José Roberto Alejos Cámbara

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José Roberto Alejos Cámbara

Platicando con el periodista, experto en temas de transparencia y en comunicación política, Silvio Gramajo, me decía que la reforma electoral ya no debería de depender sólo de reformas a la ley, sino debería de pasar por la discusión del modelo de la autoridad reguladora, ya que es evidente que el actual modelo no funciona.

Según Gramajo, es necesario abrir a debate ante la opinión pública si los otros modelos que existen en otros países, pueden ser más pertinentes para este nuestro sistema caduco.
Para evitar que las acciones de las instituciones se vuelvan rutinarias, es necesario inyectarle vitaminas para que no se muera o se fosilicen y es necesario que evolucionen y no se queden estancadas.

Para definir la importancia electoral que tiene para las democracias el sistema electoral, es oportuno citar a José Ortega y Gasset, en la frase con la que inicia la exposición de motivos de la iniciativa del actual TSE al Congreso: “Si el régimen de comicios es acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal’’, esta cita resalta lo medular del modelo de administración electoral adoptado, para la gobernabilidad democrática.

Aunque ya no quiero seguir contando la historia de mi vida, es necesario recordar que no existía una ley específica que regulara la actividad política y electoral, todo esto para beneficio de los regímenes militares a los cuales la falta de certeza les permitía mantenerse en la presidencia.

Sin embargo, fue el régimen de facto del general Efraín Ríos Montt el que después de derogar la Constitución de 1965 en el estatuto fundamental de gobierno, creó el Tribunal Supremo Electoral (TSE) antes de que surgiera la ley aprobada por los Constituyentes.

Fueron tres leyes las que trazaron la ruta y permitieron el retorno a la democracia, la Ley del Tribunal Supremo Electoral, Ley del Registro de Ciudadanos y Ley de Organizaciones Políticas. Todas producto de los consejos de su equipo, la presión de los militares jóvenes y los consejos de aquel histórico Consejo de Estado del que ya hablamos antes.

Fue un 30 de junio de 1983, como estaba dispuesto entonces, cuando tomaron posesión los primeros magistrados del TSE electos por la Corte Suprema de Justicia. Fueron ellos los encargados del próximo evento electoral (la Asamblea Nacional Constituyente) y demás acciones que permitieron delinear un camino.

Cuando se dio el relevo en el mando, se ofreció y se cumplió el respetar a las organizaciones autónomas del Estado, entre ellas el Tribunal Supremo Electoral. Se llevaron a cabo las elecciones para la Constituyente del 85 en julio del 84, dando vida a la actual Ley Electoral.

La Ley Electoral fue aprobada el 3 de diciembre de 1985 por la Asamblea Nacional Constituyente de la cual formé parte y que junto con la Ley de Amparo, y Exhibición personal, son dos de los cinco temas que merecen ser parte de un nuevo pacto de reformas para recuperar la Institucionalidad, una institucionalidad rota en buena medida, por las personas a las que he mencionado en anteriores artículos.

Sobre esta base iré analizando los cambios que se han realizado, los buenos y los malos, así como los que hacen falta.Caminemos, participemos o no avanzamos.

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