David Martinez Amador

Politólogo. Becario Fulbright-Laspau del Departamento de Estado Norteamericano. Profesor Universitario,, Analista Político y Consultor en materia de seguridad democrática. Especialista en temas de gobernabilidad, particularmente el efecto del crimen organizado sobre las instituciones políticas. Liberal en lo ideológico, Institucionalista y Demócrata en lo político.

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David C. Martínez-Amador

Los antiguos tenían una visión increíblemente pesimista sobre la naturaleza humana. Basta darle una rápida revisión a la mitología antigua, el hombre está retratado con escasos momentos heroicos pues en su mayoría, somos bestias salvajes que se dejan llevar por sus más bajas pasiones. Los antiguos, comprendían también que precisamente por lo anterior, resultaba tan destacable que los hombres pudieran perseguir virtudes; virtudes ciudadanas, virtudes políticas y virtudes en su vida privada.

Lo que durante el anterior año en contexto de la pandemia se ha querido presentar como un reclamo por las libertades, en realidad no es otra cosa más que la petición por comer, beber y festejar de forma irresponsable en el contexto de una enfermedad increíblemente contagiosa así como mortal. Limitar la movilidad durante el feriado de Semana Santa y buscar un acuerdo político para generar un cierre más draconiano del país hubiese sido un acto de responsabilidad. Durante la denominada peste antonina que azotó Roma durante el 160 dC. el gran emperador filósofo y estoico Marco Aurelio, quien cogobernaba junto Lucio Vero el Imperio, vendió su patrimonio para que Roma pudiera tener recursos y atender la peste. El mismo Marco Aurelio cayó (según la tradición) enfermo y murió producto de este terrible mal.

Mantener la economía a activa es una prioridad, pero si ese es el argumento central, ¿Qué espera el gobierno para ejecutar el proyecto de reactivación económica? Por simple lógica económica la contracción generada por el primer ´cierre´ necesita la inyección de frescos recursos financieros. De nada sirve arriesgar la salud de la clase trabajadora si por más esfuerzo que se haga hay una contracción del ciclo. Las empresas hacen el mejor esfuerzo que pueden pero la ciudadanía parece que, no puede vivir sin reuniones, sin fiestas, sin aglomeraciones, y un tanto sin fin de etcéteras. Otra cosa muy distinta es que hubiese una cultura ciudadana de responsabilidad y antes de asistir a un evento social la gente se hiciera exámenes para descartar se portadores del virus: Pero parece que eso es mucho pedir.

Y así entonces, casi un año luego del arribo del Covid a Guatemala, se plantea el mismo escenario, recurrir tardíamente a medidas de algún tipo de limitación porque la irresponsabilidad ciudadana le da mucha más importancia a las fiestas, a las reuniones masivas para consumir alcohol; fiestas clandestinas etc. Sócrates – que por cierto también sobrevivió a una peste, denominada Peste de Atenas- se refirió a su natal Atenas cómo la ciudad de cerdos, un lugar donde lo más importante era beber, comer y festejar aunque lo anterior pudiera poco virtuoso dado el contexto.

¿Qué queda entonces? Comprender que de esta epidemia no se podrá salir de forma individual, y que sin duda es necesario un comportamiento mucho más responsable por parte de la clase política Pero ante todo, apelar a la responsabilidad ciudadana. Si lo que queremos es recobrar nuestros espacios públicos, es necesario tomar las cosas con mayor seriedad.

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