Alfonso Mata
En los últimos 50 años, la historia de la salud pública mundial ha girado fuertemente en torno a la controversial salud y enfermedad en su plano teórico y práctico, a tal punto que en la actualidad, el mundo cuenta con un sinnúmero de sistemas de salud, que han contribuido en algún nivel a mejorar la salud de las poblaciones pero aún dentro de marcos de inequidad, injusticia y desigualdad de tal manera que unos logran tener acceso a una buena salud y otros no; unos logran mayor éxito que otros pero pocos se aproximan a las metas deseables. En los últimos 50 años, la minería en nuestro medio ha alcanzado proporciones incalculables.
Tres hechos son fundamentales para entender el mejoramiento de la salud y su larga caminata: 1º Científico, del cual no hablaremos en estos momentos, 2º Tecnológico, del cual tampoco hablaremos hoy y el 3º El político, del cual si hablaremos.
A nivel mundial hay tres eventos políticos que permiten entender los cambios de salud:
1º A partir de la Asamblea Mundial de la Salud de 1977, los representantes de los Gobiernos miembros acordaron que «la principal meta social de los gobiernos y la OMS debería ser alcanzar para todos los ciudadanos del mundo, para el año 2000, un nivel de salud que les permita llevar una vida social y económicamente productiva». A la fecha, esa resolución ha tenido diferentes grados de cumplimiento por los gobiernos a pesar de que un año posterior en Alma Ata (1978) se enfatizó que la Atención Primaria era el camino para alcanzar estos objetivos, como parte de un desarrollo general con espíritu de justicia social. Esta resolución ha venido ampliando el tiempo de su cumplimiento con los años.
2º A partir de esos dos eventos, casi todos los países del mundo establecieron metas precisas en términos de mortalidad general, expectativa de vida al nacer, comportamiento de la natalidad, estado nutricional, control de enfermedades crónicas, así como de cobertura de sus programas para lograr lo anterior como: inmunizaciones, agua potable, disposición de excretas y de servicios de atención médica, para todo grupo de población. Nunca se mencionó con claridad protección ambiental.
De tal manera que la Atención Primaria fue concebida por el sistema nacional de salud (SNS) como una estrategia de transformación del modelo asistencial; como el conjunto de acciones «sectoriales e intersectoriales» orientadas a la transformación de las condiciones de vida, sobre todo de los grupos de población «postergados». Lo ambiental, quedó relegado.
3º Este conjunto de definiciones y compromisos universalmente aceptados como valoración normativa, chocó en nuestro medio con un conjunto de limitaciones socio políticas, limitando que los fundamentos teórico-metodológicos del modelo llegará a todos, dejando abiertos y sin cubrir, el gran espacio que ocupa dentro de la salud lo ambiental y teniendo por décadas esa atención primaria, un comportamiento caracterizado por su inequidad y desigualdad en oportunidad de desarrollo de salud para todos, que no le permite asumir la problemática de salud-enfermedad como expresión de las condiciones de vida de diferentes grupos de población, y realizar articulaciones con los procesos sociales y ambientales más generales. En tal sentido, podríamos decir que alrededor de la mitad de la población, no logra satisfacer el marco de salud establecido desde hace décadas.
Pero no es el sistema de salud, su operar, el problema central de la falta de salud. Este se ve acompañado por una crisis ambiental y climática, económica y social en que hemos caído, gracias a un sistema político basado en privilegios y usurpaciones, atomización institucional y desequilibrios de poder y de uso de recursos, que busca satisfacciones personales, que han facilitado, como una de sus consecuencias, un deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de los grupos de población y, al mismo tiempo, una tendencia a la reducción sustancial del gasto per cápita directo en salud y en proyectos sociales por parte del sector oficial y privado, con el consiguiente traslado progresivo de la responsabilidad de la salud y con un enfoque fundamentalmente curativo, que recae sobre el presupuesto familiar.
En este contexto, se ha hecho cada vez más evidente que las metas de salud internacionales y los objetivos de las estrategias, son difícil de alcanzar para la mayoría de la población Guatemalteca, pues no es prioridad ni gubernamental ni institucional, que ocurran cambios sustanciales en las políticas sociales y ambientales generales, acumulándose así una DEUDA SOCIAL, AMBIENTAL y SANITARIA creciente, que pesa como costo social del servicio de la deuda financiera.
4º Finalmente tenemos como factor predisponente, la falta de políticas adecuadas respecto al manejo del medio ambiente y de su uso extractivo, que propicia no solo el empobrecimiento de poblaciones rurales y áreas urbanas pequeñas (aldeas, caseríos) sino de urbanas marginales, limitando no solo disponibilidad de recursos naturales y producción alimentaria sino dañando condiciones ambientales de vida (contaminación de suelos y aguas, destrucción de nichos ecológicos, diseminación de químicos dañinos a la vida) y aumentando factores de riesgo; todo ello debido a prácticas indebidas agrícolas y de extracción mineral, altamente contaminante y destructiva, que conllevan a la vez a conflictividades socio ambientales de gran impacto en la salud de las poblaciones. Situación que va acompañada de debilidad política e institucional para atender esa problemática que, consiguientemente, muestra baja capacidad de respuesta debido a la alta atención en el manejo intereses muchas veces internacionales e individuales, ajenos con el bienestar de la población.
Todo ello en lugar de fortalecer, ha contribuido a debilitar el poder legitimador dado por la Constitución y las leyes, para implementar un modelo de salud y bienestar nacional, forzando a que todos esos ámbitos interactúen entre sí, para dar vida a un círculo vicioso de accionar conjunto de debilidad institucional, ambiciones personales, crecimiento económico desigual, marginación social y la degradación ambiental; situación que incuba de manera permanente, problemas de salud y fortalecimiento de enfermedades.
Es pues evidente, que cambios en los estamentos técnicos y propuestas de reestructuración y cambio en las políticas de salud, solo puede darse si se enfoca esta política de salud, a una visión global e integral de bienestar social, ambiental y económico, de manera más justa y equitativa. De lo contrario, la «planificación normativa» en salud, seguirá siendo reducida y entendida a simples dimensiones formales de dadivas públicas a través de los Ministerios de Salud y un IGSS marginal; enfáticas en curaciones y no prevención y atención a la salud, sin que se abran espacios para los desarrollo de un verdadero «pensamiento estratégico en salud» basado en «derechos» y de su planificación multiatención, permaneciendo tales desarrollos, restringidos a espacios académicos o de oposición política de poder.
Es pues de urgencia nacional, romper las concepciones tradicionales de salud y enfermedad y abrir espacio a desarrollos conceptuales y metodológicos más integrales, que permitan considerar al SNS una explicación e interpretación real de la complejidad de los procesos determinantes del fenómeno salud-enfermedad y de superar la visión simple y unilateral, de describir y explicar las relaciones salud enfermedad, como la búsqueda prioritaria del tratamiento curativo de enfermos y en un segundo plano de enfermedades, como es de notar en los presupuestos y programas de salud nacional.
Los políticos y la sociedad, tienen la obligación de desarrollar un SNS con mayor potencialidad, para movilizar recursos de poder con miras a obtener cambios favorables en las condiciones de vida y perfiles de salud de diferentes grupos de población, articulados con los desarrollos de disminución de la conflictividad social y ambiental.