En una misma semana Estados Unidos envía clarísimos mensajes sobre su postura frente a la migración y hace énfasis en cómo, desde su punto de vista, la corrupción y falta de gobernanza son factores decisivos para generar ese fenómeno social que hace a millones de guatemaltecos buscar su futuro en Estados Unidos, donde su dedicación y trabajo recompensa lo suficiente para no sólo mantener a sus familias sino para mantener toda la economía del país. El lunes, minutos antes de que la vicepresidenta Harris hablara con el presidente Giammattei, el Departamento de Estado hizo lo que los tribunales del país no han podido hacer, es decir evidenciar el papel que han jugado personajes como Gustavo y Felipe Alejos en la corrupción, específicamente señalando la manera en que el último ha operado para manosear todo el sistema de justicia, incluyendo la nueva Corte de Constitucionalidad, para evadir cualquier proceso en su contra.
En la llamada, que el gobierno de Guatemala mantuvo con perfil bajo de la misma manera en que algunos medios lo hicieron con la noticia de sus financistas Alejos, la Vicepresidenta insistió en que les preocupa la corrupción y la gobernanza del país. Y es que desde donde quiera verse, es decir desde los poderes del Estado (Gobierno, Congreso, Tribunales) hasta el último de los poderes locales, pasando por las entidades que gozan de autonomía o que operan en forma semiautónoma, por todos lados se puede ver que la prioridad es el negocio y no el bienestar de la gente, lo que se traduce en condiciones que generan insatisfacción, falta de oportunidades y violencia, elementos que expulsan a la población decente, esa que no se conforma con ver cómo se gana la vida metiéndose a una pandilla.
En otras palabras, Washington tiene todo muy claro, pero la gran pregunta es ¿Por qué los ciudadanos no lo vemos o lo entendemos, no digamos por qué no nos indignamos y reclamamos un Estado eficiente que se ocupe de sus obligaciones? Ciertamente es reconocida nuestra indiferencia, aumentada exponencialmente por un conflicto interno en el que se nos enseñó a no “meternos en babosadas” que nos pusieran en peligro. Pero esa indiferencia ha sido la carta blanca para que ocurra todo lo que hoy está destruyendo el país y acabando con la esperanza.
Es necesario que los ciudadanos nos demos cuenta que con la corrupción no tenemos futuro porque aún aquellos que hoy se benefician o esperan beneficiarse, terminarán superados por el narcotráfico y sus inagotables recursos. A Colombia le pasó y no lo superó hasta que el pueblo lo entendió.