Ayer se cumplieron seis años de aquella mañana en que familias enteras se prepararon para asistir, indignadas, a la manifestación en la Plaza Central luego de que se conocieron detalles del negocio que fue denunciado por la CICIG y el Ministerio Público bajo el nombre “La Línea” que involucraba a la vicepresidenta de la República, Roxana Baldetti, con evidencias de que mucha gente en el gobierno estaba involucrada en el negocio que tenía que ver con defraudación aduanera. Todos intuimos que era apenas la punta del Iceberg porque la corrupción era mayor de lo que se presentaba en ese caso, razón por la que la ciudadanía salió a la calle, sin distingos de ideologías ni de clase, para unirse en el grito que pedía cárcel para los corruptos.
Desde los más encopetados dirigentes que desde su posición de poder realmente dirigen el CACIF hasta los recolectores de basura, todos se hermanaron al entonar el Himno Nacional y nadie parecía ser dirigente del movimiento que era una expresión auténtica de la gente que estaba harta de que nos robaran todo, hasta la esperanza.
Todo era fraternidad y comunidad de intereses en esas horas tan especiales de la vida del país que hacían recordar las jornadas de abril de 1920 contra Estrada Cabrera y las de mediados de 1944 contra Jorge Ubico Castañeda, movimientos en los que se unieron todos, sin recelos ni disputas, para acabar con dictaduras que, vistas a la luz de la historia, son insignificantes comparadas con el poder absoluto que ha llegado a alcanzar la Dictadura de la Corrupción.
Poco tiempo después ese movimiento popular lograba que el mismo Presidente de la República tuviera que renunciar y enfrentar a la justicia junto a muchos de sus funcionarios, corroborando que la corrupción estaba en todos lados. Y la gente aplaudía en esos días a la CICIG y al Ministerio Público que habían hecho lo impensable, desnudando a los sinvergüenzas del país para meterlos en la cárcel.
¿Qué pasó después que todo cambió y esa multitud no sólo se disolvió sino que unos se enfrentaron con los otros? Por un lado el golpe inicial fue propinado contra políticos que algunos consideran como shumos y corrientes y el clamor por el castigo fue unánime. Pero cuando se hizo evidente que no hay corruptos sin corruptores y aparecieron los que compraban a los políticos, la cosa cambió porque el sistema no esta hecho para eso. La inmunidad es un privilegio muy preciado y ese principio favorecedor del poderoso se quebrantó, lo que provocó “el llanto y el crujir de dientes”.