Yo no solo lo tildaría como el mayor error sino el mayor robo. Por supuesto que tiene que ver con la producción y manejo de las vacunas y para muestra solo un botón. Pfizer.

Parto de algo que deberíamos entender. Para los accionistas de esta empresa a los que nada importa cuestiones de ética o moral y con sobrada razón, les interesa el dividendo del dólar metido. Según el reporte de Pfizer de febrero 2022 el año pasado su vacuna COVID-19 generó US$37,000 millones, lo que la convierte en el medicamento más lucrativo de la historia. Quién lo pagó: todos los que la usamos. NO HAY VACUNA GRATIS ES UNA GRAN MENTIRA. Pero como la mayoría somos tontos e ignorantes, vemos a Pfizer como nuestro salvador. Al director general de Pfizer, Albert Bourla se le ha brindado reconocimientos mundiales que ningún presidente de farmacéutica ha tenido y entonces que hizo Pfizer. Sencillo: NEGOCIO. Desde el principio tuvo claro que quería pisto. El costo de la dosis por vacuna era de menos de cinco dólares afirman muchos, mucho menos de lo que ellos dicen. Los primeros compradores lo hicieron por encima de los 25 dólares, un enorme margen de beneficio que: a ninguno importó y menos a las poblaciones mundiales. Se ha afirmado que la empresa trató inicialmente de ofrecer su medicamento al gobierno de EE. UU. por la friolera de US$100 por dosis. Ante ello, Tom Frieden, exdirector de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE. UU., acusó a la empresa de «especulación bélica».

 

Pero el problema no es solamente costo: su distribución también. Hasta principios de este año, la inmensa mayoría de sus dosis a los países más ricos del mundo, fue una estrategia que le permitió obtener beneficios elevados. Si se analiza la distribución mundial de sus dosis, Pfizer ha vendido una proporción ínfima de sus vacunas a los países de bajos ingresos. Hasta el final del año pasado, Pfizer había vendido un mísero 1.3% de su suministro a Covax, el organismo internacional creado para intentar garantizar un acceso más justo a las vacunas. Pero es que estaba beneficiando directamente a los países pobres: ¡mangos!  Pfizer no solo no estaba vendiendo muchas dosis a los países más pobres, sino que tampoco permitió que ellos mismos produjeran la vacuna que salva vidas, a través de la concesión de licencias o compartiendo las patentes. No nos podemos engañar, esto se debe a que Pfizer responde a las normas de propiedad intelectual que se han establecido en los acuerdos comerciales. Éstas permiten que las grandes empresas farmacéuticas funcionen como monopolios, sin tener que compartir los conocimientos que poseen, por mucho que las sociedades los necesiten. En el pasado, era habitual que se suspendieran las reglas de funcionamiento empresarial en tiempos de gran necesidad, como ocurrió con la penicilina durante la segunda guerra mundial, o con el intercambio de conocimientos sobre la vacuna de la viruela en los años sesenta. Eso es ya solo historia. Se ha afirmado que 100 fábricas y laboratorios de todo el mundo, podrían haber fabricado vacunas, pero no pudieron hacerlo por falta de acceso a las patentes.

La historia no termina ahí: ahora tiene que ver Pfizer con el proceso para hacer las vacunas. Adoptó una postura similar con la nueva instalación que se ha establecido en Sudáfrica para tratar de hacer vacunas de ARNm y compartir esta revolucionaria tecnología médica con el mundo. Como ni Pfizer ni Moderna quieren compartir sus conocimientos, los científicos han tenido que empezar de cero. Pero en esto el mundo debe entender bien claro empresas como Pfizer se comportan más como fondos de inversión (hedge funds), comprando y controlando a otras empresas y la propiedad intelectual, que como empresas tradicionales de investigación médica. Esto les permite monopolizar ese conocimiento y maximizar el precio de los medicamentos resultantes. Pfizer ha canalizado US$70.000 millones a sus accionistas, directamente a través del pago de dividendos y de la recompra de acciones. Esto es mucho más que su presupuesto de investigación.

Vacunas de Pzifer . Foto La Hora

Entonces al final, la creación de la vacuna, es un producto de la inversión pública (bastante alta en el caso de la vacuna), la investigación universitaria y la que hizo una empresa mucho más pequeña, la alemana BioNTech. Como han dicho investigaciones, Pfizer internamente, solo desarrolló una fracción -alrededor del 23% de sus medicamentos.  Así que llamarla vacuna «Pfizer» es «el mayor éxito de marketing de la historia de la industria farmacéutica estadounidense» -según algunos. La vacuna ha venido a ser otro ejemplo de cómo trabajan las grandes farmacéuticas hoy en día: compran un medicamento ya inventado, lo patentan hasta la saciedad y aumentan su precio en varios por cientos durante su vida útil.

Es más que evidente la lección que el mundo político y académico pueden sacar de lo sucedido con las vacunas y las pandemias. Deberían los organismos internacionales de investigación, las agencias internacionales de salud y los gobiernos, empezar una manera de NUNCA MAS confiar la distribución mundial de vacunas a corporaciones FARMACEÚTICAS, porque es inevitable que tomarán, como hasta hace poco, decisiones de vida o muerte en base a los intereses a corto plazo de sus accionistas. Y, en segundo lugar, deben desmantelarse los monopolios que han dado a estas empresas tal poder, y en su lugar invertir en establecer una nueva red de institutos de investigación y fábricas de productos médicos en todo el mundo, que realmente puedan responder con honestidad a las necesidades del público.

Dichas nuevas reglas de juego deberán desarrollar las estrategias adecuadas que termine en pro de privilegios con marco de excepciones científicas, metodológicas, éticas y legales y un mantenimiento y profundización, sin excepciones para el sistema global de mercado monopólicos en lo referente a protección de propiedad intelectual (ADPIC), negociaciones y contratos, defensa de intereses privados y de las empresas, así como del manejo que han hecho los países más ricos, acumulando más dosis de las necesarias, dejando a la deriva al resto del mundo.

 

Es de otra forma importante y necesaria, facilitar información al gremio médico no sólo mucho más clara y objetiva sobre la fabricación de vacunas, su uso adecuado y limitaciones, sino que las agencias nacionales e internacionales de protección al consumidor y de licencias farmacéuticas, vuelvan de carácter público y oportuno, los documentos que obtienen para otorgar la licencia a productos de necesidad nacional como las vacunas y bajo qué condiciones. Una lección mundial sobre la campaña de vacunación mostró con claridad, que se hace necesario desde los primeros momentos de una pandemia de esta naturaleza, promover la transparencia y la confianza del sector profesional y del público en la vacuna y el manejo de la enfermedad pandémica.

Es claro a nivel mundial que esta pandémica por mucho no será la última. Se hace necesario desde ya tener claro que debe bloquearse acciones e intervenciones de las farmacéuticas, para bloquear la entrada de los genéricos y el acceso asequible al fármaco en los momentos que se necesiten, con equidad y la rapidez necesaria sobre obtener grandes beneficios. No es ni ético ni justo, como sucedió con la actual pandemia, dejar fuera a gran parte del mundo, al arbitrio de nada, ni por escasez de suministros, ni por precios inasequibles. Esto es lo que ha mostrado la industria en tiempos de pandemia: «No tenían ninguna intención de hacer que los precios fueran más asequibles o de limitar de alguna manera sus beneficios». El ejemplo de Pfizer no deslinda a las otras productoras de vacunas de voracidad. No se trata de no ganar dinero. Es sólo que estos son cantidades enormes y a costa de vidas muchas veces y de injusticias y daños colaterales de gran costo material y humano.

Es claro a nivel mundial que esta pandémica por mucho no será la última. Foto La Hora/AFP

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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