Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Los Estados Unidos de América, según el Wall Street Journal, pueden enfrentar la peor crisis de los últimos 20 años en la Frontera Sur derivado de las miles de personas que están huyendo de sus países (México, Guatemala, El Salvador y Honduras) en busca de oportunidades en el norte.
El presidente Joe Biden envió una comisión a México, cuya parte (dos de ellos) venía luego a Guatemala, porque la situación se está convirtiendo en una grave amenaza a su presidencia y el descontrol que ha existido en la frontera sigue igual y los costos políticos son altos porque Biden ha expresado la necesidad que al migrante se le dé un trato humano. Ahora ha nombrado a Kamala Harris como la encargada del tema, lo mismo que a él le tocó bajo el mando de Barack Obama.
La gente de nuestro país migra en busca de las oportunidades que no somos capaces de generar aquí. En muchos casos, y no es que nadie intente generarlas sino es por un sistema que está hecho y funciona mejor para aquellos que les gusta jugar rompiendo las reglas.
Son esas personas las que se han dedicado a sostener el sistema y para el efecto han contado con poderosos aliados que, impulsados por sus actos y los mismos miedos, han cerrado filas (con o sin querer) con aquellos que están dispuestos a que nada cambie.
Y el primer agente que debería estar promoviendo el diálogo de mínimos en el país, con el afán de buscar soluciones para las causas estructurales del país, es el mismo Presidente de la República, pero resulta que derivado de la tranquilidad que le da tener a la Fiscal General de amiga, Alejandro Giammattei se ha convertido en el principal operador del sistema y el principal facilitador de negocios de aquellos que ordeñan al Estado.
Lejos de buscar cómo cambiar nuestro sistema de compras y adjudicaciones para que podamos invertir y desarrollar proyectos que ayuden a generar miles de plazas de trabajo (muchos de nuestros migrantes se dedican a construir infraestructura, por ejemplo), Giammattei ha usado ese sistema para asegurar votos en el Congreso y negocios para sus allegados. Para ellos todo y para la desnutrición, “centavos”.
No hay quien, desde las instituciones del Estado, ejerza el rol de unificador y facilitador porque todos están muy cómodos usando el sistema y no viendo cómo lo arreglan. La complicidad de doña Consuelo, que roza en la obstrucción a la justicia, provoca que ni los diputados ni los magistrados del Organismo Judicial de este país, estén pensando en cómo pueden hacer mejor su chance para enfrentar las causas estructurales de migración.
Porras por sí sola no tiene las respuestas para detener la migración, eso está claro, pero sí tiene las herramientas para aplicarlas y obligar a las autoridades a hacer su trabajo, a rendir cuentas, a que no anden viendo cómo se sirven y/o cómo se roban lo que no es de ellos.
Tener una Fiscal General comprometida de verdad, nos haría más fácil el trabajo a aquellos que estamos en una franca cruzada para que logremos alcanzar los mínimos, aquellos que entendemos que la comunidad internacional es mucho más efectiva cuando tiene un grupo de ciudadanos sobre los que puede construir y articular por el bien de todos, en especial de los que menos tienen.
Consuelo Porras tiene al menos 19 investigaciones, relacionadas al mero poder, paradas, engavetadas y dormidas porque ella sabe que tocan fibras de un sistema que tiene como principal producto de exportación a la gente que migra.
Ella dice ser una mujer de Dios y sabe que al Todopoderoso no se le engaña. Como tal debe saber que lo que le toca a nuestros migrantes que emprenden ese camino tan lleno de sangre, sudor y lágrimas es una cruz que hasta el más fuerte de los espíritus debe hacer esfuerzos sobrenaturales para no romperse.
Doña Consuelo, lejos de “invitarnos a confiar en la labor que desarrolla el Ministerio Público”, como puso quien le opera las redes en el Twitter de La Hora, yo la invito a que deje de manosear la justicia, que se pase del lado correcto, que rompa sus mafias con los Presidentes, con los diputados mafiosos, con los magistrados del OJ y que con actos demuestre que para usted, “ya no habrá más divorcio entre fe y vida”, como bien dijo el Papa Juan Pablo II.