Mario Alberto Carrera
“En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos”, reza ¿en vano?, el Artículo 4° de nuestra vetusta y reformable Constitución -en muchos de sus apartados- pero no en este segmento enjundioso imitado de viejas Cartas dos veces centenarias. Porque el tema de la égalité se filtra del lema mismo de la Revolución Francesa, de manera expedita, aunque los antiguos griegos podrían alegar que su democracia ya la contemplaba, la aplaudía y la sostenía, lo cual es muy discutible.
La Constitución guatemalteca –en general- fue redactada para “su” espacio -para la gente elitista que nos pudre- y ya se sabía, además a la hora de su redacción, que -como siempre en el antiguo Reyno- las leyes están hechas para punir al miserable y para que se las salten y brinquen como pulgas las familias de posibles y de “prez” (de “prez” por sus bolsillos). Como se saltan el Artículo 4°
Los medios y las redes se han ocupado de runrunes, fake news y asimismo de serias informaciones (de todo ha habido al respecto) en torno a la distribución y aplicación (aberrada o no) de la famosa vacuna contra el corona virus 19, sus distintas marcas y su sui géneris entrada al país de la eterna corrupción, donde grupos aparentemente educados e instruidos han tratado y han logrado aplicarse la vacuna de manera preferencial: como cuando se compran unas bulas para librase del infierno o unas entradas “platino” para verle de cerca la arrugas maquilladas a un cantante de su municipal preferencia.
Es secreto a voces que se envió un lote de la vacuna al oscuro Hospital Militar, donde se hacen los mejores milagros para evitarle la cárcel a los delincuentes más descarados del país como el comandante Tito Arias. Y fue a parar a los deltoides de muchas señoras de oficiales y sus graciosos hijos, diputados y no dudo que a los cuerpos gloriosos de algunos de los más delicados y sensibles miembros de nuestra alta sociedad aycinenal.
La vacuna –sea que dé bola o no, falta por verse- debe ser objeto de una democrática distribución dándole preferencia a los más viejos como ha ocurridos en todas partes del mundo. Y a los sanitarios de primea línea. Y a propósito: también se ha rumoreado que sanitarios de los hospitales privados de pro, se la han administrado por la libre, sin respetar la normativa de que la vacuna debe ser aplicada exclusivamente en centros del Estado para los sanitarios, también.
Por fortuna, internacionalmente estos y otros muchos casos en los que la gente quiere saltarse las trancas ¡y se las ha saltado! se ha renormado y corregido bien. La vacuna solo puede negociarse gubernamentalmente y ningún privado por más apelación que se haga al libre mercado y al mercado liberal o neoliberal, puede comerciar la vacuna para venderla a diestra y siniestra a los poderosos. Aquí, o todos hijos o todos entenados y punto en boca. ¡No hay privilegios!
Pero lo que más me ha indignado es haber leído el jueves 18.3.21, por la mañana, a dos columnistas. Uno de Prensa Libre y otro del periódico elPeriódico, tratando de sostener lo insostenible. En especial el segundo, el de elPeriódico. Vendiéndonos la idea de que como el gobierna todo lo gestiona con las patas (lo cual es en parte cierto) sería preferible que se salvaran unos cuantos que pueden comprarla ¡ya, ya! en el mercado libre y “no esperar a que todos nos muramos por culpa del Ejecutivo”.
Dichos columnistas (sobre todo el de elPeriódico, insisto) respiran pudrición de aristocracia. Por algo hace biografías de “arzuaycinenistas”.
Seamos demócratas y si se puede hasta un poco o bastante socialistas en todos los actos de nuestra vida. De otra manera más nos valdría no haber nacido: nacido sólo para ser parásitos sociales y/o culo pronto de la aristocracia nacional.
“Venceréis (a veces) pero no convenceréis nunca”. ¡Viva la inteligencia!