En la actualidad las infecciones continúan siendo una de las principales causas de enfermedad y son más comunes en grupos vulnerables estigmatizados por sexo, raza, nivel socioeconómico, orientación sexual, ocupación, educación, religión. Entre todas las poblaciones, las niñas y los niños de la clase socioeconómica más baja, son los que tienen que lidiar con más frecuencia y con diversidad de infecciones.
El conocimiento de la relación entre las enfermedades infecciosas y comportamientos y trastornos neuropsiquiátricos, data de tiempo atrás; pero adquiere importancia para la ciencia a partir de finales del siglo XIX, cuando Emil Kraepelin, uno de los fundadores de la psiquiatría moderna, describió durante una epidemia de gripe, once casos de trastornos psiquiátricos que se presentaban con diferentes síntomas como estado de ánimo deprimido, síndrome paranoico y alucinatorio, movimientos involuntarios, deterioro cognitivo y estado delirante e incluso llegó a proponer como tema de investigación psiquiátrica, el sistema inmunológico. Desde entonces, se produjeron más que investigaciones, numerosas descripciones de alteraciones de conducta e infecciones y a principios del siglo XX, nos topamos con descripciones de síntomas de depresión y esquizofrenia en cierta forma de esclerosis múltiple (Enfermedad en la que el sistema inmunológico degrada la cubierta protectora de los nervios); infección viral del SNC con tipos de virus del herpes simple y el sarampión y cambios de comportamiento; procesos autoinmunes, como los trastornos postestreptocócicos, el lupus eritematoso y la esclerodermia, presentados principalmente como un síndrome psicopatológico. En general esas descripciones nos muestran, que las infecciones, pueden causar un amplio espectro de síntomas psiquiátricos como delirio, trastorno psicótico o trastorno del estado de ánimo. Las primeras investigaciones entre salud mental e infección fueron iniciadas a partir de la evidencia clínica al respecto.
De notable evidencia resultaban para los médicos, las infecciones cerebrales como la encefalitis y meningitis que pueden producir diversas enfermedades infecciosas y trastornos neuropsiquiátricos. También las primeras investigaciones encontraban relación entre infección temprana en la vida y mayor riesgo de depresión y trastornos de ansiedad en la juventud. Pero hay estudios que muestran tasas más altas de esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, en personas expuestas a infecciones tempranas en la vida. Desafortunadamente los estudios se enfocan fundamentalmente en la relación entre trastornos en salud mental y respuesta inmunológica e inflamatoria, y muy poco toman en cuenta en el resto de variables biosociales como género, raza, origen étnico o aspectos o cambios que induce la infección en otras funciones orgánicas de células y tejidos, que pueden alterar las funciones neuronales y nerviosas.
Para cualquier persona, resulta evidente el impacto que la enfermedad infecciosa tiene en ánimo del niño y la madre. Para el personal de salud resulta conocido el riesgo de una infección durante el embarazo, en el desarrollo neurológico del niño. Por otro, lado sabemos que hay otras factores que aún desconocemos, que favorecen que se dé la relación infección trastorno neuropsiquiátrico y conductas y comportamientos; aún en situaciones graves como el estrés tóxico, se presenta esa relación con diferentes resultados sobre daño neuropsiquiátrico y conductas y desconocemos cuáles son los factores de resiliencia que intervienen en eso.
El «comportamiento ante la enfermedad»
La reacción de un organismo a la infección y la inflamación, está bien establecido como modelo para la depresión en animales y humanos. El modelo se basa en la observación de que los niveles elevados de ciertas substancias que se producen proinflamatorias, se asocian con un comportamiento similar al depresivo, incluida la disminución del impulso y la motivación, falta de energía y apetito, cansancio y pérdida de peso. La participación de una substancia llamada citoquinas en la regulación del comportamiento de enfermedad en humanos, ha sido estudiada mediante la administración de la endotoxina bacteriana lipopolisacárido a voluntarios sanos y se ha encontrado que los niveles de ansiedad, depresión y deterioro cognitivo, están relacionados con los niveles de citoquinas circulantes. Así se ha formulado la hipótesis que las citoquinas y un estado inmunitario proinflamatorio están involucrados en la patogenia de la depresión mayor.
Lo biológico y lo social interactúan complicando la situación
Los estudios entre una buena salud mental y un buen sistema inmunológico, sugieren que la promoción de una buena salud mental dirigida a recién nacidos, lactantes, infantes niñas y niños, no solo puede tener éxito en el corto sino en el largo plazo. Pero ese efecto, no puede ser el esperado, sino se actúa a la vez sobre factores socioeconómicos y ambientales, que son determinantes para la incidencia y prevalencia de las enfermedades infecciosas y alteraciones en salud mental, en el hogar y en la comunidad. Por ejemplo, se ha encontrado que el estrés prenatal y materno, ya sea manifestado en forma de limitación económica, vivienda inadecuada o violencia en la comunidad, puede reducir el grado de inmunidad innata y adaptativa en el recién nacido. Se ha encontrado que diversos hábitos alteran la salud mental y esto el sistema inmunológico. Pero eso también podría estar asociado a dificultad de acceso a los servicios de salud. De igual manera una buena atención afectiva y protectora en varios aspectos de parte de los progenitores, es otro factor que incide en salud mental y protección del niño; de hecho, se ha encontrado que niños criados en hogares infantiles o asilos, o que viven en hacinamiento, son más propensos a adquirir enfermedades infecciosas y a tenerlas con varias complicaciones, que sus homólogos creados en hogares integrados y hábitat adecuados. En esos lugares, las infecciones, pueden causar un amplio espectro de síntomas psiquiátricos, por ejemplo, delirio, trastorno psicótico o trastorno del estado de ánimo. Los resultados de un estudio prospectivo de registro danés basado en la población y en 3.6 millones de personas nacidas entre 1945 y 1996 respaldan la opinión de que una infección o enfermedad autoinmune, aumenta significativamente el riesgo de un trastorno depresivo.
Un nuevo programa de salud infección-salud mental
A pesar de que las amenazas de infecciones y enfermedades infecciosas han disminuido, la prevención y el control de las mismas aun demanda de su constantemente vigilancia e intervenciones para su control y esto sigue siendo piedra angular de los programas de salud pública. Pero a medida que se descubren nuevos hallazgos de la relación entre Salud Mental-Infección, al igual que con la relación Nutrición-Infección, se vuelven más importante que el sector de la salud, asegure acciones integrales con este nuevo conocimiento y los tomadores de decisión, coloquen recursos para que ello pueda realizarse.
Es importante que la promoción de uno y otro aspecto: infección y Salud Mental, abarque modelos de procesos de mejoramiento de un estilo de vida con modelos de educación adecuados y a todas las edades, comprendiendo en esos modelos, los aspectos biológicos a la par de psicológicos y sociales, que determinan la Salud Mental y el control de las infecciones y cuidados en esos aspectos. Ante ello, la formación del profesional y del técnico en salud, demanda de una enseñanza y entrenamiento que reúna en procesos causales y explicativos, los factores biológicos como genéticos, funcionamiento inmune, inflamatorio y otros sistemas, y la forma que estos tienen de interactuar con entornos sociales físicos y mentales, como pobreza, abandono, abuso, violencia, medios ambientales. En ese sentido, la atención adecuada Salud Mental-Infección, demanda en estos momentos de nueva aplicación de conocimientos a una nueva práctica médica y de salud, que exige de colaboraciones intersectoriales y la promoción de cambio de políticas y programas y servicios dentro del sistema de salud que deben llegar con suficiencia y calidad, especialmente a quienes viven en situaciones sociales y ambientales considerablemente adversas.