Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

post author

Por Jorge Santos

La evolución de la humanidad es producto de la contradicción. Entre lo viejo y lo nuevo, entre lo conservador y lo revoluacionario, incluso entre lo sagrado y lo pagano. No hay esfera de la humanidad, en la que fluya la libertad y no fluya el derecho a disentir del otro. Disentir es un ejercicio esencial para la vida. Sin disentimiento no hay cuestionamiento y sin éste es imposible avanzar.

Voy a poner mi propia experiencia. Siendo joven en el marco de mi formación universitaria en el que el pensamiento crítico era un referente esencial, muchas veces me encontré en espacios en los que el disentimiento fue visto como una amenaza y no como un aporte. En esos espacios encontré que lo que prevalecía era el dogma y la imposición de decisiones unilateriales que debían aceptarse… porqué así lo decían ellos. He de aclarar que no siempre fue una contradicción por edad, ni por género, ni siquiera por posiciones ideológicas. La censura al disentimiento puede provenir de cualquier sector, de cualquier edad, de cualquier género, de cualquier religión, de cualqueir posición política, de cualquier etnicidad, de cualquier nación y en todos los casos es igualmente peligrosa.

En Guatemala hoy se diluye la posibilidad de avanzar en la institucionalidad de la democracia, como sistema político que, aunque de forma incipiente y a veces únicamente en discurso, reconoció permitió y valoró el disentimiento. Este fenómeno está cobrando mayor fuerza en todos los ámbitos de la vida y la sociabilidad. Puede ser que nuestras madres, vivan una vez más solo que ahora como abuelas, la represión a la libertad de expresión. Ellas saben y nos han intentado explicar a partir de su testimonio cómo históricamente el poder ha censurado el disenso y ven con admiración las denuncias que hoy se publica en prensa, en redes sociales, en pancartas en la calle.

Este logro, el de la libertad de pensamiento, es producto de la lucha que ellas junto a su generación lograron desafiando a dictadores, genocidios, fascismos y censuras autoritarias. Como herederos de este derecho tenemos una responsabilidad multidimensional. La primera es el ejercicio de la libertad de expresión propia fundamentada en el respeto, la ciencia, la verdad. La segunda tiene que ver con el respeto a la libertad de expresión de otros. La tercera tiene que ver con asumir el disenso como un cuestionamiento que podría conllevar una evolución. Finalmente la útlima es la responsabilidad de defender el derecho al disenso frente a las amenazas y riesgos que hoy enfrenta.

Una democracia en la que los tres poderes están coopatados por la alianza criminal, pero que además están articulados entre sí para dar paso a la corrupción, a la defensa de los privilegios, no es democracia. Guatemala, que digo Guatemala –nosotros– somos hoy una sociedad que merece desde el gobierno y en lo privado el espacio justo y necesario para el disenso sano que permite la evolución del país y sobretodo el respeto a nuestra humanidad.

Artículo anteriorMarzo y abril 1962. Juventud en resistencia
Artículo siguientePoder y dinero en el MSPAS