Alfonso Mata
Muchas veces a los médicos nos confunde la decisión de nuestros pacientes de alcanzar la máxima satisfacción a través de tratamientos denominados “medicina popular, tradicional” pues desconocemos si es efectiva nomás por referencias de otros y eso nos incomoda y produce tristeza, especialmente cuando sabemos de tratamientos altamente eficaces que por ello se dejan de usar. Esa selección voluntaria y electiva y sin justificación del paciente o su familia, nos molesta.
La diferencia fundamental entre el tratamiento del médico y de la medicina tradicional es que la terapia del médico, por lo general, ha sido probada y testada en cuanto a su beneficio, complicaciones etc., a diferencia de la tradicional de la que no sabemos cuánto ésta contiene de cierto o de daño y alimenta de falsedades o ilusiones. Cómo no sentirse como médico abandonado, cuando la guerra contra la enfermedad del paciente se convierte en guerra de tratamientos también.
Cuántos pacientes sin razonar correctamente sino porque lo dijo alguien en que confía o tiene amistad sin argumento correcto por detrás de su decisión, no se pone una vacuna o sigue un tratamiento. Lo crea o no usted: hay momentos en los que realmente los médicos no desearíamos saber lo que se viene al no estar el paciente en lo cierto: “el caso se agravará y entonces le saldrá el tratamiento más costo y menos seguro de obtener buenos resultados”. Claro que el médico es humano y se siente como tal y, por lo tanto, es perfectamente capaz de equivocarse. Pero por supuesto, sabemos que ese tipo de equivocación en ciertas enfermedades rara vez ocurrirá sin tratamiento apropiado e incluso cuando sabemos que tenemos la razón, en el fondo esperamos no tenerla y que el paciente que no confió se cure; y en el fondo siempre esperamos que ese crédulo en algo no demostrado, entre pronto en razón y abandone lo que amenaza su mejor oportunidad de supervivencia y calidad de vida y opte por la medicina basada en la evidencia.
Ciertamente, esa era la esperanza de un colega especialista en cáncer (una enfermedad en que se suele ver con frecuencia cambios de actitud del paciente hacia el tratamiento) quien me narraba lleno de congoja dos casos acaecidos en una semana. La última vez que vi al paciente X le estaba yendo bien con el tratamiento, súbitamente me dijo que lo descontinuaba, porque luego de hablar con alguien, entró en pánico (no financiero) con el tratamiento que le daba y se avino a un tratamiento tradicional, ante la aseveración de que la nueva terapia funcionaría para reducir sus tumores a cero además de que no se le presentaría jamás algún otro cáncer y eso le resultaba más atractivo y barato. El paciente lo perdí y al poco tiempo la esperanza de este se la llevó la muerte.
El mismo colega, también en una semana sufrió otra desilusión con una niña víctima de cáncer, una niña, cuyos padres rechazaron luego del diagnóstico cualquier terapia en favor de una «medicina alternativa dudosa» en pro de un tratamiento alternativo tradicional a base de hierbas y minerales. Desafortunadamente, el colega fue de nuevo visitado por los padres y la niña, ahora con el parecer de los padres de seguir las terapias recomendadas por el colega pero fue ya demasiado tarde, la niña no soportó ni los primeros pasos del tratamiento y falleció. En este caso el malestar del colega, se vio aumentado por la forma en que el padre se comportó. El padre además de abandonar el tratamiento, había desarrollado un blog, por cierto muy popular, instando a otras personas a que buscaran tratamientos alternativos contra el cáncer, en la que advirtió sin rodeos, mayores beneficios de terapias alternativas presentándolas como exitosas, a base de casos sacados de otros blogs; incluso afirmaba el padre que los tratamientos tradicionales se hacían con seguimiento y monitoreo (sin mencionar cuáles) de éxito más riguroso de lo que exigen la mayoría de los programas contra el cáncer de los médicos e incluso colocó una foto de su hija en que afirmaba «está muy bien, como pueden ver, pero todavía no está libre de cáncer, así que todavía hay una batalla que ganar» y reforzaba sus argumentos de que si uno desea controlar un tumor, los exámenes médicos no siempre son fiables y no permiten seguir cómo uno se siente y que cuando uno se siente mal, puede que sea demasiado tarde. En cambio con las terapias alternativas los malestares desaparecen y concluía recomendando «Pruebe las alternativas tradicionales primero”. Al morir la niña, el padre cerró el blog.
Es necesario saber que los médicos y la medicina actual, tiene formas de monitorear absolutamente no solo el progreso del cáncer como enfermedad sino los impactos del tratamiento y sus posibles secuelas o daños secundarios, para que no se termine muriendo por falta de información. Con la medicina tradicional, eso no es posible. No está nadie seguro del tratamiento y su efectividad, en cambio el médico ahora tiene pruebas de los resultados de antes y después de su tratamiento.
Es cierto que no se necesita un psíquico para saber que todo tratamiento al iniciarse, le deja al enfermo una sensación de que todo va bien, pero eso tiene su límite que en el caso del padre de la niña arriba presentado, fue aún más lejos. Luego del fallecimiento de su hija, el padre afirmó en su correo, que lo que había sucedido a su hija se debía a que era un tipo de cáncer que se formaba con células tumorales que sembraban de manera excepcional y que ningún tratamiento, incluso el que estaba indicado para ella por los médicos había funcionado pues era un cáncer con «múltiples puntos calientes» de cáncer. Lo más angustioso fue la cantidad de respuesta que tuvo su correo, apoyando su razonamiento totalmente falso. La defensa del padre de esa niña, lleva a pensar de que hay una gran masa de personas que más que ver en la ciencia una explicación de cosas y uno uso adecuado beneficioso de la ciencia, la ven como una enemiga y es una ironía que el no conocer la ciencia y publicar cosas sin juicio correcto de ella, lo que provoca es desalentar la confianza en la medicina y alentar falsas esperanzas y reducir las expectativas de controlar la enfermedad.
Por supuesto, en aras de la honestidad intelectual, debo reconocer que, incluso si la niña hubiera completado el curso completo, es posible que finalmente hubiera llegado a este triste punto final. Su tumor parecía ser agresivo. Sin embargo, si hubiera seguido la terapia, no hay duda de que habría tenido muchas más posibilidades de evitar este cruel destino, de hecho, confiesa mi colega con honestidad, al informar a pacientes y familiares acerca de posibles efectos secundarios a largo plazo de las terapias, es algo que a veces asusta a los padres y enfermos y les lleva a rechazar tratamientos médicos. El que la medicina tradicional no hable de complicaciones y efectos secundarios, hace más receptivos a esos tratamientos al público. Una oferta de ese tipo abre nuevas esperanzas de tiempos mejores por delante al público pero también cava fosas como vimos en los ejemplos que dimos.