Grecia Aguilera
La Editorial Universitaria de la Universidad de San Carlos de Guatemala ha publicado una importante serie de libros en honor al célebre escritor César Brañas. Mencionaré por ejemplo: “Antología de novelas”, volumen I, II y III; “Casa en Antigua”; “Como un Arco Roto”; “Lámparas Fervorosas” y “Las Pupilas de Ópalo”, novela que César Brañas terminó de escribir el 2 de enero de 1922 en la Finca “Los Diamantes”, Sacatepéquez. Este libro luce en su portada una elegante fotografía del autor a la edad de 23 años, y en la contraportada se observa una reproducción difuminada de la última hoja del manuscrito original de esta novela inédita, que Editorial Universitaria publicó en el año 2010. Dichos libros pueden ser adquiridos en Librería Universitaria y en el MUSAC. César Antonio Brañas Guerra, poeta, crítico literario, narrador y periodista, nació en la Ciudad de Antigua Guatemala el 13 de diciembre de 1899 y murió el 22 de febrero de 1976. César Brañas y mi señor padre don León Aguilera trabajaron juntos en el Diario El Imparcial y fueron amigos entrañables. Las dedicatorias en los libros que César Brañas obsequió a mis padres, hablan por sí solas de tan hermosa amistad. En su obra “José Rodríguez Cerna o El Esplendor de la Crónica Literaria” apuntó: “A León Aguilera con el admirativo cariño de su amigo/ Brañas/ 1956.” En “El Carro de Fuego” escribió: “A León Aguilera y María del Mar: amigos a quienes tanto agradecimiento debe/ Brañas/ 1960.” En su poemario “Palabras Iluminadas” asienta: “A María del Mar y León Aguilera con todo cariño, con todo rubor./ Brañas/ 1961.” Luego de que el domingo 22 de febrero de 1976 acaeciera el fallecimiento de César Brañas, don León Aguilera escribió al siguiente día, en su columna “Urnas del Tiempo” en el Diario El Imparcial, una conmovedora pieza literaria que inicia con la frase: “El césar de las letras ha muerto”. Luego prosigue: “Este es un terremoto para el espíritu, catástrofe para la cultura, derrumbe en el periodismo. Eclipse en la cultura al yacer uno de los hijos más grandes en el prestigio nacional y un golpe de filo en el corazón del El Imparcial… Con dolor escribimos, con dolor punzante por el más poeta de los poetas, por el escritor más pulcro, por el periodista más dinámico, por quien manejó la palabra con alma, vida y luz. No acertamos a encontrar las frases justas para quien odió el elogio de baratillo, la oración fúnebre de protocolo, el ripio sobre todo. Es un Poeta. Pues no le pongamos epíteto, sólo la mayúscula. Podríamos decir el grande en la lírica actual del habla. Eso le parecería mucho, quien quería demasiado poco, sintiendo el valor del que se sabía una cima. Modestia de los volcanes en la tarde cuando se iluminan ante el valle. Cómo quisieran amenguarse ante las colinas. Pero su grandeza le impelía a recibir con estímulo y con entusiasmo la creación de los demás. Era generoso en el abrigar polluelos, epígonos dentro de la sombra augusta de los consagrados… Él no buscó los honores, pero estos le buscaron a él… ¿Cómo escribir sobre el más humano de los hombres, sobre el más desprendido de los amigos, sobre el más caballero de los varones? ¿Quién podría definir ese numen que lo llevó a la inspiración genial de su elegía ‘Viento Negro’, ejemplo de monumento póstumo del amor filial? Es caudaloso su legado en prosa y verso. Solía compilar ediciones personales, no para fin comercial, no para propaganda de recibir un libro, sino para instalar ejemplares en mentes afines, en capacidad de recibir su mensaje de infinita amorosa desolación. Melancólicamente alado, rítmico para la interioridad emocional… Y quien rehuyera en vida la fama con reluctancia, recibió la gloria que abre la muerte, para quienes sólo desaparecen para reaparecer coronados del laurel de la consagración del tiempo.”