Los cambios en los patrones de salud dentro de una población, son el reflejo de las interacciones entre la cultura, el ambiente y la biología humana. Ello queda bien ilustrado con los principales problemas de salud en el mundo, y que actualmente están yendo a más: la obesidad, el VIH/SIDA y varios tipos de cánceres en las poblaciones urbanas. Estos eventos de enfermedad, parten de actos humanos sobre las expresiones biológicas profundamente arraigadas que han sido programados genéticamente en la especie animal, gracias al prolongado y paciente proceso de la selección natural; proceso que, hablando de forma imparcial, dio preferencia a los individuos (y a los genotipos) más capaces de conseguir comida, conservar la energía y reproducirse. Así pues, nosotros, como herederos de este proceso de selección, con lo que creamos y hacemos hemos ido aumentando al máximo nuestra ingesta alimentaria, reduciendo al mínimo nuestro gasto de energía y buscando oportunidades para tener relaciones sexuales. Hemos ido a la vez creando un entorno humano un hábitat humano, más estable, seguro y de bienestar, un entorno urbano moderno con fácil acceso a alimentos procesados, con un elevado contenido energético, al transporte automatizado y a máquinas que reducen el trabajo, tanto en la oficina como en casa, y de resultado, engordamos, mantenemos más interacción entre nosotros: nos infectamos con mayor facilidad aumentando la carga infecciosa y su capacidad de mutar; generamos más sustancias químicas que afectan el comportamiento de nuestras células que no pueden defenderse contra ello. En una sociedad moderna con elevada movilidad, libre de las ataduras tradicionales que constreñían la conducta personal, nuestra red de contactos sexuales se ve facilitada.

 

No creo que sea fácil considerar estas cuestiones con contexto ecológico dentro de un sistema de salud nacional, contexto que es más amplio de las atribuciones propiamente de un sistema de salud como el que tenemos. Más bien, como ciudadanos, epidemiólogos o médicos, tendemos a atender los factores que afectan a la salud individual. En concreto, aquellos que afectan a nuestra propia pérdida de salud. Es decir, los factores que surgen a partir de las circunstancias de la vida diaria y personal: infecciones, cánceres, composición corporal. Y dentro del plano comercial y social en la actualidad, tendemos a considerar la salud como un artículo de consumo, con el que los individuos pueden hacer transacciones, a través de su conducta personal y de las elecciones que hagan como consumidores, y del acceso que tengan a los servicios de asistencia sanitaria.

Así, las diferencias relativas al estado de salud entre los individuos, junto con nuestras propias e históricas experiencias sobre la salud, la enfermedad y los accidentes, constituyen las bases que determinan nuestra conducta salud-enfermedad, nuestra apreciación al respecto, por encima de las corrientes subyacentes que afectan a la salud de la población que conoce el sistema de salud o de lo que leemos o se nos informa. No obstante, son esas apreciaciones que tenemos y que formamos, las que captan la luz de lo que entendemos y aceptamos por salud y hacia ellas se dirige nuestro interés.

Dentro de todos los elementos que determinan estados de salud y enfermedad es indudable que a todos nos cuesta más percibir las influencias más profundas, esto es, las influencias ecológicas, las que actúan más lentamente y son en gran parte responsables de la salud de la población. En otras palabras, en general, somos más capaces de saber por qué algunos individuos dentro de una población padecen una enfermedad en particular y otros no, que de explicar el porqué la tasa de aparición de una enfermedad aumenta y disminuye dentro de una población o porque yo y no los otros. No debe eso entenderse que con ello queramos decir que el comportamiento individual y familiar no sea importante. Dentro de cualquier población hay siempre grandes variaciones en la salud individual en un momento dado, lo cual refleja la existencia de diferencias en conocimientos, experiencias y en los comportamientos individuales. En realidad, estos comportamientos son, generalmente, mucho más importantes como determinantes de la salud y la enfermedad de lo que lo es el acceso a la asistencia médica, pero cuando en esta se pone la solución el problema se acrecienta. En otras palabras: La comprensión del hecho de que la prevención de la enfermedad es más eficaz y, evidentemente, más deseable que el tratamiento de la enfermedad y su posible curación que es lo fundamental de los esquemas de promoción de la salud comunitaria en todos los países en la actualidad, no necesariamente lleva o conduce a una conducta del ciudadano o de las organizaciones sociales, o productivas hacia ello, aunque esté en su mente.

QUÉ SE SABE

La investigación epidemiológica moderna, ha relacionado una amplia variedad de conductas personales con el origen de diversas enfermedades importantes. Son ejemplos bien conocidos:

— El riesgo aumentado de cardiopatía coronaria atribuible al hábito nicotínico, a la elevación de los lípidos de la sangre (especialmente al colesterol LDL), a una tensión sanguínea alta y a un elevado peso relativo (en especial a la obesidad abdominal).

— El hábito nicotínico como causa primordial de cáncer de pulmón y de otros cánceres (boca, faringe, laringe, páncreas y vejiga), de cardiopatía coronaria y de enfermedades respiratorias crónicas, y también como probable factor contribuyente a la enfermedad de Alzheimer.

— La aparición de obesidad, como consecuencia de un desequilibrio energético: una ingesta calórica excesiva (potenciada por la disponibilidad de alimentos procesados con un elevado contenido energético) y una deficiente actividad física. La obesidad, a su vez, es un importante factor de riesgo para la existencia de una tensión arterial elevada, de diabetes de tipo II (no insulinodependiente) y de cáncer de endometrio (de útero).

— El consumo excesivo de alcohol como causa de diversos cánceres del sistema respiratorio y del aparato digestivo superior (especialmente en combinación con el hábito de fumar), cirrosis hepática, trastornos orgánicos cerebrales y, desde luego, de accidentes de tráfico, lesiones y actos violentos.

— La influencia de las dietas con un contenido elevado en grasas saturadas y bajo en frutas y vegetales sobre la enfermedad cardiovascular y los cánceres de intestino delgado, próstata y, en ocasiones, de páncreas y mama.

— El empleo de anticonceptivos orales pueden aumentar ligeramente la incidencia de cáncer de mama, especialmente, en mujeres jóvenes que los hayan utilizado durante largo tiempo antes del primer embarazo. Por el contrario, su uso se asocia con un mayor grado de certeza a la reducción del riesgo de cáncer de ovario y, quizá, del intestino delgado.

— Las prácticas sexuales no seguras como causa primordial de la aparición de enfermedades sexualmente transmisibles, como VIH/SIDA, gonorrea, sífilis, infecciones por clamidias y cáncer de cuello uterino en las mujeres.

 

Al contemplar esta lista, queda claro que las elecciones personales relativas al tipo de comidas que se hacen, los cigarrillos que se fuman, la práctica del sexo no seguro, la actividad física y la forma de conducir tienen importantes consecuencias para la salud individual.

No obstante, no demos por supuesto que todos estos comportamientos relativos al “estilo de vida” son, fundamentalmente, actos que se eligen libremente. También son manifestaciones de la propia subcultura, de la presión ejercida por los semejantes, de la propaganda y del grado de oportunidad. Por esta razón, estos comportamientos que inciden sobre la salud son típicamente distintos entre los grupos socioeconómicos, entre hombres y mujeres, entre generaciones y comunidades étnicas. Puede, pues, decirse que también son el reflejo de variaciones del ámbito ecológico humano

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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