Alfonso Mata
Hasta la fecha, tenemos poco claro el impacto que ha tenido la irrupción de la actual pandemia, no sólo en el sistema de salud, sino en la morbimortalidad nacional. Los motivos de fondo tras ello, no sólo corresponden a descuidos y desatención de parte del sistema nacional de salud; también al agravamiento de casos nuevos y existentes de patologías crónicas y al aumento de sus complicaciones y discapacidades que puede estar teniendo ya un fuerte impacto económico tanto en las finanzas públicas como en los bolsillos de los particulares. A eso se suman aspectos de organización de los programas sociales, que a la par de sus limitaciones en recursos de todo tipo, agendan un alto contenido de corrupción en todo sentido, siendo entonces incapaces de satisfacer la demanda preventiva y curativa que probablemente haya crecido entre un 10 a un 15% sospechándose que en estas patologías, la cobertura ha de andar por debajo del 50% de la demanda.
Insisto, la crisis sanitaria que tenemos, no solo es producto de la pandemia ni solo se refiere a ella. Es de gran magnitud y se debe tanto a la indiferencia, incompetencia y corrupción política, como a un grado alto de irresponsabilidad ciudadana, lo cual genera un desengaño a cualquier indicio de mejoría sanitaria. Prácticamente pueblo y gobierno, nos hemos vuelto los mejores socios del SARSCoV2, pero también de las causales de otras patologías, sin tener claridad ni en que ganamos con ello, ni que perdemos, aunque claramente la balanza se inclina a lo segundo.
Ante ese planteamiento, resulta más que cierto valedero aquel dicho de que «es verdadero lo que tiene un efecto» y nuestro profundo fracaso y desengaño, en estos momentos, sólo lo podemos llenar con la esperanza de la vacunación para la problemática de la pandemia. La presión del rendimiento esperado con la vacunación, agita esperanzas y constituye el único impulso para calmar nuestras ansias de terminar con el flagelo del coronavirus en nuestro territorio y romper nuestra insuficiencia de control de la pandemia y su daño directo e indirecto en la vida nacional y personal. Sólo la vacunación puede darle aliento a una continuidad de la vida nacional interrumpida y ello se traduce en una exigencia de democratizar la campaña de inmunización por cuestiones de tiempo y eficiencia, que no se ve en estos momentos por ningún lado.
Pero solo atender la pandemia y uno de sus componentes resulta insuficiente; se necesita a la par de la inmunización, una reorganización del Sistema Nacional de salud, pues es más que evidente que otras patologías y enfermedades están acompañando en gran magnitud a la Pandemia por coronavirus y ellas al desaparecer la pandemia, no desaparecerán y sin ponerles un alto, seguirán creciendo en gran proporción cuanto más inconsistente, injusto y falto de equidad sea el funcionamiento del sistema. Cuanto más atrasemos la reforma, más gravedad adquirirá problemas como la desnutrición enfermedades mentales y crónicas.
El sistema de salud, su funcionamiento, ya no concuerda con la demanda de salud de la población.