Alfonso Mata
El ingenio medieval no solo inventó las medidas de aislamiento físico como control de las pandemias y epidemias, también desarrolló conocimientos sobre el comportamiento de la enfermedad y de los factores que la producían a efecto de disminuir sus estragos y difusión. Con la comprensión de las epidemias la medicina recibió nuevo desarrollo y más personas obtuvieron acceso al conocimiento médico, aparecieron libros sobre patología de las enfermedades, formas de tratarlas, manuales sanitarios. Fue el inicio de toda una democratización del conocimiento médico.
Pero las epidemias además de actuar sobre el conocimiento médico, transforman el mundo político. A lo largo de la historia, han cambiado repetidamente el mapa político del mundo. Ejemplo más que claro en este sentido es la conquista de América. Como consecuencia de ellas: las guerras y conquistas comenzaron y terminaron; se tomaron decisiones estatales fatídicas y correctas; contribuyeron a la consolidación de la figura del colonial y el colonizado y todo ello cambió la demografía y asentamiento de los pueblos primitivos. Muchos grupos y poblaciones desaparecieron para siempre y un dominio de una nueva estructura colonial se enraizó por siglos y hasta que no se desarrolló una inmunidad natural contra las epidemias, suficiente para crear poblaciones, no se logró movilizar una masa crítica que produjo el primer cambio democrático. Las duras condiciones de vida, las altas tasas de mortalidad, el maltrato a los hacendados y las ideas de la Revolución Francesa y americana, llevaron finalmente a que los gremios de rebelaran, y tomara el poder declarando la independencia. En Guatemala, a los pocos decenios de ello, una epidemia cambiaba el mapa político (Mariano Gálvez 1838) pero también el marco ideológico de conducción aprovechando los burócratas la oportunidad de tomar más poder y luego de algunas décadas, la sociedad comandada por la burocracia e intereses internacionales apoyaba el cambio de poder, en medio de un terremoto y una pandemia (Estrada Cabrera 1918)
El impacto político mundial de las pandemias aun no desaparece con la entrada del siglo XX. En nuestra América, el caso del VIH en Haití es otro ejemplo reciente (1983) y este modificó no solo ideologías, sino posiciones políticas y costumbres, que a su vez se acompañaba de los colapsos financieros que a partir de finales del siglo XX aparentemente van de la mano con las pandemias. Por supuesto, sería un error llamar a las pandemias y epidemias como la causa de: las contradicciones internas y los problemas económicos en el país. Pero la chispa del inicio de las protestas es precisamente la enfermedad ante esos colapsos.
En casi todas las pandemias, la falta de preparación del estado para enfrentarlas resulta claro y eso a pesar de conocerse desde siglos, la utilidad de un trabajo conjunto estado-sociedad en las distintas etapas de estas. Como regla general observamos que al no producirse ello y atemorizadas por el pánico masivo, las autoridades suelen ocultar lo que está sucediendo durante la pandemia. Pero cuando la tasa de mortalidad aumenta tanto que ya es imposible ocultar nada, el descontento público también se ve estimulado, a lo que se suma el aumento de los precios y los despidos laborales y la subida de impuestos, para amortiguar el descalabro económico del estado que se da. Esto provoca inicialmente protestas, que rápido pasan a manifestaciones y luego a derrocamientos.
En nuestro caso, los cambios en política y gobernabilidad esperados con el nuevo gobierno que asumió recién empezada la pandemia actual, no se dieron y esta ha sido bañada por injusticias y corrupción que alimenta al dragón dormido que pronto dejará de morderse la cola.
Lo que sí ha evidenciado la pandemia a nivel mundial, es que los sistemas de salud de los diferentes países, así como sus sociedades, reprobaron su capacidad de afrontar con éxito una pandemia como la actual. Resulta igualmente claro que a pesar de la existencia de marcos teóricos establecidos desde hacía más de una década y aprobados, ningún país desarrolló las medidas sugeridas desde ese entonces y menos, se contaba con la preparación y los recursos para detenerla. La pandemia pasará a la historia como un evento extraordinario y como una grave amenaza para la salud pública, pero con el señalamiento de cómo teniendo los recursos humanos, científicos, tecnológicos y financieros para su combate a tiempo no lo hicimos. Por supuesto, es necesario analizar todos los aspectos de la organización del trabajo contra la epidemia y sacar conclusiones, pues cada quien tenía responsabilidades que se dejaron de cumplir.
El argumento de muchos organismos internacionales ante el fracaso no deja de ser ex tempore ante lo arriba indicado y se resume más o menos en esto: «Al principio, enfrentamos una serie de dificultades, ya que sabíamos poco sobre las propiedades del nuevo virus y cómo se propaga. Luego, nos enfocamos en las epidemias de coronavirus anteriores: SARS 2002-2003, MERS 2012. Pero la escala de esas epidemias fue mucho menor. Esta vez, nos enfrentamos a la tarea de crear la capacidad de detección, aislamiento, equipos, camas, lo que requirió la rápida remodelación de sistemas y programas y de infraestructura como hospitales y su dotación». Pura mentira mucho. Desde la primera década del siglo XX se sabía que esto vendría y se tenían los elementos técnicos y operativos para evitarlo.
Ante el fracaso también se argumenta: «Desafortunadamente, después de la modernización de la atención médica en los últimos años, el servicio de enfermedades infecciosas ha disminuido significativamente en la mayoría de sistemas de salud. La epidemia demandó no solo volver a perfilar, sino también un estricto cumplimiento de los requisitos necesarios contra la epidemia: la presencia de recursos técnicos preventivo-curativos, sistema de vigilancia y detección, desinfección especial, eliminación de desechos médicos». Verdad también a medias.
En realidad la mayoría de sistemas de salud, simplemente no tenían los recursos financieros, ni las condiciones materiales y técnicas. Por ejemplo, no existían brigadas de contención de casos y manejo de brotes ni entrenamientos adecuados y suficientes al respecto; no existían recursos ni camas especiales para aislar a los infectados y el manejo de sus complicaciones, mucho menos personal capacitado, puestos de control sanitario para el personal, red de estaciones de desinfección adecuadas. En la mayoría de sistemas, había escasez de equipo de protección personal para el personal de salud. En la primera etapa en muchas regiones no hubo suficientes respiradores, gafas protectoras, protectores faciales, trajes especiales y esto en nuestro medio sigue vigente. Tampoco suficiente cantidad de epidemiólogos, ni experiencia de las organizaciones médicas y sanitarias en una epidemia.
Finalmente, se revelaron una serie de factores subjetivos en el personal de salud existente: la falta de habilidad para clasificar a los pacientes, el trabajo con equipo de protección personal y no solo el trabajo, incluso su eliminación requiere el cumplimiento de reglas especiales que no existían y no se tenían a mano. El personal no estaba alerta y desde la voz de alarma lanzada, pero hubo una subestimación de la situación.
Entonces ¿la experiencia donde quedó? Efectivamente si se analiza la situación de la influenza del 2009-2010, hubo una mayor preparación en ese entonces, era un virus nuevo, producto de un triple reordenamiento de la influenza aviar, porcina y humana. Pero la situación actual no se puede comparar con esa. Se convirtió en una prueba dura, pero, como muestra la realidad, los servicios sanitarios-epidemiológicos de aquella época en muchas partes del mudo la afrontaron bien. Lastimosamente esa experiencia se hecho al buzón del olvido.