Decía el filósofo Enmanuel Kant “La teoría es absurda sin práctica y la práctica ciega sin teoría”. En la enfermedad, la teoría y práctica entre dos personas interesadas en resolverla, pero sin el establecimiento de discusión y acuerdos entre ambas partes sobre ello, se torna en ceguera y la solución a la enfermedad se torna cuesta arriba. En tal sentido una conversación útil médico-paciente, necesita impregnarse de conocimiento por ambas partes que elimine sesgos de autodeterminación entre ellos ¿será eso posible?

La práctica de la medicina es una ciencia de predicciones y soluciones, pero el estar enfermo y resolver molestias también lleva a eso. Ambos actores lo que buscan es una comprensión amplia de lo que se necesita transformar y lo que cabe esperar cuando se implementa una intervención o estrategia y es entonces donde no pueden existir contrarios y la conversación se torna en el vehículo para lograr acuerdos. Se considera la columna vertebral de la acción en torno a la cual se permiten las mejoras y soluciones.

La relación de toma de decisiones médico paciente ha venido en los últimos 50 años cambiando de la forma paternalista en que la autoridad médica era la que predominaba, para pasar a una participación negociada entre paciente y sus familiares en la toma de decisiones y también en la interpretación diagnóstica; pero esta participación negociada, especialmente en nuestro medio, dado el nivel educativo y el pobre acceso a la información más de una parte que de la otra en forma muy desequilibrada, genera un diálogo muy disparejo. En aras de evitar o disminuir ese desbalance en la toma de decisiones diagnósticas y terapéuticas, se ha venido desarrollando cada vez más para seguridad de ambos de ambas partes, una práctica médica basada en la evidencia y que viene a sustituir la decisión basada en la autoridad de las partes sujeta a muchos errores o intereses ajenos al mal y su tratamiento.

 

¿Qué viene a ser la medicina basada en la evidencia? esta se fundamenta en una forma de toma de decisiones para un diagnóstico, su tratamiento y su rehabilitación que se estructura en base a lo recomendado y experimentado por un colectivo de profesionales que producen recomendaciones clínicas de cómo manejar los casos, que extraen su legitimidad de la ciencia. Esas recomendaciones son descritas y estandarizadas en documentos llamados protocolos que son guías de buena práctica clínica que según los avances científicos son revisados y actualizados periódicamente. El acceso a esos documentos está igualmente al alcance de médicos y de pacientes; de tal manera que, un paciente puede preguntar al médico en qué basa su diagnóstico y su tratamiento, el uso de un examen o una técnica y a la vez añadir a esa pregunta la solicitud de dónde puede encontrar información de lo que el médico quiere hacer o si el médico puede proporcionársela. Solo cuando el paciente y el médico entienden lo que le está pasando en función de aspectos biológicos, sociales y económicos, podrá tenerse una deliberación más acertada que va desde un intercambio de argumentos más justo hasta definir las mejores estrategias terapéuticas y ajustar con mayores beneficios la articulación de una libre deliberación médico-paciente ajustada individualmente al presente y futuro del paciente.

Es a través de esta práctica de deliberación más justa, que el médico puede darse cuenta de las dificultades que puede tener para el paciente el cumplir sus indicaciones y poder buscar resolver o montar soluciones más al alcance del afectado y entonces se da mayor oportunidad de éxito a los tratamientos, a sabiendas de un modo y estilo de vida del paciente a discusiones sobre opciones de diagnóstico o de tratamiento al alcance de ambos y ello permite trazar alternativas de posibilidades exitosas y de establecer límites, permitiendo esto último, saber y conocer hasta dónde podrán llegar y disipar dudas e incertidumbres sobre lo que pueda lograrse al trazar un tratamiento, un procedimiento, un programa de rehabilitación o recuperación.

 

Suele suceder y muchas veces lo vemos, que un problema de salud o enfermedad tenga un número de potenciales tratamientos; que el diagnóstico de una enfermedad se pueda realizar a través de varios procedimientos y eso necesita de lo que se llama racionalización de la atención, ya sea porque el paciente no tiene los medios suficientes económicos o porque no tiene acceso a materiales y equipos. En todo caso, será la reflexión de ambas partes la que podría dictaminar conductas a seguir. En otros casos y enfermedades, médico y paciente se toparán con formas únicas de diagnóstico y tratamiento y acá ante limitaciones en las partes interesadas, la búsqueda de soluciones demanda de una investigación clínica que deben emprender ambos. En otros casos, los problemas de salud del paciente demandan de manejo de multiplicidad de conocimientos y prácticas que requieren de la intervención con varios profesionales; en este caso, alguien debe dirigir la orquesta y debe existir un dispositivo que reúna a todos en la coordinación y organización de la atención. Estos casos se manejan con una toma de decisiones colegiada, que debe involucrar al paciente y que contempla estrategias diagnósticas y terapéuticas adaptadas al caso de cada paciente con su conocimiento y con intercambios periódicos de toma de decisiones conjunta de acuerdo a evolución de la enfermedad, pero también al desempeño del paciente.

En resumen: usted paciente, en la medicina moderna tiene que ser un miembro activo en su curación y para ello necesita aprender sobre: Qué es su enfermedad, qué hacer y cómo hacerlo y evaluarlo. Eso no solo asegura calidad y seguridad de su atención si no baja costos y usted debe demandar una participación en todo esto de parte de sus médicos o médicos e instituciones.

Vale la pena que tengan en cuenta y recuerde que la enfermedad “no es una identidad en sí misma”. Su identificación es médica: es “el conjunto de consecuencias sentidas (subjetivas) y observables (objetivas) de una perturbación de la vida normal por ataque a un organismo… pero que a la vez hay una persona (sujeto) que tiene un sufrimiento ante ella”. Médico y paciente deben unirse activamente para tratar de ello y obtener y sacar un mejor provecho, que solo es posible a través del conversatorio y el conocimiento y una toma de decisiones conjunta.

Recuerde y recuérdele a su médico que, desde tiempos inmemoriales, se ha reconocido que el sufrimiento de las personas está ligado a causas físicas, enfermedades o accidentes, al entorno familiar, social o profesional, o a causas psicológicas. Pero también todo ello se ha malinterpretado con frecuencia y eso de parte de ambos. Eso muchas veces tiene que ver con una mala comunicación médico-paciente y que conlleva a en lugar de un bienestar a… malestar y gastos innecesarios.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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