Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

¿Es posible que la Universidad de San Carlos de Guatemala –con casi 350 años de vida- esté descendiendo al punto más bajo de una involución creada por la clase reaccionaria y de casta castilloarmista?

No siempre, pero por amplios períodos de prez y honor ¡y de gran desarrollo pedagógico!, la Universidad de San Carlos de Guatemala (pontificia alguna vez para añadirle nobleza) ha sido icónico bastión de posiciones y discursos fundamentalmente democráticos, de gran aggiornamento y juventud, de visionaria vanguardia. Dicho en una sola palabra y muy libremente: de izquierdas. Y pluralizo el término porque las izquierdas son hoy un espectro donde caben todas las posturas, razonamientos y opiniones democráticos. Esto es, donde realmente el bien común y la plena realización y felicidad humanas se cumplan.

No siempre, repito, la ya más que tres veces centenaria ha asumido tal perfil. Pero con y en sus vaivenes podríamos decir que ha sido el santuario y el hábitat de brillantes y progresistas ideas por algo más de 75 años. A partir del rectorado de Carlos Federico Mora, siguiendo con el de Carlos Martínez Durán hasta llegar al de Rafael Cuevas del Cid. A partir de este momento comenzó la decadencia lenta pero segura. Provocada, primero, por la represión de la dictadura militar de Arana Osorio pasando por Lucas García, Ríos y Mejía y continuando en y con la “democracia” de Cerezo y troupe –sucesoria– respectiva.
Y secundada (en este proceso de enajenación) por los que, al quedar los cargos y puestos libres –gracias a los asesinatos que la dictadura militar oficiaba– fueron tomados por mediocres antiacadémicos, hasta convertirla en esta especie de barbería de barriada que es lo que hay. Hoy, además, con un rector legalmente electo pero en la cárcel por corrupto, el señor Murphy Paiz
En medio de todos estos “esplendores” y esperpentos surge “el Bicentenario”. Un hecho histórico que por ningún lado tiene salvación. Solo imputaciones, censuras y denuestos. Miseria y pandemia, además, cual colofón.
Y claro, así la circunstancia orteguiana, la institución más elocuente del país –hoy rebajada a las simas más siniestras de la corrupción– tiene que ponerse a tono con las aspiraciones del Gobierno-dictadura-de-turno (para que no la victimice más). Y decide ofrecerse a las tricentenariadas de la gente de pensamiento vulgar esto es, aycinenista. ¡Y se aycineniza! Se ayicineniza articulando una comisión ad-hoc (sólo de la USAC) para “conmemorar” la Independencia.
En esas están: dando bandazos. No encuentran por dónde tomar el bochornoso velero. Y es que no tiene por dónde, ni dignos asideros. Porque por el sitio que se tome se llega a una sola verdad: Los hechos del Bicentenario no son plausibles ni encomiables ni conmemorativos. Son una sola cosa: la criolla casa de Ayicinena dirigiendo ¡su!, panda toma el poder y lanza a España fuera del barco de modo cínicamente incruento y sin mayores discusiones, con Iturbide a la espalda. Y ésta dictadura dura/dura casi incólume hasta el sol de hoy con diferentes trajecitos, uniformes y disfraces. Y la aycinenada siempre presente.

Pero para terminar de hundir la nave ¿sancarlera, ya?, el decano de Humanidades en funciones de rector asiste a la toma de posesión de la nueva Corte de Constitucionalidad que era el último cuartel –por conquistar de la dictadura– para convertirse en autocracia absoluta. Y el decano-exrector Walter Mazariegos publica un comunicado en el que expresa que ha sido uno de los actos más ¡significativos!, de su rectorado en funciones.

El acto más abochornante y avergonzante de la los últimos meses –para la balbuceante democracia nacional– es el de mayor significación para el exrector en funciones de la San Carlos.

¿Hemos tocado ya el punto más bajo de la inmersión en la glorificadas heces del aycinenismo? Porque ayicinenismo representa –determinista– la eterna regresión semifeudal a 1821, a sus pecados más sórdidos y a su faltas más obscenas. Retorno que no se debería asumir nunca más, y menos en San Carlos.
#200NadaQueCelebrar

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