Alfonso Mata

Quiero empezar esta segunda parte de este tema con un caso contado por una amiga:

Mi madre fue un caso clásico de negación. Era una mujer de clase media, bien informada, que se cuidaba meticulosamente y tenía su médico de confianza. Nunca se nos ocurrió a ninguno de nosotros (incluido su médico) que durante años había evitado los exámenes ginecológicos. Cuando fue hospitalizada por un dolor de abdomen y estaba siendo preparada, una enfermera notó un olor especial y llamó la atención del médico. Sólo Dios sabe cuánto tiempo había tenido ese mal y se lo había ocultado a sí misma. En realidad, el diagnóstico pareció ser un alivio para ella. El médico le dio un pronóstico muy realista: «Usted ha tenido esto durante mucho tiempo, y nada se puede hacer a su edad», ella se sintió más que feliz, teniendo en cuenta que tenía 89 años y que su salud en general era mala. Murió en paz nueve meses después. Mi amiga termina: en ese momento no pude entender cómo pudo haber negado una condición tan obvia. Luego, un mes después de su muerte, yo misma me hice un Papanicolaou después de años de no realizarlo, y me diagnosticaron un cáncer de dos centímetros que, para mi sorpresa, pude sentir fácilmente una vez que me dijeron que estaba allí. ¡Y eso que soy médico!

OTRO CASO

Mi tío, hombre vigoroso e inteligente, fumador empedernido, se negó rotundamente a ir al médico cuando todos a su alrededor sospechaban que algo andaba muy mal. Aparte de golpearle en la cabeza y arrastrarlo a ir, no se podía hacer nada. Cuando estuvo demasiado débil para resistir, ya era demasiado tarde para hacer algo por su cáncer de pulmón. Estoy seguro de que esta era su intención. Siempre había sido una persona muy sana. Estar enfermo no estaba en su propia imagen y eligió morir en lugar de lidiar con el restablecimiento médico. Tenía más miedo al tratamiento que a la muerte o bien era tanto su orgullo de ser sano (a pesar de fumador) que no concebía ser un enfermo.

Con la actual pandemia, existen muchas historias que muestran que la negación lleva a un retraso en el diagnóstico hasta que el mal está muy avanzado. Algunos pacientes continúan negando su diagnóstico después de que un médico, o el test se los dice o están en pleno padecimiento y se niegan a la asistencia debida. Eso es más agudo en particular en los pacientes que no presentan síntomas o solo presentan síntomas leves. «Debe haber un error», se siguen diciendo a sí mismos. Son sumamente susceptibles a aceptar tratamientos.

Algunos pacientes luchan por sostener su negación; esto es muy agudo en los tratamientos y una fuerte excusa que ponen es y son, los efectos secundarios del tratamiento que leen y releen y aprenden de memoria, llegando a niveles de sugestión que los hace rechazarlos y generar manifestaciones reales de efectos. En fin y al final, algunos expertos también sospechan que una pequeña negación, es un mecanismo de afrontamiento psicológico acompañado de otros problemas. En otros, es un mecanismo de afrontamiento útil que les da tiempo para adaptarse a las malas noticias. Sin embargo, la negación puede tener resultados devastadores, cuando la dificultad de adaptación a la mala noticia se ve acentuada por el miedo que produce una enfermedad y, por supuesto, el miedo a la muerte, volviéndose más satisfactorio el negar tener eso y mantener misterioso (¿esperanza?) el efecto que tendrá en mí la enfermedad. Además, como ya dijimos antes, existe una visión negativa muchas veces por cuestiones religiosas, que propicia ventajosa la negación y que, naturalmente sublima el miedo u otra sensación como una bendición.

La experiencia familiar puede ser otro factor importante en la negación. Los antecedentes familiares son una pieza de información muy importante, ya que tener un familiar de primer grado que tuvo una enfermedad con fuertes elementos, es un factor de riesgo importante para desarrollar algunas enfermedades. Más si ese familiar falleció. Muchos de los parientes desde ese momento, empiezan a formar negación; más si ese pariente se derrumbó física y mentalmente y la evolución de la enfermedad fue dolorosamente obvia. Más si sus condiciones de vida eran limitadas, y no tenía seguro médico y había sabido ocultar su condición antes de ser tratado. En la negación, existe siempre más de una condición que suma.

En una entrevista televisiva respecto a su muerte por coronavirus, una persona expresó: «En algún momento, se dio cuenta de lo que le pasaba y decidió conscientemente ocultárselo a la familia, amigos y compañeros de trabajo. Eligió la muerte sobre la vida, todo por el deseo de no ser una carga».

Dejando a un lado el tema de cómo nuestro sistema de atención médica a veces impone decisiones sombrías a los jóvenes y adultos pobres que tienen la mala suerte de sufrir una enfermedad grave, me pregunto cómo esas personas aún en lo mejor de su vida, pueden tomar tal decisión y luego tener la fortaleza para seguir adelante a medida que avanzaba su enfermedad. Personalmente, hasta cierto punto, puede ser justificable en ciertas condiciones de vida, entender «que no quiera ser una carga para nadie como un no puede».

Un estudiante de medicina contaba: tras un prolongado declive, el abuelo murió hace unos meses. Sus últimos tres años fueron dolorosos de ver, ya que un hombre que alguna vez fue vital, que fue campeón de tenis y en su juventud y todavía jugó hasta bien entrados los 70 (incluso después de una cirugía de reemplazo de válvula hace 12 años), perdió lentamente capacidad para caminar (debido a estenosis espinal) y su memoria a corto plazo (debido a una demencia leve). Si no fuera por los medios económicos de su familia, sin duda habría terminado en un asilo de ancianos. Ciertamente no quería vivir así la vejez. Yo apenas enferme, no quiero que me traten nada, no diré nada.

Por otro lado, no todas las enfermedades degenerativas lentas de la edad son lo mismo. El caso de enfrentar la negación entonces puede cambiar. Para enfermedades degenerativas propias de la vejez, hay poca o ninguna esperanza de una mejora significativa, solo de detener o ralentizar la progresión. El caso contado por el estudiante, es de un paciente de alto riesgo y padecimientos. Hay muchas otras enfermedades que son tratables con una probabilidad relativamente alta de éxito si se hacen a tiempo y se descubren lo suficientemente temprano y, después del tratamiento, sus posibilidades de una vida normal son bastante buenas. El caso del coronavirus es buen ejemplo.

Se debe entender las causas de la negación. Debe por ejemplo uno preguntarse, cuánto del miedo de convertirse en una «carga» para la familia, es debido al aspecto financiero del problema y cuánto a la ignorancia de lo tratable que puede ser la enfermedad. En este campo, el trabajo de los Sistemas de Salud es todavía muy deficiente. Si el Sistema de Salud tuviera una manera de cubrir una enfermedad catastrófica al inicio, que no pusiera el temor de enormes facturas médicas impagables en los corazones de tantos que padecen, eso sería un gran avance. Lo trágico de ello es que en estos momentos, ni al político ni al Sistema de Salud, nada de eso le importa.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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