Alfonso Mata
No hace falta decir que la esperanza de vida y la salud están estrechamente relacionadas, y que en prácticamente en todas las culturas, la mujer sobrevive más que el hombre sin salvarse de la paradoja de la salud y la supervivencia. Esta paradoja es interesante y muestra que el estado de salud de las mujeres se deteriora más con la edad pero viven más; podemos decir que envejecen más pero peor que los hombres. A eso algunos científicos le llaman “conflicto sexual intralocus”: genes que benefician a un sexo pero dañan al otro. O mecanismos genéticos que tienen y relacionan aptitud reproductiva con salud y reproducción actuando de diferente manera a cierta edad en los sexos. Los investigadores utilizan modelos matemáticos y datos experimentales sobre moscas para demostrar tales eventos adversos y diferentes entre hombres y mujeres. Eso significa que en la especie humana, en las mujeres, el estado físico, la condición genética y fisiológica de su organismo y la salud a partir de cierta edad, pierden su conexión entre sí: recordemos que después de la menopausia, el estado físico en el sentido de la capacidad de dejar descendencia en ellas se vuelve cero. Pero en los hombres, esto no es así, pueden reproducirse mucho más tiempo que las mujeres. Y esto ¿porqué?
Recordemos que la selección natural, favorece a los más aptos y ese juego lo comandan los genes. Esto significa que hay genes que se conservarán y funcionarán en el genoma humano y permitirán que los hombres se mantengan sanos a una edad relativamente avanzada. Pero en el caso de las mujeres eso no aplica, existen restricciones genéticas, ya que simplemente no existe función reproductora a partir de cierta edad. De ser así como lo definió el profesor David Hosken: Los genes compartidos unen a los sexos en un tira y afloja evolutivo.
Entonces, si hay un comportamiento genético que mantiene la salud de los hombres en la vejez, pero empeora lo femenino y ello tiene un fundamento reproductivo, entonces ese gen permanecerá en la población, la selección natural no lo destruirá: después de todo, hace que los hombres mayores sean más saludables y, por lo tanto, más adaptados, y en la salud de la mujer ya no juega importancia eso. Teóricamente, el problema podría haberse evitado, si hombres y mujeres tuvieran genomas diferentes, pero todos tenemos el mismo genoma (por genoma debemos referirnos a un conjunto de genes que realizan tal o cual función; las variantes de estos genes pueden ser variadas y diferentes de individuo a individuo).
No se asusten: por supuesto, que existen genes que aumentan la aptitud y la salud de la mujer y ello siendo y actuando diferentes a lo largo de su vida, y que no funcionan bien para el cuerpo masculino y viceversa. Pero esos genes que no parecen funcionar bien en su tercera edad, sí importan mientras una mujer permanezca en edad reproductiva. Hay por consiguiente, algunas variantes de genes que son favorables para los hombres, otras para las mujeres, y en el curso de la evolución se forma un cierto compromiso. Sin embargo, después de la menopausia, solo los genes que son buenos para la salud masculina, incluso si no lo son para las mujeres, siguen siendo importantes para la evolución. Esta hipótesis geneana, utilizando un modelo matemático y en experimentos con moscas, parece confirmarse en los mamíferos; los genes que permitían que los machos se reprodujeran en la vejez son perjudiciales para el bienestar de la salud de sus hembras de la misma edad.
Por supuesto, aquí no se debe olvidar la diferencia entre las moscas y las mujeres. En fin, solo es una explicación mas que debe consolidarse con mejores argumentos. Sin embargo, hay un hecho que está ahí; una vez que las hembras llegan a la menopausia, ya no se reproducen para transmitir sus genes, lo que significa que la selección (que tiene que ver con la reproducción) de las hembras se debilita enormemente y eso es en parte producto del funcionamiento genético. Pero lo cierto es que la evolución y selección no se detiene y si en la actualidad tenemos en cuenta el papel que las abuelas están jugando en el cuidado de los niños en nuestro medio debido a las condiciones laborales que demandan a la mujer, entonces, tal vez, en el futuro, la evolución dé un paso más y agregue salud a las mujeres mayores, a menos que, por supuesto, lo hagamos nosotros mismos con la ayuda de biotecnología, cosa que va camino a ser verdad.
Por otro lado, cabe preguntarse cómo eran las cosas en los viejos tiempos: hace cien, doscientos, trescientos años, antes, cuando tanto la medicina como las condiciones de vida en general eran notablemente peores, ¿había tal diferencia en la duración de vida? ¿Existe y existía tal diferencia en todas partes? Si tomamos estadísticas de diferentes países con diferentes niveles de desarrollo, ¿podemos encontrar en todas partes que las mujeres vivían y viven más tiempo?
Bien, las investigaciones usando registros antiguos de poblaciones tan lejanos como 1700, muestran que efectivamente era así: las mujeres con mejor esperanza de vida. La segunda respuesta sobre las diferencias, lo que muestran es que, la esperanza de vida en diferentes poblaciones, tanto en Japón como en Suecia de centenarios, es aproximadamente la misma:, la proporción de la mayoría de las personas que se van a otro mundo a una edad en la que podemos decir que se acerca a los 80 años o han pasado recientemente de 90 es similar (estamos hablando de un intervalo, y no de picos individuales de mortalidad con un «mínimo» estadístico entre ellos). En segundo lugar, las personas de los países industrializados no solo viven más que las que continúan llevando el estilo de vida de los cazadores-recolectores, sino que la brecha en la esperanza de vida de la población de los países industrializados con los cazadores-recolectores es mayor que la brecha entre los propios cazadores y los primates. Por lo tanto, una persona de un país civilizado vive en promedio 30-50 años más que un cazador-recolector, mientras que un cazador vive solo 10-30 años más que los simios.
Y, finalmente, mujeres mayores siempre hay más, y esto se puede observarse tanto donde viven mucho tiempo, como donde no vivieron mucho, y no solo entre los humanos, también en los primates. Además, es curioso que entre las poblaciones de simios y en aquellas poblaciones humanas donde viven relativamente poco tiempo, la diferencia en esperanza de vida entre machos y hembras resulta ser menor.
Obviamente, teniendo en cuenta esos paralelismos simios-hombres, los datos apuntan a que la longevidad de las hembras surgió en la evolución hace mucho tiempo, incluso antes de la aparición de los homínidos. Las razones de este estado de cosas aún no están del todo claras: alguien dice que todo está en el comportamiento de los hombres que son propensos a comportamientos de riesgo, alguien cree que la vida masculina se acorta por el exceso de testosterona, que estropea el sistema inmunológico; También hay una versión según la cual la muerte más temprana de los machos se asocia con mutaciones en las mitocondrias, que son inofensivas para las hembras, pero afectan gravemente a los machos. Aun hay mucho por entender el tema. La cosa todavía necesita de mucho estudio.