Mario Alberto Carrera
Verdaderas competencias casi en muletas y en sillas de ruedas hemos presenciado -hace casi 8 días- más bien el Jueves y el Viernes Santos, aunque también el Sábado de Gloria por vacunarse en los Campos del Roosevelt, en Pamplona y en no sé dónde más contra la pandemia que nos asuela.
Señores -es decir, damas y caballeros de la tercera y cuarta edad, más claramente- “se rompieron la cara” como suele decirse, por alcanzar un lugarcito, un turno, y recibir el bendito elixir de un producto que acaso pueda producir trombosis pero que también, los ilusionados carcamales, ven o imaginan cual el vino del divino cáliz (del Santo Grial) que les producirá vida eterna. ¡Como si no estuviéramos a punto de morirnos al rato! Yo, que he acompañado a morir a varios de mis amores, puedo dar fe de que es como quedarse dormido y aquí paz y allá gloria: no pasa absolutamente nada especial o reverencial o trascendental. El alma, si la tenemos, yo creo que se desprende sin alharacas más tenuemente que la placenta del neonato.
A mí me escribieron por correo electrónico, me llamaron por iphon y me enviaron numerosos mensajitos por wuasap (ya la Academia lo aprobó) exhortándome –muchos y muchas de mis admiradores y exalumnos de la USAC- a ir a vacunarme con la AstraZeneca porque ¡había que aprovechar! Ya que existía un remanente que estaba a disposición de los viejitos en los sitios inhóspitos (y propios para agarrar una pulmonía) que ya he indicado: agrestes espinales polvorientos dejados de la mano de “Dios”.
Pero yo no me moví de mi acogedora casa de lobo “fraijanero” -entre bosques beatíficos, lleno del más absoluto escepticismo como siempre: porque si no creo que haya un trasmundo, ni un alma ni Dios, ¿cómo voy a creer así porque así en algo que no está demostrado? Pero sí supe de varios conocidos y de una colega antañona que se expusieron a los rigores ventosos del tiempo (que estaba feo por cierto) con tal de prenderse, según ellos, a la teta de la vida llamada “vacuna” contra el virus de la peste que arrostramos.
Mas yo me hice el desentendido y agradecí con cortesía las exhortaciones pero no me moví ni de la plumífera cama sobre la que leo sentado por horas ni de la computadora porque tocaba columna y estoy terminando una novela. Y porque no me salió de las narices y verán por qué.
En primer término, aún no hay vacuna/vacuna como las que sí hay contra la polio, la TB, viruela o el sarampión, en contra del corona virus 19. Así de claro y así de amargo. Hablo de vacunas que ¡de verdad!, inmunizan y que nos permiten exponernos durante toda la vida a la enfermedad contra la que fuimos vacunados.
Vacuna es preparado de antígenos que aplicado a un organismo provoca en él una respuesta de defensa. Esto no lo depara ninguno de los productos que nos presentan masiva, populosa y corraleramente (como si fuéramos deslavazado ganado) hasta el sol de hoy. El producto llamado “vacuna” que inyectan y que están por inyectar, es un PREVENTIVO contra el corona virus. Sea Pfizer, Sputnik, Astrazeneca. Pero no vacuna. Eso es querer darle atole con un dedo al mundo entero.
Tampoco me moví de mi casa y ahogué el dulce duermevela en el que me encuentro casi siempre y corrí a los Campos del Roosevelt, por ejemplo, porque creo que cada quien tiene el derecho de hacer las cosas según le salga de los…
La muerte es normal y si a mí ya me va tocando bienvenida sea. No la recibiré con el agradecido verso de amado Nervo -porque la vida a mí me ha tratado mal casi siempre: poca suerte- pero sonriente porque siempre, asimismo, he dicho lo primero que se me viene a la mente, sin pelos en la descarnada, y he hecho lo que se me ha dado la real gana, transgresivo, decía mi madre, quejumbrosa.