Es cierto que en todo el mundo hay un clamor por la vacuna, no obstante que existe un pequeño porcentaje de personas que dicen que no se vacunarán, sea por motivos políticos, religiosos o por puro capricho. En este caso no es únicamente el dinero el que manda sino la agilidad y competencia de las autoridades para ubicarse en ese muy congestionado mercado pero el hecho de que estemos en los últimos lugares de la región en cuanto a adquisición de las dosis para inmunizar a la primerísima fase y que no se llegue a cubrir a todo el personal médico porque el registro en el Ministerio de quienes no son empleados públicos es un desastre, son factores que nos indican que no existe en verdad ni idea de cómo adquirirlas y de cómo administrarlas una vez disponibles.
La vacunación o, mejor dicho, el fracaso en la vacunación puede ser de graves consecuencias no sólo sanitarias sino también políticas porque obviamente la población entrará en una etapa de preocupación y hasta de angustia al ver cómo fracasan en el empeño y se quieren aferrar a encubrir su incapacidad en los llamados acuerdos de confidencialidad que no tienen nada que ver con la eficacia o ineficacia de las autoridades para gestionar la compra de la vacuna.
El pueblo se ha mantenido silencioso y aguantador, como ha sido históricamente su actitud, pero se nota en el ambiente que empieza a generarse una actitud que pasa de la preocupación al repudio por la forma en que actúan las autoridades en cuanto a lo que es, científicamente probado, la única salida real frente a la pandemia que nos sigue afectando y que, con todo y la miseria de pruebas que se realizan en el país (casi todas en el sector privado y pagadas por los ciudadanos), está subiendo el número de casos y aumentará más luego del relajamiento de la Semana Santa.
Y esos murmullos de constante crítica a la ineptitud del gobierno para actuar tienen siempre el recuerdo de que el Presidente dijo en una ocasión que no había firmado el decreto de las vacunas por andar ocupado volando “de arriba para abajo” por todo el interior del país, dejando por un lado su obligación de poner en la vacunación todo el empeño y dedicación que hace falta para operar en un mercado tan competitivo.
Si a ello agregamos que mucha gente teme que le den gato por liebre con la vacuna, entenderemos que el tema se vuelve crucial para cambiar las reacciones populares.