Jonathan Menkos
El martes pasado, el presidente Giammattei acompañó a sus ministros de Finanzas Públicas y Economía, quienes dieron a conocer las perspectivas económicas y fiscales para 2021 y las principales estadísticas al finalizar el primer trimestre. Hablaron de buenas y excelentes noticias, destacando tres. Primero, un crecimiento económico de 4.5% de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El ministro de Economía habló del Índice de confianza de la actividad económica, que va en aumento y refleja «a un empresariado guatemalteco que continúa apostando por nuestro país».
Segundo, aducen que en 2021 la prioridad continuará siendo la «reactivación económica» apostando por la atracción de inversiones, el fomento del comercio y el fortalecimiento de las mipymes. Según ellos, las nuevas inversiones privadas permitieron la creación de 2,500 nuevos empleos. Tercero, en cuanto a las finanzas públicas, aseguraron que vamos bien: el déficit fiscal solo será de 3.4% del PIB por debajo de muchos países. El ministro de Finanzas Públicas explicó que el buen crecimiento económico y el incremento del comercio exterior se están reflejando en una mejora de la recaudación de tributos.
En realidad, las noticias que dieron son buenas, pero el gobierno está luciendo con sombrero ajeno, pues el crecimiento económico, la creación de empleos en el sector privado e, incluso, el incremento de la recaudación, responden a variables que el gobierno no controla o en las que su incidencia es mínima, pues son resultado de fenómenos exógenos y esfuerzos de terceros. Por ejemplo, su miope idea de aumentar el crecimiento económico a fuerza de exportaciones e inversión extranjera, hace que la actividad productiva de Guatemala dependa de lo que suceda en el resto del mundo.
Por cierto, no hubo ni un solo aplauso para los millones de migrantes (muchos forzados) que han ayudado al bienestar de millones de hogares y mantenido a flote la economía. En comparación, en los últimos años, por cada dólar que ingresa por concepto de remesas familiares, llegan tan solo 0.09 centavos de dólar por inversión extranjera directa y 0.73 centavos por exportaciones. Los migrantes han hecho todo esto sin pedir privilegios fiscales ni tratos diferenciados y sin capturar la institucionalidad pública.
Luce muy mal un gobierno que se jacta de éxitos que no le corresponden y que no da soluciones a los problemas sobre los que sí tiene competencia y responsabilidad. En lo económico, Giammattei optó por dejar el salario mínimo sin cambios, tampoco mantuvo el programa Bono Familia en 2021, afectando a miles de hogares y disminuyendo las posibilidades de que estos ingresos en los hogares se convirtieran en mayor bienestar social, más consumo y, por lo tanto, mayor crecimiento económico endógeno. La pobreza y la desnutrición van en aumento en la medida en que no hay políticas públicas que mitiguen estos fenómenos. Finalmente, en salud, la respuesta a la pandemia ha sido torpe y lenta: sin interés por aumentar la cobertura del primer nivel de atención, sin respeto por el personal de salud pública y con una dolosa incapacidad para gestionar la compra de vacunas y la vacunación.
Antes de que el presidente Giammattei haga un nuevo espectáculo con «mensajes de positivismo», sería bueno que él y sus ministros trabajen en lo que les compete: administrar el poder público para el bien común. Esto significa, entre otros, reformas económicas persiguiendo resultados significativos en innovación, empleo y mejora de salarios; reforma de la protección social para su universalización; una hoja de ruta creíble para combatir la corrupción y otra para una reforma fiscal progresiva. Esas sí que serían buenas noticias.
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