener presente la lapidaria sentencia de Jeremy Farrar que nos ha regido por décadas nuestro actuar “Si nuestros esfuerzos disminuyen, si nuestro interés se disipa, o si creemos que ya está hecho,… eso volverá a perseguirnos”.

Las demandas de salud de nuestra población, cada vez se vuelven más complejas. Si sumamos por un lado, el movimiento en aumento de personas, bienes y servicios a través de las fronteras y dentro del país, con las inequidades sociales y económicas que llevan a una mala nutrición y a un acceso pobre a servicios de salud, y lo colocamos en medio de un escenario ambiental en diario deterioro, podemos formar el panorama que describe el vínculo entre las amenazas y las realidades de una muchedumbre lábil, en un país expuesto a carencias y excesos nutricionales y sus limitantes y complicaciones.

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