Alfonso Mata
Se ha dicho hasta la saciedad: las vacunas son la mejor solución disponible para controlar la pandemia de SARS-CoV-2 en curso. Sin embargo, ante el paso de tortuga que lleva la campaña de inmunización mundial, la aparición de cepas resistentes a las vacunas puede llegar demasiado rápido, imposibilitando el alivie las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia actual. Se sabe también que, sin una tasa rápida de vacunación, no disminuye la probabilidad de aparición de una cepa resistente y finalmente tenemos la evidencia, que con la relajación de las intervenciones no farmacéuticas, el aparecimiento de recombinaciones en el virus se ha dado y cambios en su trasmisión también. Entonces con una tasa de vacunación baja, la única cosa que queda para controlar la trasmisión y el número de casos, es la aplicación de políticas en que las personas deben considerar mantener intervenciones no farmacéuticas y comportamientos de reducción de la transmisión. Hagamos conciencia de nuestra responsabilidad y olvidémonos de tantas bolas
En las últimas semanas y con el aparecimiento de nuevos focos de agudización de casos y cepas en todo el mundo, otra ola de teorías de conspiración sobre la pandemia de Covid-19 se ha abierto. Primero se consideró que el virus fu fabricado y provocada su diseminación por el hombre teniendo como foco de origen Wuhan China “los chinos son los chicos malos”. Ahora se habla de un nuevo foco que involucra no solo gobiernos, sino industrias e incluso una nueva versión habla de mano religiosa en todo ello y se afirma que ya no es SARS-CoV-2 el patógeno sino otro.
Pero cuál es el embrión, el origen de todas estas teorías “conspirativas”. El embrión de una nueva clase de teorías de conspiración es el mismo que el anterior. Para muchos medios informativos y académicos fue un artículo de 2015 publicado en una revista muy seria como lo es “Nature” que incluso entonces, hace cinco años, causó un gran escándalo. Sus autores, estadounidenses y chinos del Laboratorio de Patógenos Especiales y Bioseguridad del Instituto de Virología de Wuhan, tomaron un virus aislado de un murciélago y el virus del SARS 2002-2003. Estos hombres dedicados a identificar y analizar las responsables de las proteínas y compuestos del ARN del virus, encontraron luego de trastear y trastear, la manera de hacer que el tal coronavirus fuera capaz simultáneamente de infectar ratones de laboratorio y células humanas (así como las de unos monos) y ese virus denominado “quimérico” resultante se denominó SHC014-MA15. Escándalo: una bomba viral se puede fabricar y surgió de nuevo la eterna duda: una fuerza natural puede desatarse y emplearse para el bien y para el mal. Si tenía razón de ser o no la manipuladera del virus, lo cierto es que armó una discusión más allá de la medicina. Es comprensible ante el peligro que representan los virus y que se demostró con las epidemias afortunadamente controladas del MERS, que era necesario adelantarse a su aparecimiento y era importante estudiar entonces qué podría provocar y hacer que un nuevo coronavirus como el SARS (lógico desde el punto de vista de la evolución) nos colonizara y por consiguiente se debía de antemano saber con quién y cómo se iba a lidiar con tal fenómeno. Después de todo, es necesario luchar contra ellos con una vacuna y debe elaborarse en un animal de experimentación o al menos en un cultivo celular. Por lo tanto, no hay nada de qué culpar a los entusiastas virólogos: objetivamente, tales experimentos son útiles y posible se hicieron pensando en estar listos.
Por supuesto, como es habitual en el mundo científico altamente competitivo y con diferencia de criterios éticos y morales, los autores del artículo fueron sometidos a las más severas críticas. La idea principal era: lo que habían logrado al crear un virus quimérico de este tipo, podría generar malos usos y controles del mismo, robos para otros usos y habiendo un mundo comercial tan competitivo y corrupto, generar negocios de todo tipo fuera como fuera e incluso inocentemente y negligentemente, su diseminación casual. En todos esos casos, era comprensible para todos que ello a lo que podía encaminar era a una epidemia. Y miren como son las cosas: en 2018, ya se había descubierto que existía una vacuna que podía evitar que el virus SHC014-MA15 ingresara al cuerpo del huésped (la vacuna se probó en ratones).
No adelantemos conclusiones precipitadas y por cierto, esa vacuna no sirve para atacar la penetración del SARSCoV-2. Esto muestra fácilmente que el virus quimérico que fabricaron chinos y americanos haya en China, nada que ver con el SARSCoV-2. Que el muchachito SARCoV-2 se desarrolló en una dirección completamente diferente a la de laboratorio en 2015. Se «adhiere» a las células humanas para obtener otra proteína, por lo que prácticamente no tiene sentido esa vacuna.
El virus no tiene rostro dirán algunos, lo mejoraron, pero la verdad es que para corroborar filiación entre los virus, es necesario comparar sus genomas. Igual que hacemos para la paternidad. Por lo tanto, un grupo de investigadores mundiales, decidió averiguar si el virus quimérico del 2015 (SHC014-MA15) es realmente similar al coronavirus de 2019 (SARS-CoV-2). Para hacer esto, compararon al progenitor del virus de 2015, con el coronavirus actual. Resultó que hay más de cinco mil diferencias de nucleótidos. En el SARS-CoV-2, solo hay 30 mil de ellos, es decir, en términos genéticos para los virus, estamos hablando de una diferencia muy grande como la que tendría un padre adoptivo con su hijo. Colorin colorado, no venía de ese virus. Pero faltaba aún más, otro hallazgo requeté importante, al mismo tiempo, el coronavirus relacionado con el SARS-CoV-2 que se encuentra en los murciélagos chinos difería del SARS-CoV-2 de la epidemia actual solo un 4% de los genes, menos de mil quinientos nucleótidos. Resulta que el virus quimérico se parece menos al que nos tiene en vilo que el virus «salvaje» de los murciélagos chinos. Finalmente la prueba de oro que tiene que ver con testar la transmisión el virus quimérico del 2015, este no se adhirió en absoluto a las células con la ayuda de la proteína ACE2. Usa «llaves» y manipula puertas completamente diferentes, diferentes proteínas para penetrar a un organismo. Entonces: hay poco en común entre el virus del 2015 y SARS-CoV-2 no solo en términos de genes, sino también en términos de la «técnica» de introducción en células humanas.
Y otra vía, otro laboratorio involucrado no es posible que pudiera crear SARS-CoV-2 de forma artificial. Esto último sí, pero no pasaría desapercibido. Entendamos: el mundo científico y más el tan reducido como es el virológico, todos se conocen y saben lo que hacen al igual que sucede entre los jugadores de una liga. Así que si la epidemia resultó tan fuerte, lo más probable es que la naturaleza actuó. Francamente es un guión bastante inverosímil, pensar que fue creación humana para socavar a los gobiernos mundiales, en un intento de sembrar el caos y la anarquía en todo el mundo. Que un grupo que no gusta de la civilización, intentara hacer algo así, suena a mucha “lica” diríamos los de la tercera edad; pero todo es posible, aunque si esa era la intención, fallaron: el SARS-CoV-2 resultó ser poco entusiasta: puede matar gente, pero no puede derribar la civilización. Así, aunque exista esa posibilidad, no cambia la forma en que debemos actuar para contener la pandemia.