Por: Adrián Zapata
Causó revuelo la declaración de Juan González cuando hace algunos días calificó a las élites guatemaltecas como depredadoras. No lo está diciendo un “populista”, sino que un alto funcionario del gobierno estadounidense con responsabilidades de primer nivel en la política de dicho país en torno al “Triángulo Norte” de Centroamérica.
La prioridad que la administración Biden/Harris le está dando a esta región no puede ser más explícita. El fenómeno de la migración “irregular” es visto por los Estados Unidos desde la perspectiva de sus intereses de “seguridad nacional”. Pero esta perspectiva va más allá de dicho fenómeno. Una frontera porosa ciertamente es un riesgo para ellos, pero también lo es un Estado geográficamente próximo, con una población en condiciones de pobreza generalizada, donde hay profundas desigualdades, grosera exclusión y, además, se encuentra cooptado por mafias políticas y crimen organizado. La migración, por lo tanto, es sólo la punta del iceberg de una problemática social, económica y política mucho más profunda.
Todo lo anterior claramente muestra la necesidad de entender la realidad existente en estos países de una manera integral y profunda. Y para ello, lo pertinente es plantear la necesidad de abordar el fenómeno migratorio desde esa perspectiva, es decir enfrentando no sólo los efectos, sino que también las causas que la producen.
Ahora bien, esta comprensión requiere considerar la dimensión histórica que explica lo que está ocurriendo. Es allí donde tiene sentido la afirmación de Juan González al calificar como depredadoras a las élites guatemaltecas, con lo cual está señalando una responsabilidad que va más allá de la que corresponde a las mafias político criminal y al narcotráfico. Es el modelo de acumulación de capital que históricamente ha prevalecido en Guatemala. Son las élites empresariales que secularmente han sido verdaderas oligarquías (concentradoras del poder económico y el político) voraces al extremo, racistas y excluyentes. Fueron esas élites, y eso no hay que olvidarlo, las aliadas históricas de la política de dominación imperialista de los Estados Unidos y ahora se han vuelto disfuncionales a sus intereses, igual que sucedió con las élites castrenses entrenadas y formadas militar e ideológicamente por esa misma política norteamericana en los tiempos de la “guerra fría”.
Entiendo perfectamente que no es este el momento de priorizar dicho análisis histórico, pero es pertinente tenerlo presente, porque eso demuestra la responsabilidad de los Estados Unidos en revertir el daño que históricamente nos han hecho, recordemos que incluso ya Clinton pidió perdón por ello cuando era Presidente.
Es hora de construir una convergencia nacional con el apoyo de los Estados Unidos que la coyuntura afortunadamente permite, pero no sólo para enfrentar a las mafias político criminales y al narcotráfico. También hay que poner en primer plano el desarrollo económico inclusivo, la lucha contra la desigualdad y la exclusión, la prioridad que deben tener los pobres en las políticas públicas, la necesidad de fortalecer institucional y fiscalmente al Estado. Si las élites empresariales y sus corifeos no entienden así esta oportunidad, seguirán siendo como históricamente han sido, voraces depredadoras.