El país ha vivido momentos importantes en los que la ciudadanía o ciertos actores han mostrado su vocación patriótica destronando a tiranos y a sinvergüenzas. Foto La Hora/Archivo.

Con razón ha sido cuestionada la celebración del Bicentenario de la Independencia, pero justo es decir que mientras más razones hay para ello, mayor debe ser nuestra duda de si son sólo los próceres los responsables del país que tenemos o si, por el contrario, nosotros, la generación presente que ha atestiguado el mayor deterioro y descomposición ocurrido en estos 200 años, no tenemos un alto grado de responsabilidad por haber tolerado este descalabro institucional con nuestra indiferencia. Ciertamente hace dos siglos se produjo un pacto de élites a espaldas del pueblo y se vale la molestia y la denuncia. Pero qué decir de la forma en que ahora hemos dejado que nos arrebaten la Patria para convertirla simple y sencillamente en la viña de una partida de aprovechados, políticos y particulares, que abandonaron por completo el sentido de buscar el bien común.

Hemos tenido momentos importantes en los que la ciudadanía o ciertos actores han mostrado su vocación patriótica destronando a tiranos y a sinvergüenzas. En el siglo pasado la unión ciudadana acabó con la dictadura de los 22 años de Estrada Cabrera y se luchó en las calles para encarcelar el tirano. 24 años más tarde, un movimiento popular derrocó al tirano de los 14 años, Ubico, y se vivió una primavera democrática de diez años. Un movimiento armado surgió contra la corrupción de Ydígoras y luego tomó un radical rumbo ideológico que nos polarizó y hundió en la violencia pero sirvió, al menos, para que en el papel se reconociera en los Acuerdos de Paz la necesidad de construir una sociedad incluyente que tomara en cuenta a los históricamente marginados del país.

Hoy vivimos el momento más negro de la historia en términos de destrucción de la institucionalidad republicana, pero no hablemos de los próceres si nosotros no hacemos algo para articular en serio un nuevo pacto social, no un pacto de élites, en el que nos pongamos de acuerdo para reconstruir la Patria saqueada de forma inmisericorde. Quejarnos de nuestro origen se vale si y solo si estamos listos para construir el país que ansiamos.

Redacción La Hora

post author
Artículo anteriorDejaron que bajara la espuma y ahora el objetivo es Erika Aifán
Artículo siguienteMalestar reina en ciudad rusa en medio de elección