Cuando al fin venga a Guatemala la vacuna contra el Covid-19 y si es que las autoridades atinan a ejecutar algún plan efectivo, no como el que presentaron para engañar a la gente, tema esencial será que la población objetivo de la campaña tenga suficiente confianza. Es problemático y patético escuchar cada día más a personas que dicen que tienen miedo que en vez de vacuna les inyecten agua, desconfianza que no sólo puede echar por tierra la aspiración de alcanzar inmunidad de rebaño, sino que además no se puede considerar infundada.
El escándalo con la compra de pruebas falsas, denunciada por las mismas autoridades de Salud al cada vez más vigilante e inútil Ministerio Público, es el fundamento para ese tipo de preocupación ciudadana. Según la agencia AP el mismo doctor Edwin Asturias, quien dejó la dirección de Coprecovid, dijo en Twitter lo siguiente: “Venderle (al ministerio de Salud) pruebas #COVID19 falsas en medio de la peor pandemia que ha enfrentado #Guatemala lo dice todo de los negociantes de la Salud”. Y por supuesto que todos aquí sabemos que ese no es un caso aislado sino producto de lo que Jimmy Morales cínicamente llamó la cultura de la corrupción que campea por todos lados aprovechando las deficiencias de un Estado que dejó de cumplir sus fines hace mucho tiempo.
Existe toda una teoría de conspiración contra las vacunas y hay quienes inventan cualquier cosa, llegando a afirmar que todo el tema del Covid-19 fue un invento de gente como Bill Gates para hacer que millones se vacunen y les inyecten un “chip” miniatura para tener controlada a la población del mundo. A ellos se suman los que, sin saber que Trump se vacunó en secreto, muestran su lealtad a las ideas de ese polémico personaje negándose a recibir la vacuna, mientras que otros difunden engaños cuestionando su eficacia porque “esa forma de inmunización fue autorizada muy rápidamente”.
Pero si a esas campañas políticamente motivadas, sumamos la duda natural que puede haber en un país donde, efectivamente, nadie puede garantizar la correcta aplicación de vacunas (cuando al fin lleguen a estar disponibles) porque aquí hasta con la pandemia hay gente que hace dinero maliciosamente, entenderemos lo que significa vivir bajo el dominio de los pícaros que nosotros, como población, hemos terminado aceptando como inevitable.
No digamos quienes dudan de que se haya mantenido la cadena de frío o la capacidad del Estado para garantizar que hasta el más recóndito lugar llegue vacuna en buen estado. Preocupaciones que, sepa Dios cómo, el gobierno debiera disipar.