Desde hace décadas, la globalización ha motivado cambios en las instituciones dedicadas a la salud, tratando de que muchas personas puedan asegurar y afirmar acceso a través de ellas, a una salud y bienestar lo más óptimo que se pueda. Pero lograr un buen sistema de salud tiene dos caras: proveer servicios y atención  universal y eficiente y dar y entrega de servicios culturalmente aceptables. En otras palabras: una cosa es lo que se oferta, que depende de tecnologías y conocimientos científicos y otra lo que culturalmente cree de la medicina y su forma de entenderla y manejarla, la población.

Puede afirmarse que en nuestros días, la historia de los pueblos ha dado lugar a una gran diversidad cultural de tipos de atención médica, a la par de una nueva compresión de la salud y la enfermedad. La heterogénea composición de los tipos de servicios de salud y del comportamiento de la salud-enfermedad, produce personas, grupos sociales, culturas, grupos de edad y géneros con diferentes necesidades, que exige de la técnica y de la ciencia no solo analizar e informar de la eficiencia y eficacia del éxito de determinadas concepciones, situaciones y aplicaciones, sino de nuevas formas de cooperación entre ellas, incluso en el ámbito de la gestión de conflictos que suelen darse.

En un país como el nuestro: multi en lo étnico, cultural y en sus clases socio económicas, uno de los grandes desafíos que tiene el sistema de salud consiste sin duda, en desarrollar la cultura organizativa y las estructuras de dirección del sistema, de modo que surja una identificación de sus objetivos y tareas y responsabilidades, teniendo en cuenta la diversidad que existe en la población, tanto de acceso como de consumo de tecnologías médicas; pero también de encontrar caminos comunes, y adaptarlos a la cultura del sistema de salud y a sus costos. De la solución de esta cuestión, depende, entre otras cosas, el éxito de muchos de los programas del sistema.

La mejor manera de generar valor añadido en el sistema a partir de esta diversidad y heterogeneidad técnica y cultural, es contar con una dirección basada en estructuras descentralizadas, junto con la delegación de responsabilidades, el derecho a intervenir en las decisiones relativas al lugar de trabajo (no es lo mismo hablar de barrios urbanos como lugar de acción, que de industrias, de áreas rurales o centros educativos), así como la participación en los beneficios (que indudablemente está en función de vulnerabilidades y riesgos y también de enfermedades) de  y el diálogo (que debe hacer quién y cómo) entre los representantes de los distintos intereses (profesionales y técnicos, publico, políticos). En otras palabras, deben encontrarse caminos para una cooperación constructiva entre las distintas divisiones y planos de acción, promover un sentimiento de pertenencia a una comunidad, y cada uno de los miembros del personal debe ser valorado y recibir apoyo.

Esta manera de entender diversidad, heterogeneidad y equidad, fundamento de una política de globalización de la salud, plantea exigencias de gran alcance a la dirección, tanto para conservar la sostenibilidad del sistema a la vigilancia-detección-atención, por un lado, como para sustanciar su legitimidad ante la sociedad, por el otro. Esta tarea no resulta fácil, como se demuestra en la práctica y resultados que arrojan los distintos sistemas de salud que operan alrededor del mundo, y se complica aún más, debido a las consecuencias económicas de la actual crisis económica y la falta de orientación y pérdida de valores en la sociedad, que provocan la inseguridad y el miedo y la falta de solidaridad, elementos fundamentales para que el sistema logre funcionar como es debido.

Sin embargo, la diversidad cultural, ofrece una gran oportunidad para el éxito del sistema. Un sistema de salud, que en su organización utiliza correctamente la diversidad cultural, fortalece la cultura de salud dentro de la población, mejora su reputación, optimiza recursos y eficiencia, promueve la motivación y la creatividad y, por ende, la innovación y eficiencia del personal y del sistema. La atención a la epidemiología nacional e internacional, requiere formas modernas de empleo de la ciencia y la técnica, adaptadas a las patologías de la época, que permitan por un lado al personal, utilizar su identificación y sus competencias con éxito y de modo significativo, independientemente de edad y género y cultura y por otro, a la gente ser receptor de algo que entiende, necesita, aprecie y la haga participar. El requisito para ello es el respeto a las personas y otras culturas; de su historia y sus experiencias, pero también el reconocimiento de las peculiaridades de ciencia y técnica para atacar la problemática que surge de esas necesidades de atención a la salud y las enfermedades

La salud y la enfermedad, son procesos en constante dinámica e interacción entre sí, que demandan de vigilancia permanente de sus cambios y razones de estos (para eso existe la disciplina de la epidemiología) y por lo tanto, el sistema de salud necesita de un espacio organizativo y funcional en que se puedan implementar la eficiencia, la motivación, la creatividad, la identificación y la responsabilidad y demostrar sus efectos. Hace 80 años, el Dr. Herrera, un guatemalteco salubrista dirigiéndose a sus colegas se quejaba: Como siempre he afirmado, la sanidad está formada por una gran familia, y como pasa en las grandes familias, existe una fecunda pluralidad de intereses, necesidades, formaciones y problemas. Como familia tenemos unas responsabilidades con nuestra sociedad y nuestra comunidad, que nos distingue de otros haceres humanos, pues tenemos que lidiar con la vida de las personas y de este hecho yo me siento especialmente orgulloso pero no veo lo mismo en muchos colegas y compañeros. La diversidad de culturas y comprensiones se refleja en nuestra sociedad, pero también en nuestra casa y despierta preocupación cómo cada quien trabaja en aras de sus intereses y no de la gran carga de responsabilidad hacia los hombres y mujeres de este país, muchos no cumplen con sus cargos de gran responsabilidad. Nuestra plantilla se guía más por el que decir político que científico y eso debe cambiar. En los últimos años hemos realizado gran esfuerzo por mejorar laboratorios y técnicas de campo sin embargo, son insuficientes, y a su debido uso y potencial no le pone atención ni el mismo colega y creo que de sus bondades, ni siquiera nos hemos permitido enriquecernos como profesionales. Y entonces les advertía: Sólo la observación minuciosa que demanda de atención permanente puede en el futuro llevarnos a un hecho positivo. Y finalmente les hacía ver: con lo que hacemos y dejamos de hacer, en la mayoría de la gente la enfermedad ataca, evoluciona y se cura cuando quiere y no como debe; porque no estamos cumpliendo. La pregunta que uno se hace al leer esas acertadas palabras es ¿cuánto de lo señalado por el Dr. Herrera sigue siendo cierto aun en nuestros días?.

Vivimos momentos únicos. Y tal vez nada vuelva a ser como antes luego del COVID-19.  En tan sólo dos años, la comprensión y forma de entender la salud y la enfermedad por la sociedad científica, la salubrista, la población, ha sufrido una transformación rotunda, que implica la necesidad de creación de nuevas formas de entender y crear soluciones efectivas para afrontar la nueva realidad de salud. Una nueva realidad que está siendo precipitada antropomórfica y climáticamente y que en el sentido más amplio de la palabra, afecta: mundial, local, social y, en última instancia, también personalmente.

 

 

 

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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