Alfonso Mata

El egoísmo mundial: la peor pandemia. Seamos claros: los virus tienen sus propiedades que les facilita reproducirse contra viento y marea, pero la verdadera causa de lo que sucede en estos momentos con la pandemia COVID-19 es que el aumento también está impulsado por una mayor mezcla social y movilidad, el uso inconsistente de medidas sociales y de salud pública y la aplicación inequitativa de las vacunas y recursos contra el SARSCOV-2; esta es la principal causa y ¿por qué decimos la principal? Porque todo lo anterior no lo hacemos bien y menos combatir al SARSCoV-2 el causante de la COVID-19 con nuestra mejor arma: la inmunización que se ha convertido en botín para lo público y lo privado.

Que nos dice la ciencia y un sentido común: los logros obtenidos con esfuerzo están en peligro o se están perdiendo y los sistemas de salud de muchos países se ven desbordados y colapsados. Claro, el virus se transforma por todos lados sin pedir permiso alguno y lo que pudo y debió ser una estrategia global técnica y social, jamás se implementó, más bien se contaminó financiera y políticamente hasta el empacho, demostrando que la humanidad aún está muy lejos de poder actuar en sentido global con solidaridad en busca de beneficio para todos.

Veamos tan solo uno hecho actual: el negocio de las vacunas. Las vacunas se venden desde $3 hasta $19 o 22 por dosis a las naciones más pobres. Los convenios para acceder a las vacunas a través de un fondo mundial construido por la OMS para ello, se pasó por el arco del triunfo: los países ricos se apropiaron de la producción y los pobres acceden por vía directa y muchos de ellos para lograrlo, se endeudan; además de que como se viene anunciando, el precio por vacunas está o ya ha aumentado un 20% y todo fuera del esquema de COVAX y la alianza de vacunas GAXI, creadas para lograr equidad e igualdad en distribución y acceso. Aquello que se manifestó de que “Ningún país debería tener que endeudarse para pagar la vacuna” es y ha sido desde hace décadas pura retórica. El llamado mundial del año pasado, terminó en privilegios. Recién sabido que la vacuna era factible de producirse en grandes cantidades, no fue más que ilusión aquello de: “Por ahora, lo fundamental es el acceso al mercado, asegurar cantidades y empezar a vacunar” nunca se dijo quiénes y a quiénes pero se hablaba demagógicamente de globalización democrática. El resultado de lo anterior es que mientras las naciones más ricas avanzan con sus campañas de vacunación masiva (70% o cercano), el resto todavía está luchando por adquirirlas y funcionando a través de dadivas% (10-20% vacunados, en nuestro caso menos 5%). Dadivas que vienen llenas de compromisos y privilegios que beneficia al que es benefactor.

Las vacunas entonces: su precio, su adquisición y distribución, se hace según le plazca a farmacéuticas y gobiernos poderosos y bailan al son de la política, las finanzas y los intereses de las farmacéuticas, dejando muy atrás razones salubristas o humanitarias y si a eso sumamos la poca claridad en las negociaciones públicas, es lógico pensar que el costo puede variar hasta en un 100% y el criterio de precio de venta, queda en manos de las farmacéuticas.

Lo que no hemos concientizado con claridad el mundo, es que a causa de lo pequeño que este se ha vuelto en distancias y tiempo, alcanzar la inmunidad colectiva (vacunaciones por encima del 70% y no del 14% actual mundial) no es cosa de un territorio, pues una recombinante más virulenta del virus sin protección adecuada, se vuelve factible en cualquier rinconcito del mundo y esto es cuestión de tiempo. La gran pregunta es ¿se puede producir más vacuna en menos tiempo? Claro que sí, pero las patentes amarran al mundo ¡así de fácil! Somos la única especie animal que dependemos de un solo hecho para seguir adelante y todo eso acosta de la salud y ¡oh paradoja! otras vacunas usadas contra otras infecciones bajan su precio; de tal manera que lo que sucede con las vacunas contra el SARCoV-2 no es problema de ciencia o tecnología. La tecnología para producir las vacunas se ha vuelto relativamente simple y eficiente, y muchos de los fabricantes de economías emergentes, están en la capacidad de producir la vacuna a bajo costo y con una mayor competencia, con lo que el precio bajaría. Eso no ha sucedido debido al grito: “a enriquecerse al menor tiempo”; dejando en el basurero la visión y misión de GAVI Alliance, su intención de «garantizar un impacto duradero en el mercado de vacunas, en beneficio del mundo en desarrollo«; en estos momentos y ante esta pandemia, eso es pura ilusión.

Hace más de un mes «The Guardian» señalaba respecto a la vacunación: Si las empresas farmacéuticas renunciaran a los derechos de propiedad intelectual, el costo podría alcanzar los 80,000 millones de dólares a los países en desarrollo contra 6.5 si lo hicieran. Es pues más que evidente que en medio de esa voracidad comercial, surge una esperanza para todos pues: «Ninguna de las variantes que han surgido hasta ahora ha socavado significativamente la eficacia de las vacunas» pero y eso ¿hasta cuándo? Nadie lo sabe.

Sobre lo hasta ahora dicho, podemos añadir otro problema: mucha gente no acepta la vacuna y la proporción es grande. La problemática no es cuestión de creencia; es más que evidente que las cosas que la gente hace la mayoría de los días de su vida, ya sea en el trabajo o en otro lugar, son más riesgosas que la vacuna y que lo que se ha dicho de las vacunas, de que pueden producir coágulos, claro que es un riesgo, aunque sea mínimo, pero es más que evidente que el riesgo de desarrollar coágulos de sangre, es 10 o más veces mayor, en los pacientes con coronavirus que por la vacuna.

Así que tenemos ya tres problemas en contra de una campaña global de vacunación: el financiero, la inequidad en el acceso a las vacunas y la falta de solidaridad para vacunarse y cumplir con las medidas sanitarias. A eso viene a añadírsele un cuarto. En nuestro país, obviamente, los delincuentes, han visto la pandemia como una oportunidad para inmiscuirse en el Sistema de Salud y sacar buena plata. Hoy por hoy, es saldo no solo periodístico sino dentro de la justicia, el señalamiento -aun con pocos arrestos- de personas acusadas de manipular contratos, adquisiciones de pobre calidad, en beneficio propio y de terceros. Acto verdaderamente criminal. Y lo extraño en esto es que a pesar de que «Este gobierno no ha cumplido con sus deberes» siguen todos sus miembros aferrados al poder.

El coronavirus ha matado en el mundo por ahí de cuatro millones y medio de personas ¿cuántas de ellas debido a la irresponsabilidad humana? ¿Mucho más de la mitad? La OMS estima que el número total podría ser dos o tres veces más alto que los registros oficiales, debido al exceso de mortalidad que está directa e indirectamente relacionado con Covid-19.

Es en resumen: más que triste es que esto no termina y como dicen muchos que conocer: «La situación sigue siendo sombría y complicada«.

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Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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