Sandra Xinico Batz
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¿Es posible hablar de desarrollo cuando la riqueza está concentrada en pocas manos? ¿Cómo se alcanza el desarrollo cuando esas mismas manos que concentran la riqueza también concentran la tierra, los medios de producción y controlan el Estado? ¿Puede haber desarrollo en medio de la impunidad, la desigualdad y la injusticia? ¿Estamos hablando de lo mismo cuando apelamos al desarrollo? ¿Puede haber desarrollo sin erradicar problemas estructurales como el racismo?
El desarrollo debería implicar un mejoramiento de la vida en todos los ámbitos, un proceso sostenible que no ponga al centro únicamente a las personas sino que esté en equilibrio con el entorno, con lo que nos rodea y provee. Devastar el medio ambiente, destruir la naturaleza no es desarrollo, o al menos no es el desarrollo que necesitamos; hay en Guatemala decenas de frentes de lucha abiertos para proteger los ríos, el territorio, de los estragos provocados en nombre de ese desarrollo, que beneficia a los grandes empresarios al mismo tiempo que empobrece comunidades. El saqueo es el modelo de desarrollo al que invocan las grandes empresas con benevolencia del Estado.
La Fundación para el Desarrollo en Guatemala (Fundesa) indica que Guatemala ha retrocedido por seis años consecutivos en el Índice de Desarrollo Sostenible, en 2020 su índice ha sido de 47. 71. El desarrollo al que se refiere Fundesa tiene que ver con ese modelo de saqueo, que lo extrae todo sin devolver nada, proceso que se acompaña de violencia y conflictos que es lo único que ese “desarrollo” deja a las comunidades. Fundesa representa o es parte de ese grupo de empresarios selectos, que son ricos y poderosos, cuya riqueza se formado de la explotación, la concentración y la injusticia.
Es innegable el empobrecimiento y la necesidad de que este país cambie, pero no podrán haber cambios sustantivos si no se remueve el fondo del problema, esto significa reconocer que este país durante estos quinientos años ha venido despojando y desplazando a miles de personas que son originarias de estos territorios y que los han habitado por miles de años. Sin acceso a la tierra es difícil solventar la desigualdad, porque la tierra permite el alimento, la vivienda, la estabilidad. No es casualidad sino robo el hecho de que las tierras más productivas estén en manos de los grandes terratenientes. Los finqueros absorben toda la fuerza de los trabajadores para luego desecharlos, las condiciones esclavas se sigue imponiendo a los pueblos, en plena “democracia”, los finqueros llaman al Ejército y estos están a su servicio para desalojar violentamente a las comunidades cuyas tierras les pertenecen pero les fueron despojadas. Tienen el poder de desviar ríos, de adueñarse del agua, de dictar leyes, de encarcelar a quienes se oponen a su modelo de desarrollo.
Es modelo un modelo de desarrollo racista e injusto, que impone la idea de que la pobreza se combate con voluntad y el hambre se detiene con “centavitos”, omite completamente que esas mayorías empobrecidas y con hambre pertenecen a culturas que han querido exterminar.