Alfonso Mata
Equilibrio de los beneficios
Las vacunas no todas son iguales y actúan de igual manera: Algunas vacunas denominadas ARNm otras denominadas de vector y otras denominadas sub unidades proteicas, son las que se encuentran en el marcado. Este tipo de vacunas han sido preparadas para brindarle a las células corporales instrucciones sobre cómo producir protección contra la proteína S que se encuentra en la superficie del virus de la COVID-19 y el virus no puede penetrar y replicarse en el organismo. Las pautas actuales de los gobiernos e internacionales, recomiendan la vacunación de las personas elegibles con uno de esos productos, sin preferencia por ninguna.
Estas vacunas pueden variar en la magnitud de su efectividad inmunológica, la protección y su nivel en producción de infección y severidad de esta y los datos a la fecha también sugieren alguna variación en eso, aunque todas brindan una protección sustancial contra la hospitalización por COVID-19 por encima del 70%.
¿Las vuelve eso más inseguras?
Lo que vuelve las vacunas COVID-19 diferente a otras, es que la velocidad de desarrollo y su aprobación fue mucho más rápida debido a la emergencia de salud pública.
Los opositores a la vacunación continúan provocando una epidemia de desinformación sobre el COVID-19. Por lo tanto, no debería sorprender que los escépticos de las vacunas en todo el mundo estén haciendo sonar la alarma también sobre la vacuna contra la gripe como un peligro real en la pandemia de COVID-19. ¿Confundido? Bueno, resulta que los activistas contra las vacunas COVID-19 también lo están contra otras.
El comportamiento de la enfermedad difiere entre poblaciones
Así es; Donde se han realizado buenas mediciones epidemiológicas, se ha encontrado que la COVID-19 afecta de manera desproporcionada a las poblaciones de minorías raciales y étnicas y a los jóvenes con afecciones preexistentes, como asma y diabetes tipo 1. Además, una condición llamada “Síndrome Inflamatorio Multisistémico en Niños” (MIS-C) ha surgido como una complicación post-COVID-19.
Las vacunas COVID-19 protegen a las poblaciones vulnerables y reducen las complicaciones. En estos momentos, eso no ha cambiado y se suma que las personas no vacunadas de cualquier edad, son reservorios potenciales de nuevas variantes del SARS-CoV2. Sin personas a las que infectar, el virus pierde su capacidad de evolucionar hacia cepas más peligrosas; por ello la importancia de la vacuna. Los estudios de Israel y Public Health England encontraron que las personas infectadas antes de la vacunación completa, con una sola dosis tienen cantidades significativamente menores de virus y tienen un 50% menos de probabilidades de propagar el SARS-CoV2.
La gran controversia es que dejar a los adolescentes y niños sin vacunar, brinda una oportunidad para que el virus mute y se propague, dejando a la población mundial en riesgo. Esto es cuestión de riesgos, mayor con vacuna que sin ella, es el dilema
¿Qué se puede hacer?
Los cardiólogos, pediatras y sociedades médicas, continúan apoyando la vacunación, señalando que los beneficios superan con creces los riesgos. Pero un riesgo es un riesgo y se deben realizar esfuerzos para reducirlo.
¿Cómo se puede reducir el riesgo posvacunación?
Las vacunas COVID-19 desencadenan una potente respuesta inmune necesaria para la efectividad, pero las vacunas de ARNm son notablemente fuertes, particularmente en los jóvenes. Reducir la dosis, como se ha hecho para los niños menores de 12 años, o extender el intervalo entre dosis, podría atenuar la respuesta inmunitaria. Estos ajustes ya se han realizado en algunos países y pueden reducir el riesgo ya bajo, al tiempo que conservan los beneficios individuales y comunitarios de la vacunación.
Al igual que con todas las vacunas y medicamentos, se debe continuar el monitoreo posterior a la aprobación y se deben comunicar públicamente los cambios en las tasas de miocarditis o cualquier otro evento adverso. Los datos y los informes verificados, deben seguir informando las pautas de salud pública, incluido quién debe y no debe recibir vacunas y los protocolos para administrarlas.
Qué se demuestra y que no
En estos momentos, aunque las estimaciones de riesgo en la vacunación y los análisis de SARS-CoV-2 no son aun del todo claros, tanto por el tiempo pos vacunación como por las infecciones que continúan, algo puede aclararnos lo que ha sucedido a la fecha. Los eventos adversos a la vacunación pueden estudiarse desde dos puntos de vista: evaluarse por cada 100,000 personas vacunadas o por cada 100,000 personas infectadas, respectivamente. El ejemplo puede hacerse con la miocarditis, que ha recibido mucha atención recientemente, dada la preponderancia de casos notificados después de la vacunación entre adolescentes y adultos jóvenes y la incidencia de miocarditis observada después de la infección por SARS-CoV-2. En la cohorte poblacional del estudio, los cocientes de riesgo de miocarditis fueron 3.24 (intervalo de confianza [IC] del 95%, 1,55 a 12,44) después de la vacunación y 18.28 (IC del 95%, 3,95 a 25,12) después de Infección por CoV-2. También resulta convincente el efecto protector sustancial de las vacunas con respecto a daño renal agudo, hemorragia intracraneal y anemia, probablemente porque se previno la infección. Además, las personas con infección por SARS-CoV-2, parecen tener un riesgo sustancialmente mayor de arritmia, infarto de miocardio, trombosis venosa profunda, embolia pulmonar, pericarditis, hemorragia intracerebral.
Qué se puede concluir en estos momentos
Las discusiones sobre el balance beneficio-riesgo a menudo se enfocan en los beneficios de prevenir enfermedades sintomáticas, hospitalización o muerte por Covid-19 y por su lado se habla de los riesgos de eventos adversos graves después de la vacunación. Sin embargo, a medida que se destacan los eventos adversos específicos como la miocarditis, la falta de la correspondiente especificidad sobre los beneficios puede dejarse en la oscuridad. Las vacunas pueden asociarse con miocarditis, pero también pueden prevenir casos de miocarditis (y esto es mayor que la producción) o, lesión renal aguda, arritmia y enfermedad tromboembólica. La clave para comparar estos riesgos depende del riesgo de infección por SARS-CoV-2 para una persona individual, y ese riesgo puede variar según el lugar y el tiempo. Sin embargo, dado el estado actual de la pandemia mundial, el riesgo de exposición al SARS-CoV-2 parece ser inevitable.
Una limitación importante de los estudios, es la falta de estimaciones de riesgo según el grupo de edad y el sexo. Por ejemplo, la trombosis con síndrome de trombocitopenia ocurre predominantemente en mujeres adultas jóvenes que han recibido vacunas con vectores adenovirales contra el SARS-CoV-2, mientras que la miocarditis ocurre predominantemente en adolescentes varones y hombres jóvenes que han recibido vacunas de ARNm. Las comparaciones estratificadas por edad y sexo que reflejen factores epidemiológicos locales, podrían apoyar la comprensión pública de los diferentes enfoques para el uso de vacunas en diferentes países.
Otras limitaciones de los estudios incluyen la escasez de datos sobre adolescentes y niños más jóvenes, la suposición conservadora de que las vacunas no tienen ningún efecto sobre la transmisión y la ausencia de revisión de registros médicos para validar fenotipos computables (es decir, algoritmos utilizados para identificar una cohorte sobre la base de registros de pacientes).
Es indiscutible que el balance beneficio-riesgo debe ser reevaluado, refinado y comunicado a medida que cambia la carga de la enfermedad y surgen nuevas variantes, las señales de seguridad y la efectividad de la vacuna se alteran probablemente. El contexto importa, lo que significa que nosotros, como país, debemos estar preparados para el aprendizaje y el cambio continuos.