Aspectos preventivos sociales
Una pandemia no termina cuando queremos, sino cuando la controlamos. Desde la pandemia de gripe de hace más de un siglo, las autoridades de salud de todo el mundo y en todas las naciones tenían claro que el público juega el papel más importante, en el control de la propagación de un virus, mediante la adopción de medidas preventivas. Pero cuando uno analiza lo sucedido y que sigue sucediendo en el mundo con el COVID-19, nos damos cuenta que nuestro papel no fue el esperado. Nuestras percepciones públicas y nuestras respuestas conductuales a la pandemia, no han sido las adecuadas para detenerla.
Para todos los sistemas de salud, resulta evidente que no son los conceptos erróneos del público con respecto a los modos de transmisión y las medidas preventivas, lo que favorece incumplimientos de leyes y mensajes. Las percepciones y los comportamientos evolucionan durante la pandemia, a razón no solo lo que dicta el sistema de salud sino de necesidades y cultura de la gente. En la mayoría de los países, en el corazón y la mente de su gente, la vulnerabilidad percibida sobre la pandemia aumenta en la población. Las prácticas de higiene mejoran y el distanciamiento social se practica con mayor frecuencia, pero esto tiene diferentes matices y eso se hace más evidente con la evolución de la pandemia y sus efectos sociales, económicos, ambientales diferentes en distintos grupos humanos en que Malentendidos, limitaciones socio económicas, educación, acceso a servicios de salud y medios de comunicación, educación, pobreza, religiosidad, todo ello se constituye en elementos claves de conducta ante la pandemia. Sin embargo, parece haber un consenso en que los pobres, son los más afectados por la pandemia.
Lo que se vio
Durante los primeros meses de pandemia, la “fase pico de la pandemia”, la mayoría de personas implementaron medidas de acuerdo con una estrategia de contención/retraso, cuyo objetivo era limitar la propagación del virus. Esta estrategia incluyó: el tratamiento temprano de casos, aislamiento de contactos cercanos, y cuarentena de contactos y distanciamiento social, acompañado de medidas de protección personal (lavado frecuente de manos, cubrirse la boca al toser). Pero a finales del primer año de pandemia, marzo 2021, la intensidad de la mayoría de la pandemia continuaba y las medidas preventivas ya se relajaban, mientras el virus mutaba en forma más patógena y la vacunación iniciaba con mucha dificultad y poca credibilidad.
En la actualidad, la OMS aún no declara una fase pospandemica y tampoco ha existido, producto de un estudio del comportamiento social de parte del sistema de salud, la creación de modelos teóricos que cambien la Motivación de la Protección, eso a pesar de que los estudios en otras latitudes y países, han demostrado y sugerido que la acción conductual puede verse influenciada por las percepciones públicas de la gravedad de la enfermedad, la susceptibilidad personal a la enfermedad, la efectividad de las medidas recomendadas y una falta de apoyo social y económico a los grupos más necesitados.
Lo que se sabe
El comportamiento público, también puede verse influido por el conocimiento y factores más afectivos, como los sentimientos de ansiedad ante lo laboral, económico, familiar. La comprensión de las percepciones y comportamientos públicos durante una pandemia, puede proporcionar información útil para la comunicación de riesgos. La pandemia actual ha sido una situación única caracterizada por cambios en el riesgo, publicidad verdadera y falsa y medidas recomendadas durante las diferentes fases. Este escenario ha brindado una oportunidad única, para obtener información sobre las percepciones y los comportamientos públicos, los cambios a lo largo del tiempo y las diferencias entre grupos sociales y regiones del país, que pueden determinar la mejor manera de atacar el problema.
Aspectos erróneos que detienen la participación social
La enfermedad y el modo de trasmisión. Muchos no creen aún en la existencia del virus y aunque se observan altos niveles de conocimiento sobre los principales modos de su transmisión, entre el público en general, en diferentes lugares y grupos sociales, durante las diversas fases de la pandemia, este concepto fue cambiando a mal.
El comportamiento de la prevención sufrió de más incredibilidad, con el aparecimiento de varios conceptos erróneos o creencias no confirmadas, sobre otros modos o el modo de transmisión del virus. Entonces en la falta de relación conocimiento-cumplimiento, este tema añade cierta confusión. Además, se observaron niveles de conocimiento subóptimos, sobre las medidas preventivas recomendadas, aunque sí se observó gran cumplimiento en las medidas de higiene personal y distanciamiento social, en la primera fase de la pandemia.
El tema es la vacuna. Parte del público, tiene y tenía la idea errónea de que no quita la posibilidad de contaminarse o que tiene otro objetivo.
Gravedad percibida de la enfermedad. Los escrutinios realizados a partir de los primeros meses de la pandemia, muestran que se observa tendencias decrecientes en la gravedad percibida de la COVID e igual resultado es informado, en estudios de seguimiento con múltiples cortes transversales. Esto hace que la gente bote las medidas de prevención, cuando aún son necesarias y altera las estrategias de vacunación.
Vulnerabilidad percibida al virus y la infección. La vulnerabilidad percibida entre el público en general, aumentó con el tiempo durante las fases iniciales y primera ola, producto del miedo generalizado -afirman algunos- pero luego se relaja y luego de un año, con el aparecimiento de la vacuna y un mejor tratamiento de los que se infectan, los niveles absolutos de vulnerabilidad percibida permanecen relativamente bajos, incluso durante las nuevas olas pandémicas.
Los resultados en todos los aspectos señalados arriba, pueden estar asociadas a múltiples razones sociales, económicas, acceso a servicios que necesitan ser estudiadas en todas las poblaciones nacionales.
En resumen:
En general, el público estaba bien informado sobre el virus y los principales modos de su transmisión. Sin embargo, existe y existió a disponibilidad de las poblaciones, varios conceptos erróneos y creencias no confirmadas sobre el virus, modos de transmisión y sobre las medidas preventivas y tratamientos de casos y la vacunación, que afectaron y afecta la credibilidad sobre lo que se dice y hace, de parte del sistema de salud.
Se observa con la evolución de la pandemia, tendencias decrecientes en la gravedad percibida y los sentimientos de ansiedad sobre el virus y su enfermedad. Esto probablemente se debió a la intensa atención de los medios, en la mayoría de los países, en la fase inicial, con predicción de los peores escenarios de muerte, a lo que siguió una fase de desinformación y adaptación y aceptación a la situación, de parte de las poblaciones. Esto conduce a tendencias decrecientes en la gravedad percibida y los sentimientos de ansiedad y desganas en la atención social de la pandemia.
Aunque aún no se ha logrado las metas sanitarias para terminar con la pandemia, la mayoría de personas vacunadas y no vacunadas, ahora creen tener menos probabilidades de contaminarse y dañarse, situación observable aun antes de la vacunación, lo que sugiere que, durante la pandemia, el público en general era demasiado optimista (o tenía un “sesgo optimista”) con respecto al riesgo de contraer el virus. Este optimismo poco realista, puede haber sido influenciado por la creencia de que la enfermedad sería leve y el hecho de que las personas podrían protegerse, tomando medidas preventivas tradicionales parecidas a las que se toman contra la gripe, lo que dio la impresión general de que la pandemia estaba bajo control.
Mejorar las prácticas higiénicas (es decir, lavarse las manos con más frecuencia, usar pañuelos desechables al toser o estornudar, limpiar o desinfectar cosas) se percibió tan eficaz que otras medidas no farmacéuticas, como la cuarentena o el uso de mascarillas fueron siendo antes relegadas.
En las primeras fases de la pandemia, las medidas farmacéuticas contra otros tipos de gripe, fueron usadas como potencialmente útiles para reducir la adquisición y transmisión.
Las razones de las bajas tasas de intención de vacunación, posiblemente incluye una creencia de que la vacuna podría no ser segura, miedo a los efectos secundarios, dudas sobre la eficacia de la vacuna, la creencia de que el riesgo de infección es bajo, y la creencia de que, si se infecta uno, la enfermedad será leve.
Es indudable que, ante esos hallazgos mundiales, las autoridades de salud deben monitorear continuamente las percepciones y los conceptos erróneos del público y a su vez tener claro esos patrones de conducta, para orientar sus intervenciones los factores de vulnerabilidad al igual que los riesgos sociales, financieros y ambientales que dictaminan en buena parte esos comportamientos. Finalmente, el uso de teorías de comportamiento de salud en estudios de percepciones y comportamientos públicos durante brotes, facilitaría enormemente el desarrollo de intervenciones de salud pública efectivas que contrarresten el efecto de un brote.