Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Plaza Pública ha publicado un estudio de la realidad nacional realizado por Alejandra Colom y varias personalidades han contribuido haciendo comentarios en verdad importantes que llaman a profundas reflexiones respecto a lo que estamos viviendo y lo que podemos esperar del futuro, dependiendo de las acciones que como sociedad podamos tomar en medio de las complejas circunstancias que nos rodean. Es un ilustrador esfuerzo que puede ayudar a lo que más importa en el país, que es la búsqueda de acuerdos entre distintos sectores para establecer una hoja de ruta que nos ayude no sólo a erradicar la polarización, sino a trabajar juntos por objetivos comunes entre los que prevalece el bien común y la preocupación por enormes rezagos que tiene el país en materia social.

Siempre he considerado que uno de los norteamericanos que más entiende a la región y específicamente a Guatemala es el exembajador Stephen McFarland, no sólo por el tiempo que ha convivido con nosotros, sino debido a su especial interés por profundizar en el conocimiento de lo que realmente es Guatemala, lo cual implica adentrarse en su historia, pero sobre todo conocer a su gente y, entre ellos, a los principales actores, los que influyen en la toma de decisiones y son factor de poder, para bien o para mal.

Y él es uno de los que analiza el trabajo de Alejandra Colom y desde una perspectiva importantísima explica cómo ven a esos sectores en Estados Unidos y cuáles son aquellos aspectos en los que coinciden republicanos y demócratas, así como los diferentes tanques de pensamiento que analizan y opinan sobre la realidad guatemalteca que, obviamente, es tema de gran preocupación en Washington.

Su exposición es no sólo interesante sino sumamente valiosa para quitar algunas vendas que algunos se ponen en los ojos para no ver lo que no desean ver. En el recorrido de su análisis se ve que hay reconocimiento a aportes importantes que ha hecho el sector privado organizado, sin dejar de señalar que a partir de las sindicaciones de corrupción hubo un cambio que no pasó desapercibido en Estados Unidos. Creo que vale la pena leer completa su opinión porque se trata de un diplomático con amplísima experiencia que tiene profundo conocimiento de nuestra realidad y la entereza de abordarla sin tapujos.

En su aporte a Plaza Pública señala que: “En este momento, al decidir el futuro de la justicia, la élite empresarial y todo el país enfrenta una encrucijada. Las tres opciones son: 1.- Negar el problema. 2.- El gatopardismo. O sea, decir que sí se quiere el cambio para que no cambie nada a través de declaraciones y buenas intenciones. 3.- Actuar realmente, con decisión e inmediatez, para defender la transparencia, la justicia y la democracia. Washington estará atento. Les toca decidir”.

Pero especialmente me llamó la atención una frase en la que encuentro la síntesis de sus preocupaciones y acertadas observaciones. En ese artículo, cuya lectura me permito recomendar, McFarland usa una frase que lo explica todo. Hablando de la visión que en Estados Unidos se tiene de la situación de Guatemala y el avance del narcotráfico, tomando en cuenta experiencias como la colombiana, dice que allá “están claros de que es imposible combatir al narcotráfico sin controlar la corrupción”.

Más claro no canta ningún gallo.

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