Los experimentos en ratones mostrados en el artículo anterior, ayudan a comprender mejor los escenarios en los que el cerebro está conectado de manera diferente. «Muchas condiciones se manifiestan en un comportamiento social aberrante que abarca muchas dimensiones, incluida la capacidad de uno para comprender las normas sociales y mostrar acciones que pueden encajar en la estructura dinámica de los grupos sociales», dice Williams. «Desarrollar una comprensión del comportamiento grupal y la competencia tiene relevancia para trastornos neurocognitivos, pero hasta ahora, el cómo sucede esto en el cerebro ha permanecido en gran medida sin explorar».
Si bien se trata de ratones, los pensamientos de sus investigadores están en el hombre. Es un punto de partida que busca extrapolar estos comportamientos y tendencias a lo que ocurre en sociedades humanas, en ciudades y hasta en países y su impacto en la vida del humano incluyendo la salud”.
Todos esos hallazgos indican que el éxito competitivo no es simplemente un producto de la aptitud física o la fuerza de un animal, sino que está fuertemente influenciado por señales en el cerebro que afectan el impulso competitivo. «Estas neuronas únicas pueden integrar información sobre el entorno del individuo, la configuración del grupo social y los recursos de recompensa para calcular cómo comportarse mejor en condiciones específicas», dice Li.
Además de proporcionar información sobre el comportamiento grupal y la competencia en diferentes situaciones sociológicas o económicas y otros entornos, la identificación de las neuronas que controlan estas características puede ayudar a los científicos a diseñar nuevos estudios.
Una historia de terror
Los cambios demográficos habidos a lo largo del siglo XX en el mundo, resultan ser un factor determinante en la competitividad humana en varios aspectos de su vida cotidiana y el impacto de la ciencia y la tecnología en modificar el comportamiento demográfico, tiene efectos en la competitividad. Al igual que la forma de organización social. No cabe la menor duda que la forma natural de producir la regulación de la población humana, ha pasado a segundo término con los avances científicos y tecnológicos que han permitido la prolongación de las expectativas de vida y un enfrentamiento a las enfermedades más éxitos. Ambas situaciones, favorecedoras de un cambio demográfico violento.
A finales de la década de los sesenta, un investigador llamado Calhoun introdujo unos ratones en un espacio provisto de todo lo necesario para su supervivencia y pasarla bien: tenían agua y comida ilimitadas, la temperatura era la ideal y no tenían depredadores que los pusieran en peligro. Pronto a aquellos primeros habitantes, el instinto de reproducción les llevó a actuar y empezó el estudio de ver si cambiaban los roles y actividades “sociales” de los ratones al crecer su población y cómo los afectaba ese crecimiento poblacional.
Entonces los primeros pobladores del Universo ratonil configurado, no tardaron en emparejarse y comenzar a reproducirse, provocando un crecimiento exponencial de la población. El número de habitantes de la comunidad iba duplicándose cada pocos meses y después más rápidamente, pero se les controlaba su alimentación positivamente, es decir, conforme la población aumentaba, aumentaba también el suministro de agua y alimentos. Era entonces la variable a seguir el espacio, este empezaba a menguar por habitante. Pero el tamaño de la población llegó a su punto crítico y entonces empezaron los cambios.
Las primeras señales de cambios en comportamiento, se dieron cuando aún había espacio suficiente y se observó entonces antes de llegar el punto crítico, en varios ratones, conductas erráticas, como chocarse en el camino cuando iban a buscar agua o comida a los lugares de suministro desde sus nidos. De esto se pasó a luchas territoriales y en otros ratones a alejarse de su territorio, evitando el conflicto y al cabo de poco tiempo casi todos los ratones presentaban heridas en la piel por peleas.
Lo que al final dijeron aquellos biólogos fue que, de una sociedad aparentemente igualitaria, en la que todos los ratones gozaban de espacios propios y acceso fácil a los recursos para su supervivencia, la población empezó a dividirse en jerarquías. Otro comportamiento social notable fue en relación a la reproducción de tal manera que una buena cantidad de hembras, dejaron de reproducirse. Otros cambios se dieron en relación al acceso al alimento y bebida; los machos se alejaban de los nidos para instalarse lo más cercano a la zona donde estaban los suministros de agua y alimento y también hubo alteraciones en algunos de ellos respecto a la reproducción y anotan los investigadores en este sentido de que: mientras muchos machos dejaron de copular, otros se volcaron frenéticamente a la práctica, sin discriminación de sexo y luego de cierto tiempo estos supersexuales, cayeron en una castidad completa.
El concepto familiar también se alteró; cada vez conforme crecía la población, crecían los conflictos intrafamiliares, observándose que algunos ratones expulsaban a otros integrantes de su nido, o las hembras se comían a sus crías recién paridas o se realizaban prácticas caníbales entre ratones adultos.
Y en medio de ese caos social y familiar un grupo se hizo fuerte y eso le permitió ser “respetado” por los demás. Finalmente llegó la debacle: dos años después de iniciado el experimento, luego de que la mortalidad violenta hizo de las suyas, a dos años del comienzo del experimento, nació el último ratón. De ahí de manera meteórica empezó a disminuir la población y antes de tres años murió el ultimo ratón.
¿Constituye esa metáfora de ese experimento una advertencia al destino humano? No lo sabemos, aunque no lo creemos y como bien dicen “Establecer una comparativa con seres humanos es complicado, pues la sociedad humana es sustancialmente más compleja” pero ya hay estudios en humanos limitando espacios, que han medido los efectos de la densidad en el comportamiento y la competitividad. Se han medido grados de estrés, incomodidad, agresión, competitividad, y antipatía general siendo muchas veces los resultados contradictorios aunque poco satisfactorios.
Pero ante la evolución que ha tenido la especie humana, surgen preguntas sobre la validez de las comparaciones. Durante el curso de la evolución humana han tenido lugar una serie de desarrollos que llevaron al Homo sapiens a comportamientos diferentes de los demás animales en varios aspectos. La división del trabajo y la cooperación entre individuos genéticamente distantes, crearon la sociedad humana de tal manera que para biólogos y sociólogos representa una “enorme anomalía en el mundo animal” y los investigadores afirman que esto es cierto tanto para las sociedades primitivas de cazadores-recolectores como para las sociedades modernas. Por el contrario, la mayoría de las especies animales exhiben poca o ninguna división del trabajo y la cooperación se limita a pequeños grupos.