Napoleón Barrientos

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Guatemalteco, originario de Alta Verapaz, forjado bajo los principios de disciplina, objetividad y amor a la patria; defensor del estado de derecho, de los principios de la democracia, con experiencia en administración pública, seguridad y liderazgo de unidades interinstitucionales.

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David Barrientos

Desde que el hombre andaba en pequeños grupos cazando animales, luego en tribus, en pueblos, hasta ciudades y Estados, para dirigirse a una eventual meta de gobernanza mundial civilizada, pasarán una serie de problemas que no podrán ser fácilmente resueltos por los Estados por sus divergentes intereses y disímiles circunstancias, donde países en vías de desarrollo se han visto obligados a asumir un conjunto de medidas como las economías altamente industrializadas, mismas que han tenido repercusiones en los países del primer y tercer mundo.

El concepto de aldea global surge de los adelantos en las redes de conectividad, gracias a las cuales nos damos cuenta de hechos en diferentes rincones del globo, los percibimos más cercanos y nos hacemos más interdependientes e identificamos que los seres humanos somos similares en anhelos y temores. La globalización “económica” entonces empieza a implicar más movilidad y flexibilidad de diversos factores productivos, dentro de los que se incluyen la mano de obra, impulsando así las migraciones; las fronteras políticas se vuelven transitorias en el avance hacia la integración política económica y social del planeta, evocadas por organismos internacionales, multilaterales e intercontinentales que propician nuevas dinámicas de movilización como las masivas e irregulares en los últimos años en América, sin lograr regular tal fenómeno, mucho menos resolverlo.

La mayor parte de la fuerza laboral migrante termina siendo muy útil y barata para los países destino; gran parte de los ingresos salariales convertidos en remesas sirven para la subsistencia de los dependientes de los migrantes radicados en los países de origen, es así que el fenómeno migratorio toma cada vez más fuerza, su control resulta cada vez más difícil a través de medidas restrictivas, resultando la mejor medida combatir la pobreza y el subdesarrollo económico en los lugares donde se origina. Sin embargo, si se hace un análisis de los recursos, instrumentos y acciones concretas para disminuir la pobreza y mejorar las condiciones de los países en desarrollo, resulta muy limitada y en algunos casos nula, tan solo las expectativas resultan pobres.

La salida de contingentes de migrantes de los países subdesarrollados siguen constituyendo una alivio en la economía de los países receptores de las remesas que envían los migrantes, que permiten la sobrevivencia de numerosas familias; la población joven de ciertas regiones ha emigrado en grandes cantidades y todo apunta a una etapa acelerada de envejecimiento de su población, perdiendo el recurso humano potencialmente valioso, los países desarrollados atraen ahora a la mano de obra calificada.

Podríamos entonces concluir que la globalización económica ha sido un impulsor de los procesos migratorios internacionales en las últimas décadas, con consecuencias socioeconómicas de pronóstico muy reservado. Vivimos en un mundo que necesita de las migraciones de origen y destino para mantenerse y las medidas observadas hasta ahora son pírricas y se enfocan en la gestión y no en la solución del fenómeno, las migraciones continuarán y seguirán siendo una de las cuestiones más polémicas que afectan a la sociedad global; el camino será largo para la comprensión global que el bienestar de todos es de rango superior a los intereses grupales.

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