Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Ricardo Zúñiga y el resto de la delegación que vino a Guatemala en representación de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, conocen la realidad del país muy bien y me impresionó el nivel de conocimiento que se tiene de los problemas estructurales que generan migración. La conocen allá y la conoce aquí, a la perfección, el embajador William Popp.
La delegación vino a preparar el terreno para lo que vendrá en el futuro, incluida una visita de la vicepresidenta Kamala Harris (fue invitada por Alejandro Giammattei y el WAPO reportó que sopesan cuándo será el día), porque para poder enfrentar a los monstruos que nos generan tanta migración, se necesitará de todo el músculo que se pueda conseguir.
En el mundo, ni las sociedades bien organizadas logran enfrentar los males estructurales sin la ayuda de una comunidad internacional amiga, ni la comunidad internacional amiga logra incidir en problemas de fondo sin la participación activa y orquestada de grupos de diversos sectores de la sociedad.
Las declaraciones que Juan González ha dado en diferentes ocasiones (incluyendo la de las élites depredadoras) es lo que en Washington han llamado un “reset” de las políticas de Donald Trump, mismas que eran compartidas por muchos amantes de socavar el Estado de Derecho.
Juan ha sido claro y eso ha molestado a muchos y aunque desconozco si fue una estrategia, el hecho que Zúñiga y su equipo hayan llevado la visita de la manera que lo hicieron, demostró que también hay “zanahorias” y no solo palo, usando esa famosa expresión gringa de “carrot and stick”.
Debemos ser inteligentes y aprovechar esta oportunidad que viene para que la comunidad internacional nos acompañe a los guatemaltecos, que, entendiendo las dimensiones de nuestros problemas y los efectos de la falta de institucionalidad y la rampante corrupción, nos esmeremos en ponernos de acuerdo para darle chance al país de reencausarse.
Ahora hay polos opuestos que generan corto circuito cada vez que se “intentan acuerdos”. No hay confianza (se dice una cosa en las reuniones y muchas veces se hace otra) y la hoja de ruta muchas veces se queda en la superficialidad, porque el que va ganando no siente la necesidad de ajustar (por ejemplo, por qué vamos a hablar de cortes si ya tenemos las que queríamos).
Entonces, no dudemos que el palo de Estados Unidos va a venir en contra de los corruptos descarados pero no descartemos que también contra los corruptos que actúan de manera sigilosa o matalascallando, pero eso más que miedo debería generar un incentivo en quienes están en medio y entienden lo que Guatemala necesita, para hacer lo necesario por alcanzar los acuerdos.
Es vital que como sociedad sepamos aprovechar los jalones de orejas, las sanciones y demás acciones que puedan venir. Más allá de pensar que a alguien le llegó su hora o que a otros todavía no les llega, debemos tener la capacidad de ubicar a los moderados (de izquierda – derecha y de cualquier sector) para empezar a generar la mesa de mínimos.
Debemos entender que si no atacamos los negocios (las causas estructurales que generan migración) y estos solo cambian de manos (como pasa con el narcotráfico), las oportunidades que se presenten desde Washington en este momento terminarán en nada y nuestra realidad quedará intacta.
Los acuerdos que se alcancen permitirán presionar a un Congreso y a una clase política (incluido al presidente Alejandro Giammattei) que se resisten a los cambios porque el sistema sigue siendo ese “cash cow” o vaca lechera que da recursos para quienes lo usan para llenar sus bolsillos.
Alcanzar acuerdos limitará la acción de aquellos que buscan socavar el Estado de Derecho y de quienes están listos y dispuestos a aliarse con “quien sea necesario” con tal se salvar su pellejo.
De nosotros depende no desperdiciar esta oportunidad.