Napoleón Barrientos

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Guatemalteco, originario de Alta Verapaz, forjado bajo los principios de disciplina, objetividad y amor a la patria; defensor del estado de derecho, de los principios de la democracia, con experiencia en administración pública, seguridad y liderazgo de unidades interinstitucionales.

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David Barrientos

Los desplazamientos de un hábitat a otro, tanto de seres humanos como de animales implica un movimiento activo, a menudo durante muchos días y tienen en común el mecanismo de supervivencia; con distintas finalidades: en los animales, para alejarse de condiciones climáticas extremas, reproducirse, para huir de sus depredadores o para procurar alimentos; los seres humanos migramos por motivos económicos, huyendo de la pobreza, la violencia, en busca de trabajo o remuneración;, por qué no decirlo, de otros seres humanos depredadores; o sea para velar por su propia existencia como los animales. De tal cuenta que la movilidad como tal no es un problema, ni una amenaza, ni un riesgo, es un fenómeno natural. La migración la convertimos en un problema los mismos seres humanos y nuestra administración política; los nacionales o países de origen por desatender por décadas las necesidades de los connacionales, que vivimos en extremo los fríos de la escasez y el calor de la violencia entre otros. Los no nacionales por no atender los problemas regionales con la debida seriedad y anticipación, permitiendo la incubación y desarrollo de una región con condiciones insostenibles.

Para dejar de tratar tales desplazamientos como problemas o amenazas debe atenderse desde la óptica del denominador común: la supervivencia de los seres humanos; misma que solo hay una forma de atender: con el desarrollo, el paralelo combate a la corrupción y con protocolos de seguridad regionales bien definidos, en virtud que es un reto compartido en la región, de tal manera que deje de ser un problema a mediano y largo plazo. Hasta ahora lo que hemos escuchado es solamente intenciones de mejorar la gestión de los flujos migratorios, aspecto que no resuelve el problema, las causas hasta ahora parecen estar ahí inmóviles: la pobreza, la violencia, la corrupción, la polarización entre sectores de interés que ya han dejado de ser ideológicos y ahora son más corporativos en los países de origen, lo que no contribuye a reducir las causas de la migración, al contrario, las alienta. Por otro lado, considerable cantidad de inmigrantes en los Estados Unidos son una considerable fuerza laboral, de lo que se habla poco.

Lo que se ha tornado frecuente y sostenido es la parafernalia diplomática, aparentemente ideológica y mediática al respecto, lo que tampoco contribuye a encontrar el norte verdadero en este drama humano. El inexorable paso del tiempo solo deja más incertidumbre, los países latinoamericanos de origen de migrantes esperan que la solución provenga de fuera y los países de destino, que los de origen contribuyan diligente y oficiosamente a una mejor atención del tema migratorio; ninguna de las dos situaciones pasará, el tema debe tratarse de manera compartida, con los instrumentos legales, económicos, formales y mediáticos al alcance, pero sobre todo alejados lo más posible del mantra de la polarización en el que nos debatimos intestinamente; no debemos perder de vista que la supervivencia de las personas, familias, comunidades, Estados y regiones es cuestión de vida o muerte, y el centro de gravedad es el factor económico, se vea de donde se vea.

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