Alfonso Mata
La situación actual
Desde el comienzo de la pandemia, más de 300 millones de personas han sido infectadas con el virus SARS-CoV-2 en todo el mundo, más de 3 millones han muerto. En la mayoría de países, la pandemia todavía está en pleno auge. La aparición de mutaciones y la probabilidad de una nueva ola afectan constantemente a los países. Según la OMS, el número total de infecciones ha ido disminuyendo durante los últimos meses y esto está sucediendo mucho más rápido de lo que predijeron los expertos. A mediados de enero, cerca de 700 mil personas se contagiaban con el coronavirus todos los días, ahora ya es «solo» la mitad ¿falta de seguimiento adecuado?
Algunos cambios que se están dando
Mascarilla protectora distanciamiento social
Parece que la paciencia de las personas en todo el mundo llegó a su fin. Las voces de descontento son cada vez más fuertes y las demandas arrojan luz de esperanza con la vacuna. La consigna es: “vacúnese o j…se” La inclinación predictiva de los virólogos parece ser “Puede pasar mucho tiempo antes de que el virus se vuelva endémico, es decir, permanezca en el planeta y su manifestación sea solo de naturaleza local”. En otras palabras distanciamiento social: poco y uso de la mascarilla: igual. A fines de años será moda pasada.
¿El comportamiento del coronavirus?
Hace poco el director general de la OMS, Tedros Ghebreyesus expresaba: «Esta tendencia es un recordatorio para nosotros: cuando hoy hablamos de vacunación, no debemos olvidar que el coronavirus se puede controlar con medidas efectivas en el sector de la salud. Muchos países ya lo han hecho«. Entonces ¿Por qué está disminuyendo el número de infecciones? Los expertos citan muchas razones. Evidentemente, no se trata de vacunación, ya que hasta ahora solo se ha vacunado una pequeña fracción de la población mundial. Está claro que medidas como el mantenimiento de la distancia social y las normas de higiene han demostrado ser eficaces. Este es un argumento a favor de suavizar gradualmente el bloqueo. En algunos países, como Estados Unidos y Brasil, el número de infecciones ya ha alcanzado tal nivel que cada vez se cree más que pronto será posible hablar sobre el surgimiento de la inmunidad colectiva aunque hasta que eso ocurra, la pandemia seguirá cobrando víctimas a un costo y muy alto.
En nuestro país, la situación no es tan optimista. No tenemos infraestructura ni recursos para hablar de reducción de la carga de la enfermedad. Ni política ni socialmente podemos hablar de mejora de nuestra capacidad para asumir la responsabilidad de la contención del COVID-19. En estos momentos, los debates nacionales sobre un mejor acceso a medicamentos, diagnósticos y vacunas, se centran más en amañamiento de compras que en eficiencia y eficacia de contención y eso ha alcanzado su punto más alto ahora que estamos lidiando con COVID-19 expandido en todo el territorio. Todavía luchamos por empezar la vacunación como debe ser, cuando otros ahora tienen incluso más del 50% de sus ciudadanos en mayor riesgo vacunados.
Afortunadamente nos sale al paso la opinión muy extendida entre los científicos que el coronavirus se debilitará a medio plazo y se volverá endémico y la vacunación ayudará a acelerar este proceso. Pronóstico bastante esperanzador. Otros nos informan que la propagación de enfermedades infecciosas puede cambiar drásticamente de la nada. Ellos se apoyan en que dos terribles pandemias desaparecieron repentinamente de la superficie de la tierra: la gripe asiática (1957) y la gripe de Hong Kong (1968). Ambas pandemias se fueron, llevándose por delante la vida de siete millones de personas.
Sin embargo, el virus H1N1 de 1918 todavía se presenta hoy aunque sea en una forma más inofensiva y leve. Un destino similar puede ocurrirle al virus SARS-CoV-2 a mediano plazo. Lo más probable es que el coronavirus permanecerá con nosotros manifestándose localmente y de forma más leve; aunque hasta que tal desarrollo de eventos no se convierta en una tendencia global, si queremos evitar mortalidad y complicaciones, tendremos que lograr un equilibrio entre las restricciones necesarias a los contactos sociales y la posible relajación del bloqueo. De tal manera que mientras eso no suceda y sea claro, políticos, periodistas, profesionales y población, hablaran de esta enfermedad y sus causas.
Y en que debemos poner la atención
Tenemos que seguir rastreando vínculos entre todas las formas de coronavirus. Entre las relaciones huésped-parásito pues en medio de ella puede variar la manera de comportarse de la enfermedad actual. Es decir, estar atentos a sus modificaciones en la sociedad humana y animal. Además tenemos que estar atentos a otras cosas; por ejemplo, ya se tiene evidencia de que la infección combinada del virus SARS-CoV-2 y el virus de la influenza o neumococo, agrava significativamente el curso de la enfermedad. Para los ancianos y los que padecen enfermedades crónicas, la vacunación contra la influenza y el neumococo es extremadamente importante. Los datos acumulados hoy indican que entre las personas que recibieron la vacuna del neumococo, las tasas de mortalidad y la gravedad de la enfermedad fueron significativamente más bajas que la parte de la población no vacunada.
Finalmente, hemos de estar atentos a los vínculos entre la infección por coronavirus y otras enfermedades infecciosas y quien sabe que otras cosas pueden suceder. Por eso la atención y vigilancia, no puede bajar la guardia.
Los peros
El costo de los tratamientos, se está comiendo los presupuestos de los sistemas de salud. Si a ello añadimos que sabemos que la combinación de las diversas enfermedades con el SARS-CoV-2 cambia significativamente el cuadro completo de la enfermedad subyacente y complica el diagnóstico y tratamiento de enfermedades concomitantes, es muy posible que el colapso del sistema de salud sea severo.
Otro pero a considerar, tiene que ver con costumbres que complican el control y los tratamientos. Que la gente considere que en la actualidad es imposible la lucha es una apreciación mala y costosa en todos los sentidos. Existen ejemplos en los que el sistema de salud ha logrado prevenir enfermedades infecciosas en el territorio: viruela, tosferina, sarampión, el cólera. Hay muchos ejemplos de este tipo, gracias al apoyo del gobierno y la sociedad para llevar a cabo medidas preventivas y antiepidémicas a gran escala. Esto se logró gracias a la vacunación masiva planificada a gran escala de la población y la implementación de medidas y programas sanitarios generales estatales, para mejorar las condiciones sanitarias e higiénicas de vida de la población (alcantarillado, suministro de agua, supervisión sanitaria preventiva y actual).
Todos recordamos la experiencia del brote de cólera en 1991-93; fue una operación sin precedentes para localizar rápidamente brotes y se pudo lograr en parte, porque se montó un sistema gerencial organizado en dos componentes importantes, la sala de proceso (unidad de captura, control de calidad, proceso y salidas de datos) y la sala situacional (unidad de análisis e interpretación de los datos) que funcionaron y dieron como resultado el control de la epidemia. No obstante se decía desde entonces: “para que la vigilancia del cólera sea eficaz, la notificación de casos debe ser sencilla y gozar de aceptación general y sus resultados deben difundirse ampliamente y de manera oportuna” Han pasado casi treinta años desde entonces y en la presente pandemia, no se logró atender esa petición: no ha existido ni práctica oportuna ni aceptada del COVID-19 a nivel nacional. Tampoco se ha avanzado mucho en la inmunización.