Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Estamos viviendo dentro de una pandemia y el caos que esta produce agita nuestros grandes cismas. Realmente creo que los efectos de nuestros cismas son peor y fundamentales en el origen y evolución de la pandemia, y de grandes consecuencias en la salud-enfermedad y principal causa de mantener viva la muerte en las calles, los campos y dentro de las cuatro paredes de hogares e instituciones. Nuestra amiga Wikipendia nos dice que un cisma es «División o separación que se produce en el seno de una organización (un partido político, una iglesia, etc.) o de un movimiento cultural, cuando algunos de los individuos que forman parte de ella la abandonan porque no están de acuerdo con la ideología o doctrina dominante en el seno de dicha organización o movimiento». En nuestro país, los cisnas entre pueblo y gobierno son perpetuos. Nadie parece estar de acuerdo con nada y cada quien entiende que la sociedad está a su servicio.

Vivimos entonces inmersos dentro de muchos cismas. Cismas entre y dentro del Estado, y el pueblo y sus grupos. El cisma religioso entre y dentro de las religiones; el cisma político dentro y desde las instituciones hacia sus sociedades; el cisma educativo, de la salud, del espectáculo, todos ellos alimentando con sus consecuencias a los medios de comunicación y los señalamientos de estos sobre la vida de las naciones: corrupción, violencia, abusos, inequidades e injusticias de todo tipo y contra todo, a raíz de una ideología que nos pone a cada uno adelante de todo y de todos.
Esos cismas han conducido a buena parte de nosotros, a una vida llena de mentiras e hipocresías, que nos lleva a un querer darle justificación a nuestro actuar; actuar cuajado por todos lados de soberbia, derivando con ello a un toque de imitación y hastío que suele traducirse en intranquilidad, insulto a todo lo que nos contradice y hostilidad contra quienes se oponen o censuran nuestro modo de vida y deseos. Bien vale en ese sentido, el dicho popular “quien sufre se aferra más a lo que le hace daño que a lo que cura» al mentir que al aserto. Bajo tales circunstancias y formas de pensar, la esperanza resulta fallida, mantiene en vilo todos los cismas sin resolver alguno, pues la solución de los mismos no puede ser unilateral puesto que se alimentan entre sí.

Vivimos entonces inmersos dentro de un cisma social con todo tipo de enfermedades mentales y corporales, que lleva décadas produciéndose y generaciones sufriéndolo, sin poder generar anticuerpos contra ello, contra los trastornos corporales y mentales. Lo triste de nuestro actuar, es que cada vez nos volvemos menos conscientes de lo que ocurre y caemos en pérdida de dignidad y humanidad, siendo entonces menos guiados por la conciencia del deber y responsabilidad y más por el libertinaje y movidos por la coacción de todo tipo, que nos guía al consumismo voraz y dañino para cuya satisfacción a diario luchamos por romper con el encadenamiento que nos fija los límites de la libertad jurídica, dejando nuestro actuar a los caprichos de nuestros deseos, a tal punto que nos sobra corazón y faltan sesos.

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