En todos los países el mundo en lo que va del presente siglo, los patrones mundiales de
salud, de enfermedad y de mortalidad han cambiado, siendo las epidemias y hambrunas,
así como los cambios climatológicos y ambientales los que siguen presentes a la par de las
enfermedades crónicas, generando cambios globales en los perfiles de enfermedad y de
supervivencias y calidad de vida.

Los patrones de salud de las poblaciones han variado con el tiempo, especialmente en los
dos últimos siglos. Por ejemplo, las enfermedades infecciosas, han aumentado y
disminuido en los países occidentales, en respuesta a las transformaciones de la ecología
humana, como son la cultura y los comportamientos asociados, tanto comunitarios como
individuales, así como de las condiciones ambientales, que constantemente hemos estado
modificando. En los países subdesarrollados, los cambios han sido más lentos y amplios
sectores de la población, aún viven situaciones epidemiológicas experimentadas por los
países más desarrollados, en las décadas medias del siglo XX; de tal forma que el enfoque
más amplio, de morbilidad, mortalidad, la esperanza de vida, las tasas de fertilidad y, por
ende, el tamaño de la población de los países menos desarrollados y la falta de
transformaciones en las condiciones de vida, aun constituye un factor de riesgo y daño
considerable.

 

En el caso de Guatemala, solo para ilustrar con el proceso demográfico, a lo largo de las
últimas décadas, la población guatemalteca se ha movilizado desordenadamente, no solo
dentro de los espacios del territorio nacional, sino a nivel mundial, como respuesta a
diversas modificaciones adversas sociales, políticas y ambientales, que se ha dado en sus
localidades de origen y entre las que se incluyen las condiciones de vida, como riesgo a la
enfermedad y la salud.

No obstante, hoy día, la tasa de cambio de las situaciones de salud y la epidemiología en
general es bastante notable. Por ejemplo, nuestros predecesores a mediados del siglo XIX,
apenas tenían una esperanza de vida entre 25 y 30 años como promedio. La mayor parte
murieron por enfermedades infecciosas, y otros muchos a causa de malnutrición,
inanición o traumatismos. Estos fallecimientos ocurrían, sobre todo, en la primera
infancia. Así, no nos cabe duda que, probablemente al filo de nuestra independencia, muy
probablemente la mitad de los niños pequeños fallecían antes de los cinco años, aún a
mitad del siglo XX, un tercio de ellos en los primeros años de vida. A partir de la mitad del
siglo XX, también disminuyó la mortalidad materna, ocasionada por el embarazo y parto,
así como las muertes debidas a enfermedad infecciosa en el adulto, particularmente, las
provocadas por tuberculosis y enfermedades de trasmisión sexual, gracias al
aparecimiento de los antibióticos.

Hoy día, la esperanza media de vida en el mundo es de casi 70 años y en algunos países
ricos ha alcanzado los 80 años. Al menos por el momento, la esperanza de vida sigue
aumentando en nuestro país y se encuentra entre los setenta años.
Es pues indudable que la situación de salud de las poblaciones y la de los sistemas de
salud, viven en continuas transiciones: la experiencia histórica reciente, los grandes
cambios que han tenido lugar en el último siglo, en lo que se refiere al estado de salud de
la población en los países desarrollados, son el resultado de profundas transformaciones
en las condiciones sociales, materiales y políticas. Los historiadores y otros científicos
sociales, han llegado en general a la conclusión de que, la mayor parte de estas
modificaciones en el nivel de salud de la población, se debieron a las mejoras habidas en

la alimentación, la vivienda, la calidad del agua y el saneamiento. De igual forma,
conforme crecieron los programas de salud que contienen ideas relativas a la higiene
personal y doméstica, y a la planificación familiar y los domicilios y lugares de trabajo se
hacían más seguros; conforme la alfabetización de las poblaciones se extendió, a la par
que se producía una modernización social generalizada y un incremento de personal de
salud, todo ello contribuyó a una mejora en las condiciones de vida de, primero, los
entornos urbano-industriales y luego con menos intensidad y aun con deficiencias
actuales los rurales; pero todo ello ha contribuido a que las conductas individuales y
familiares, se encaminen cada vez más a la conservación de la salud.

Pero durante ese período y contribuyendo a mantener la salud y potenciando el impacto
de las mejoras arriba anotadas, también se han producido avances específicos en materia
de salud y en medicina: Por ejemplo, en nuestra nación, la divulgación de la anestesia
desde hace más de un siglo, permitió a que se comenzara a realizar intervenciones
quirúrgicas en condiciones de antisepsia; también llegaron las vacunas y, más tarde, los
antibióticos, los pesticidas y la anticoncepción. Sin embargo, y en esto debemos ser claros,
la mayor parte de los estudiosos de estos temas han llegado a la conclusión de que la
asistencia médica contribuyó poco a este prolongado proceso de mejoría de la salud que
hemos tenido, al menos en sus primeras fases. En realidad, puede decirse que la asistencia
médica, su principal contribución que con el tiempo ha crecido, ha sido especialmente en
mayor intensidad e importancia en los países mas ricos, contribuyendo no solo al aumento
de la esperanza de vida y en la reducción de la discapacidad que las enfermedades
crónicas producen. En nuestro medio, eso se logra de manera restringida e inequitativa.
En particular, dicha contribución es el reflejo del advenimiento de diversos fármacos

(como la insulina, hipotensores, estatinas y antineoplásicos) y de nuevas técnicas
quirúrgicas (que incluyen varios tipos de intervenciones sobre las arterias coronarias y la
implantación de prótesis articulares) y con los avances de la genética.

 

La historia de la transformación social y ambiental sigue su curso global. Las poblaciones
se están haciendo urbanas en todo el mundo y no somos la excepción. Casi la mitad de la
humanidad vive actualmente en ciudades o en poblaciones grandes, y dicha proporción
sigue creciendo rápidamente. Hace escasamente doscientos años, solo el 5 % o el 10 % de
los individuos vivían en ciudades y en grandes poblaciones. La urbanización se asocia a
mejoras generales de la educación, de las condiciones materiales y de los niveles de salud.
No obstante, dichas mejoras están repartidas en forma muy desigual, tanto entre unos
países y otros como dentro de cada país. En este proceso, los moradores de los llamados
barrios marginales, son claramente los que más pierden, teniendo relativamente pocas
perspectivas de mantener su estado de salud y de supervivencia a largo plazo.

El moderno fenómeno de masas que representa la urbanización, produce nuevas
condiciones sociales y ambientales, a la par que ocasiona la exposición a lo que podemos
llamar presiones comerciales y contaminaciones; de ahí, que se den diversas
transformaciones en los patrones de conducta familiar y personal y perfil de las
enfermedades. Muchos de estos cambios conductuales —que comprenden la
alimentación, la bebida, el hábito nicotínico, los patrones de actividad sexual y el grado de
actividad física, la forma de trabajar— tienen una importante influencia en la aparición de
enfermedades en las poblaciones urbanas modernas; esto es, contribuyen en gran medida
a la conocida “transición epidemiológica”, donde las enfermedades degenerativas no
transmisibles de las edades medias de la vida y de la madurez —en particular,
cardiopatías, ictus, diversos tipos de cáncer, diabetes y enfermedades crónicas del aparato
respiratorio— están reemplazando a las enfermedades transmisibles que aquejan a
individuos de todas las edades.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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