Aplysia

Alfonso Mata
lahora@lahora.com.gt

Probar, confrontar y explicar, es una obligación de la ciencia. Para la sociedad, engañarse es el más peligroso de los engaños. Una solución a la problemática del comportamiento humano, necesita de explicaciones por la ciencia y nuevos paradigmas que permitan un enfoque político y social basado en la mejor evidencia.

Explicación biológica sobre emociones y sentimientos no se entienden ni se buscan bajo esos términos, pues siempre se han encajonado en cosas del corazón y el alma, restándole importancia a la ciencia y la razón. Pero los avances científicos, nos están abriendo nuevas claves sobre la participación de zonas cerebrales en el aparecimiento y permanencia de emociones y sentimientos y proveyéndonos de explicaciones sobre el papel de la evolución en ello, así que partiendo de los hallazgos nuevos exploramos este tema

EXISTE SEPARACIÓN ENTRE CUERPO Y MENTE

Esa idea, originalmente religiosa, luego filosófica, se debilita ante la nueva evidencia científica, destruyendo la vieja idea que cada cosa por su lado y encaminándonos a pesar de que emociones y sentimientos tienen apoyo biológico. Lo que aún está en discusión, son los mecanismos y los detalles en ello. Ya el filósofo Espinoza nos advertía “mente y el cuerpo deben tener una raíz común”. Es un tarea difícil aun hoy, admitir que nuestros sentimientos, fenómenos personales y privados, pueden tener una base material, como si reconocerlo los privara de toda dignidad y espiritualidad. Sin embargo, a medida que avanza la ciencia, cuanto más comprendemos cómo funcionan las redes neuronales del cerebro, más nos maravillamos de su complejidad y su dignidad.

Entonces ¿son las emociones y los sentimientos, resultado del curso de la evolución animal

Es muy posible que sí. ¿En qué podemos fundamentar eso? Para eso tenemos que hablar de los organismos más simples y primitivos ¿experimentan emociones?, si decimos que las emociones son reacciones naturales y automáticas de los animales, que los llevan directa o indirectamente a preservar sus cuerpos y asegurar su equilibrio interno, entonces si lo tienen. Por ejemplo, ante una amenaza, nuestros animales domésticos: un gato, un perro, la gallina, sentirán miedo y se retirarán. Pero incluso antes de que huya o se paralice, hay cambios en su cuerpo: la distribución del flujo sanguíneo cambia, hormonas y neurotrasmisores son secretados. Esta serie de reacciones, visibles o no, es lo que constituye lo que se llama «emoción» y son muy similares a las nuestras. La emoción es una reacción utilitaria, tiene el propósito de proteger el cuerpo y eso lo dijo en el siglo XVI Espinoza: “hay un deseo de durar en nuestros cuerpos”; todo ser vivo quiere serlo y seguir siéndolo. Se puede decir que este deseo está inscrito en todos los sistemas biológicos desde hace millones de años. Todos los animales al igual que los hombres, tienen los mismos tipos de reacción a una amenaza: huida, inmovilidad o agresión, incluso un organismo unicelular como el Paramecium, que no tiene cuerpo ni cerebro, escapa cuando se encuentra con un peligro en su entorno: un cambio repentino de temperatura, una vibración o el contacto de un objeto que podría romper su membrana, protege su cuerpo, quiere sobrevivir.

Entonces ¿qué es la esencia de una emoción?

Los animales tienen una variedad de emociones primarias: miedo, enojo, sorpresa, asco. Este último, por ejemplo, le permite al animal rechazar un alimento que no le caerá bien. Nosotros si comemos algo dañado o sencillamente observamos alguno que no es de nuestro agrado, inmediatamente tenemos una reacción de rechazo, nuestra cara se deforma y escupimos la sustancia o la vomitamos si ya la hemos ingerido. El cuerpo se defiende. El animal disgustado, actúa de la misma manera.

Pero eso no sólo se ve en los mamíferos. La mosca con sólo un pequeño sistema nervioso, también experimenta emociones: si irrita, comienza a revolotear en todas las direcciones para evitar ser aplastada. Movámonos más atrás, la aplysia, pequeño caracol de mar, consentido para estudios por los científicos, si usted lo toca se retrae, desarrolla una emisión de moléculas en todo su cuerpo y dispara la tinta para ocultar su presencia frente al depredador, además es capaz de aprender. En los animales constantemente estamos presenciando un miniconcert de emoción, que en realidad llamamos «miedo, huida» y que nos preocupa tanto como este caracol. Quizá los niveles de manifestación de las emociones son más complejas entre más evolucionado es el cerebro del animal hasta llegar al hombre y los mecanismos de la emoción son jerárquicos: pobres en manifestación en animales inferiores y mejores en los superiores, hasta llegar al hombre.

Bien, pero entendamos que mecanismos parecidos no tienen igual significado; es muy arriesgado decir que la aplysia siente miedo, sencillamente porque no puede imaginar esta emoción, no la piensa, a diferencia de las especies animales complejas como los perros que tienen una variedad de emociones sociales: simpatía, vergüenza, culpa, orgullo, envidia, gratitud, admiración, indignación, desprecio … Las aves, los perros, los monos, los humanos sienten la emoción, es decir, tienen la posibilidad de establecer una relación entre la reacción automática de su organismo y el objeto, el evento, la persona, que está en el origen del mismo sentimiento.

¿Podemos decir que el sentimiento es la percepción de la emoción?

Quizá en esto también hay jerarquías de mecanismos perceptivos y entre más alto se está en la escala zoológica, más sentimos, pues el sentimiento es también la percepción de la causa de esta emoción. Cuando experimentamos tristeza la percibimos físicamente y somos conscientes de lo que la ha despertado: malas noticias, la pérdida de un objeto, la desaparición de un ser querido. Las emociones son manifestaciones visibles o detectables en el cuerpo (por dosificación hormonal o registro de ondas, gasto metabólico); Los sentimientos son imágenes mentales, por lo tanto ocultas. Son en cierto modo, ideas del cuerpo, la conciencia, de un cierto estado del cuerpo, cuando es perturbado por un proceso emocional. Eso en los animales es más primitivo de organizar que en nosotros y en algunos imposible.

Ambos, emoción y sentimiento, están íntimamente vinculados y tendemos a confundirlos. Todas las emociones pueden convertirse en sentimientos desde el momento en que establecemos esta relación de causa y efecto entre las transformaciones de nuestro cuerpo y lo que las ha despertado.

Ese caracol marino estrella de los estudios de neurología ¿puede estar asustado, pero no tiene sentimientos?

Conoce las emociones, el miedo, la sensación de bienestar cuando come, la impresión de que la temperatura ambiente le conviene o que se siente seguro. Adopta un comportamiento que puede asociarse con el sufrimiento, pero de eso a que sufra o se alegre como nosotros o como animales complejos… hay mucho trecho.

¿Cómo se puede afirmar que no sienten?

Esa pregunta nos hace entrar en el ámbito de la especulación y partir para responder de una observación: no tienen sentimientos aquellos animales que no tienen los dispositivos anatómicos necesarios para percibir los cambios que ocurren en su cuerpo. Para saber si este o aquel animal tiene o no sentimientos, debemos ir a ver si hay en su cerebro, un mapa de su cuerpo. Este es el caso en humanos: las diferentes partes de nuestro cuerpo, están representadas como si hubiera tarjetas de correspondencia.

La emoción puede ir directamente al cuerpo (este es el caso del caracol) para provocar reacciones químicas, señales en los músculos, vísceras. Pero también puede -es la gran diferencia- desde el cerebro mismo, actuar sobre estos mapas de la representación del cuerpo y simular en resumen un estado virtual y responder a ello. Esta es la gran diferencia con la de los animales superiores pero eso lo veremos más adelante. Lo que si es cierto es que todos los animales tienen formas de detectar lo que está ocurriendo afuera y cambiar o reaccionar a ello; algunos, los sin cerebro, en forma muy primitiva de emocionarse y eso va mejorando conforme se asciende más alto en la escala zoológica, conforme el cerebro se desarrolla mejor.

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