Roberto Alejos Cámbara
En el mundo hay varios ejemplos de acuerdos que han transformado naciones. Los Pactos de la Moncloa (1977) permitieron la transición española en años difíciles y trascendentales para ese país y lograron cambios impresionantes en lo político, en lo económico y en lo social; y con el paso del tiempo sigue siendo evidencia de que, si se quiere… se puede; de que si existe voluntad… se puede.
Demuestra además que, si hay amor a la patria y conciencia, todo es posible. En Moncloa la clase política pudo salvar a la nación, una nación inmersa en una transición democrática, en una crisis económica profunda, pero, que salió a flote por voluntad manifiesta de todos los grupos.
Por el contrario, en Guatemala los Acuerdos de Paz (1996) fueron largos y desgastantes porque a pesar de haberse propiciado escenarios propicios para el diálogo entre sectores decisorios, estos eran interrumpidos constantemente; el peso de los intereses del gobierno de turno y de otros sectores paralizaban las conversaciones una vez se sentían afectados. El sector privado se abstuvo de casi todo y los políticos no fueron tomados en cuenta generando un desconocimiento generalizado en el Congreso.
Y, cuando los Acuerdos pasaron a la consulta ciudadana llegaron divididos, manipulados y distorsionados de su esencia obteniendo el rechazo y su incumplimiento, un incumplimiento que persiste en la actualidad. Cuando se quiere complicar un tema, hay cientos de maneras de hacerlo logrando que no sea tratado y menos aprobado.
En Guatemala, pocos años atrás, se tuvo un ejemplo de Acuerdo, un Acuerdo que continúa revestido de inspiración y refleja que, al igual que en Moncloa, cuando se quiere se puede. Se trata de los Acuerdos de Esquipulas (1986-1987) celebrados entre los países centroamericanos con el fin de buscar la paz, la democracia y la unidad de la región. Estos acuerdos nos dieron un premio Nobel de la Paz y permitieron que nos vieran como ejemplo de integración.
Es necesario detallar los temas de la reforma que urge en el país y lo haré paulatinamente, pero antes urge tomar conciencia de que esta reforma no será posible, sino es producto de un diálogo nacional que debe iniciar con frenar la confrontación; con promover el diálogo y fomentar la negociación buscando un sistema que, como se lee en la Constitución, garantice la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.
¿Qué tienen en común los pactos exitosos descritos? La neutralidad de quién o quiénes convocan o dirigen, la participación de todos los sectores, la inclusión de la clase política caso contrario será esta clase política la que entorpezca el proceso. El éxito devendrá cuando se dejen de lado los intereses particulares y sectoriales por uno solo: salvar a Guatemala de la caída libre en la que nos encontramos.
Se requiere ordenar la forma cómo elegimos a nuestros gobernantes (Reforma Electoral y Ley de Servicio Civil), regular su comportamiento y juzgar a quienes no cumplan con su obligación de respetar la ley y el sistema, (la urgente Reforma en Seguridad y Justicia).
¿O será que gradualmente estamos provocando una revolución? Porque también hay grandes ejemplos de naciones que se salvaron gracias al despertar de una sociedad hastiada y necesitada. ¿Será que llegaremos a eso, o buscamos acuerdos?