Alfonso Mata
El ser humano por naturaleza es migrante: no se sabe a dónde va a principiar, qué va a ser como ser humano y entre menos sabe de esas cosas menos sabe a dónde terminar. Un problema grave que tenemos los guatemaltecos es que solemos pasar a la acción, sin la adecuada reflexión y algo peor, rendimos cuenta y culto a eso cómo “es valiente, audaz o chispudo” cuando lo que está pasando es que nos comportamos en nuestra actividad diaria y sus necesidades como reactivos, sin fases preparatorias de razonamientos para cumplir objetivos dejándonos llevar por nuestras pasiones, y eso en lo político y en el diario vivir se ha convertido en algo normal en la vida nacional.
Si leemos los periódicos de la semana y analizamos el accionar del gobierno y de muchas instituciones, veremos que en su mayoría son reactivas y eso obedece a una educación reactiva inculcada desde la niñez. Reflexión, práctica reflexiva, enseñanza reflexiva, no pasa de ser un discurso en los centros de enseñanza. En el sentido más amplio, la práctica reflexiva es un autoexamen que implica repasar experiencias y conocimientos para mejorar y fomentar algo y éste es un acto humano imaginativo y creativo y no lineal. En el acto político reflexivo, las personas e instituciones deberían capturar sus experiencias, las de sus miembros, pensarlas y revolver o reevaluar en función de objetivos existentes. La práctica reflexiva se adquiere y debe adquirirse desde temprana edad; con razón dijo T.S. Eliot “todos tuvimos la experiencia pero perdimos el significado”. En la educación media y superior, no hay recaptura de experiencia, ni de conocimiento y cuando se da, es dentro de una práctica dispar que difumina su significado. Pueden los sistemas educativos afirmar hacerla, pero la vida nacional nos muestra lo contrario. La cotidianidad política y diario vivir, dan muy pocas pruebas de su aplicación y resultados productivos.
En consecuencia, somos una nación carente de una masa crítica de ciudadanos con mente abierta, responsable y sincera, principales atributos de una mente reflexiva. Basta con ver cómo y qué elegimos como dirigentes. Un ciudadano, un profesional, un político, debe ser analizado por su capacidad reflexiva, es decir en tres aspectos: tiene habilidades y conocimientos técnicos para solucionar en el ambiente nacional, lo que obliga a analizar los efectos de lo que sugiere en su plan nacional e institucional. El segundo aspecto conlleva a la reflexión de los supuestos para ejecución del plan en el nivel nacional y de su efecto nacional: cómo puede hablar de Justicia, ante un poder judicial corrompido, esto implica evaluar las acciones y creencias al respecto dentro de su plan. El tercer aspecto en la reflexión se refiere a cuestionar la moral y la ética que conlleva la implementación del plan que proclama a la par del accionar del sujeto en su vida. Sólo solventando esos aspectos de una o un candidato, se pueden hacer las conexiones entre las situaciones que se viven, las fuerzas que favorecen o impiden un acto y lo que pretende alguien hacer. Debemos ser reflexivos de lo contrario, seguiremos eligiendo autoridades de forma reactiva: al menos peor, al menos feo, al menos político. No necesitamos políticos de poca madre como dicen los mexicanos, ni profetas con decir que mueve a risa.