Mi experiencia con el síndrome de ovarios poliquístico (SOP) se puede comparar a una conversación entre sordos sostenida debajo del agua.  No importa cuánto grite, el mensaje no se entiende y es percibido como un montón de ruidos raros emitidos por una “histérica” (el adjetivo favorito de esta sociedad machista para describir a las mujeres).

Jamás nadie podría imaginarse a un médico diciéndole a un diabético: “Para curarse de la diabetes usted solo necesita producir insulina.  ¡Vamos! Usted puede.  Todo es cuestión de proponérselo. Todo está bien. Solo un poco de insulina de su páncreas y va a notar como mejoran todos sus síntomas. ¡Vamos! ¡Con ánimo!”. Sin embargo, esta conversación ridícula, es recurrente con las pacientes de SOP. “Lo que necesita es bajar de peso y ya! Porque por lo demás, todo está bien. Con un poco de peso, lo demás que la tiene molesta, va a mejorar”. El aumento de peso es un síntoma del ovario poliquístico. Pretender que el paciente a pura voluntad y determinación controle ese síntoma para superar la enfermedad, es absurdo. No hace sino aumentar la desesperación y desanimo que la paciente con SOP ya sufre, por lidiar diariamente con un cuerpo que cada vez desconoce más porque se deforma ante sus ojos cubriéndose de vello, acné, manchas, sobrepeso, ansiedad y depresión, entre otro montón de manifestaciones, por el simple hecho de respirar.

Nunca voy a olvidar esta conversación:

Médico: “Usted no está siguiendo la dieta que le mando la nutricionista!”

Yo: “Al pie de la letra”

 

Médico: “Ah sí pues! Y ¿entonces porque sigue subiendo?!Deje de tomar Coca y pan dulce chula! ¡Deje de asaltar la refri cuando todos están dormidos!”  (seguido de una carcajada para darle un tono juguetón al insulto).

Cada vez que veo a un acusado en un juicio jurar inocencia, me vuelvo a sentir en ese consultorio tratando de hacer entender a mi médico que yo no mentía.

En un momento de inspiración se me ocurrió hablarle a su ego:

“Yo no estoy mintiendo y me dijeron que usted es tan buen médico, que es el único que debiera poder determinar qué es lo que me pasa” (seguido del mismo tono juguetón y un no le creo). Tomó su pluma y escribió una tanda de exámenes y me los dio y ¡adiós!…

Después de varios exámenes y un índice que se calcula con los resultados de esos exámenes regrese con él y luego de verlos me dijo:

“Ahora SÍ LE CREO.  Usted tiene el índice más alto de resistencia a la insulina que jamás había visto.  Si usted comiera como yo pensaba, ya tendría Diabetes y pesaría 400 lb.” SÍ LE CREO. Al escuchar esas palabras parte de mí sanó, talvez no el SOP, pero fueron inmensamente sanadoras a mi espíritu y mi mente.

 

Igual que cualquier otra paciente con SOP, también pase y sigo pasando a mis casi 50 años, por la lucha con el acné, con las manchas, con el hirsutismo, con el sobrepeso, con la infertilidad, con la preclamsia, con el parto prematuro, con la depresión, con la falta de energía, con los problemas cardíacos, la sensibilidad al gluten, el insomnio, la ansiedad, la resistencia a la insulina y las migrañas.  También me sucedió que mi ginecólogo me juró que, al lograr embarazarme, el golpe hormonal tan fuerte de la gestación, regularía todo mi sistema y se acabarían mis molestias.  Se le olvidó mencionarme que las mujeres con SOP, somos tres veces más propensas a abortos espontáneos en el primer trimestre del embarazo.  Nunca mencionó: el riesgo de diabetes gestacional; que el riesgo de parto prematuro se duplica; que la incidencia de hipertensión gestacional se eleva; que la preeclampsia aparece más frecuente; que el niño al nacer puede tener bajo peso o macrosomía; incremento de cesáreas y complicaciones neonatales.  Logré quedar embarazada y cumplí con casi todos los elementos de la lista: preeclampsia, parto prematuro, cesárea, bajo peso al nacer, complicaciones neonatales y hasta la fecha, debo tomar medicamento para el corazón. Afortunadamente mi hijo ya adolescente; es sano, lindo, inteligente y crece lleno de ilusiones.

Igual que los dos testimonios que precedieron al mío, he sido bombardeada con anticonceptivos, hormonas y metformina. Pero cuando veo todo el proceso, lo que queda en mi corazón como una de las cosas más difíciles del SOP es que, hasta que no se presenta la inhabilidad de procrear ante el deseo de hacerlo, el resto de las manifestaciones, no preocupan a nadie más que a quien las padece.  Ni a los médicos, ni a nuestras parejas, ni a los amigos, ni a la familia.  Todos lo ven a uno con condescendencia y en un intento por ayudar dicen: ¡Vamos! Tu puedes. Para la gente y los médicos todo es cuestión de proponérselo, unas libritas menos y vas a ver cómo te vas a sentir de bien. ¡Yo creo en ti, vamos!!!!”  Y hay que sonreír y agradecer el “apoyo” porque si se grita, todos huyen de la histérica.

 

Hoy me siento mejor que nunca y mis resultados médicos están todos normales, pero lo que mis médicos no saben, es que trato mi SOP de forma natural.  Aprendí en cuentas de Instagram como @smartpcoschoices y @healthypcos_ entre otras, lo que los médicos y nutricionistas nunca me explicaron o nunca entendieron de mi padecimiento. En general las mujeres con este padecimiento somos fuertes: aguantamos el SOP y aguantamos la ignorancia y arrogancia de quienes se supone deben ayudarnos.

Estimado Lectora: En aras de proteger la integridad de la paciente, a sus médicos y personal tratante, se omiten nombres verdaderos en el presente artículo.

Artículo anteriorReserva petrolera de EE. UU. baja más de lo esperado
Artículo siguienteBiden se recupera del COVID-19, sale de aislamiento