Alfonso Mata

Desde el inicio de la COVID-19, se dijo que iba a necesitarse realizar decenas de miles de pruebas de positividad por día, y eso no solo para decirle a usted –tiene o no Covid y tratarlo, sino para establecer control sobre la propagación del virus –afirman los expertos en enfermedades infecciosas, añadiendo sus voces a un coro nacional que pidió aumentar drásticamente el ritmo de las pruebas en todo el país, sin lograr el eco esperado de parte del sistema nacional de salud (SNS). De tal manera que la propagación del virus se realizó a una escala que se volvió incontrolable y como resultado de ello, muchísimas muertes que pudieron evitarse se produjeron.

Cuál es la causa de ello: tanto los políticos como la sociedad, nos hemos negado a aprender las lecciones de preparación ofrecidas por el cólera, la influenza, el dengue el ébola, el SARS, la misma desnutrición. El hecho fundamental es … que no nos centramos en la preparación y prevención; no nos centramos en la reacción. Tenemos un sistema político y una organización social centrada en la reacción ante eventos naturales y sociales. Cada vez, una y otra vez, esperamos a que se den y consumen los hechos. Y hay tantas cosas que podríamos prevenir y mantener en su lugar a menores costos y que no hacemos.

Si vamos a los hechos, fue una hazaña increíble del SNS, haber detectado en buen tiempo el primer caso y actuado, pero el SNS no poseía un control adecuado de trabajar detección-acción y en consecuencia, luego de algunas semanas  y de tener la oportunidad de estar muy por delante del juego viral,  después de tres meses de un control bastante aceptable, todos los controles salubristas, financieros, sanitarios se enredaron en problemas sociales, corrupción y escasez de productos clave, así como en trámites burocráticos e incapacidad y mentiras, para permitir que el virus empezara a circular a su antojo,  llevando al derrumbe al SNS.

Durante los primeros meses de pandemia, la administración Giammattei primero prometió, luego empezó a excusarse y finalmente se alejó del manejo adecuado de la pandemia para caer finalmente afirmando a los cuatro vientos, que el manejo de la pandemia era un fracaso de la sociedad no del gobierno.

En la actualidad las vacunas son lo único que ofrece algo de esperanza, pero el daño ha sido hecho, un daño que trasciende la salud y que incide en todos los aspectos y contenidos de estilos y modos de vida desfavorable para la mayoría.

En estos momentos, aliviar la crisis del sistema de salud, aliviar el dolor humano, económico que sienten las empresas y los trabajadores y la educación, la producción y la interacción social, se ha vuelto un reto que trasciende lo político y deja vacías arcas públicas y privadas y se avecina un tsunami social y político, que será largo al igual que la pandemia. Y lo más triste en medio de ello: no existe un grupo de trabajo, mucho menos un diálogo nacional que esté reevaluando una posible reconstrucción del sistema de salud y genere las recomendaciones al respecto. Se habla de un presupuesto sin plan adecuado al respecto, no hay participación seria y viable de los medios académicos ni científicos y una emisión de pautas sobre los pasos que podrían prevenir: primero que continúe la epidemia y segundo la recuperación del maltrecho SNS.  No hay nueva forma de pensar en torno a esos dos problemas, mucho menos de prevención en otros aspectos de la salud que se han exacerbado como la desnutrición, la salud mental y las enfermedades crónicas. Estos son tiempos sin precedentes para los fenómenos sociales, económicos que no enfrenta como debiera al sistema político y por ser reactivos en nuestra forma de entender y reaccionar a la problemática nacional y en el hacer político, no podemos atender de forma adecuada lo que sucede y tampoco reaccionar a ello, equilibrando lo emocional con lo racional que demanda la situación, cayendo al fina mejor en un “dejar pasar”. Como siempre, vivimos llenos de esperanza. Ojalá y finalmente por cansancio o por lo que sea, se encienda un cambio en los valores de las personas y en su disposición a participar activamente dentro de la construcción de su futuro, que significa participar colectivamente en las soluciones, aunque eso signifique amarrar el cinturón de deseos cada uno y dar lugar a la respnsabilidad.  La solución de la situación nacional, necesita de decisiones individuales y colectivas que van más allá de la denuncia a la acción e intervención inteligente, justa e integral en varios campos del saber y el hacer.

No cabe duda que es bueno llenarnos de esperanzas con la vacuna, pero nuestros problemas de salud van más allá de la COVID-19. Lo primero es establecer expectativas razonables, porque detrás de las manifestaciones públicas y los gritos está el estrés por algo que se carece. La pregunta es ¿Cómo podemos regular la situación tensa que vivimos en salud y bienestar?. Sabemos que a lo largo de décadas hemos esperado un debate y solución al respecto y la realidad es que se ha escuchado, pero no actuado. Los debates han sido como un insulto frustrante para pueblo y academia y eso se aunque se ve como una amenaza, lo que ha desencadenado es una respuesta más de huida que de lucha (de nuevo la sombra del comportarse reactivo). En ambos casos  (huida o lucha) lo que hemos obtenido es un modo de supervivencia, y cuando estamos en modo de supervivencia, no pensamos en soluciones creativas eficientes; nos domina lo emocional e instintivo que desencadena violencia de todo tipo. Es más que evidente que la sociedad en estos momentos, no esté haciendo mucho ruido en cosas de salud y en otras tantas que le afectan y que no le dejan llegar a un estilo de vida adecuado. Pero esa sociedad está lejos de estar tranquila o buscando mejorar la situación: está en congelación dirían los psicólogo(as). El objetivo en este momento debe ser crear un espacio para encontrar un término medio de solución que no existe y que debe comandar la propia sociedad pues esperarla del estado es ilusión.

Como dicen los expertos, es difícil predecir el cronograma de la pandemia, ya que esta lo define la interacción entre la protección de la vacuna, el comportamiento y evolución del virus, el contacto social y la transmisibilidad; pero lo que resulta evidente es que vamos hacia que esta se convierta en endemia es decir que permanezca entre nosotros, que continúe circulando en los meses y años venideros. La visión optimista de este acontecimiento es que suficientes personas obtendrán protección inmunológica de la vacunación y de la infección natural, de modo que habrá menos transmisión y muchas menos hospitalizaciones y muertes relacionadas con COVID-19, incluso cuando el virus continúe circulando. Esa visión exige y subraya la necesidad crítica de mejorar nuestra infraestructura de salud pública nacional y global y nuestros  sistemas de vigilancia para monitorear y ayudar a responder al inevitable próximo virus pandémico potencial. Debemos entonces y en serio, pasar de un sistema de salud reactivo a uno activo preventivo. Solo anticipándonos a la línea de tiempo para el cambio esperado de COVID-19 y de cualquier enfermedad, podemos controlar nuestra  salud.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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