Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

A Emil Bustamante, agrónomo y revolucionario, desaparecido hace 39 años por sembrar esperanza y rebeldía.

Es inadmisible que, en pleno Siglo XXI, las niñas y las mujeres sean agredidas, acosadas sexualmente, golpeadas, violadas, torturadas o muertas. Como seres humanos, las mujeres tienen derecho a empoderarse para ser libres, para desarrollarse plenamente y para vivir sin miedo.
Un Estado que no garantiza la seguridad y la vida de su ciudadanía no sirve para nada, y hay que refundarlo, para poder ejercer el principal derecho del ser humano, el derecho a la felicidad, como sostenía nuestro prócer, Pedro Molina hace 200 años.
Según estadísticas del Modelo de Atención Integral de Niñez y Adolescencia del Ministerio Público, del 18 de julio del 2019 al 12 de febrero de 2021 se han registrado 4 mil 494 casos; de ellos, se ha concluido el 49%; el 16% ha sido cursado al Organismo Judicial, y el 35% están activos. O sea que, en 18 meses, se han registrado un promedio de 8 casos diarios de agresiones diversas a niños, niñas y adolescentes.

En relación con agresiones a mujeres, la Fiscalía de la Mujer recibió 43 mil 482 denuncias en todo el país, por distintos delitos, de enero de 2020 a la fecha. Si se promedia, equivaldría a 12 denuncias diarias. Expertos en la materia señalan que solamente se denuncia un 10% de las agresiones por miedo, pues un alto porcentaje proviene de la pareja o de familiares, cuya cercanía no puede evitar la víctima. Así que es plausible estimar que se cometen unas cinco agresiones por hora; una cada 12 minutos.
Esta cauda de violencia, sumada a los recientes crímenes contra mujeres y niñas ha causado la indignación de muchos sectores sociales que repudian esta escalada de violencia. Por su parte, las autoridades afirman que “están vigilantes” y trabajan en la investigación y reportan capturas de supuestos responsables.
Ante esta inaceptable barbarie, un grupo de mujeres lanzó en redes sociales la campaña #TengoMiedo en la que denuncian, por medio de testimonios, su temor por la inseguridad y por la violencia en contra del género femenino. Según la cuenta de Twitter @TengomiedoG, “la campaña pretende despertar a la sociedad para que se generen espacios para erradicar la violencia en contra de las mujeres y las niñas en Guatemala”.

Este torrente de sufrimiento y sangre requiere una urgente acción del conjunto del Estado y de la sociedad; no basta con presentar a unos cuantos detenidos para resolver el fondo de la cuestión, ni convocar a conferencias de prensa para justificar los sueldos que devenga la burocracia judicial.
El país requiere de la formulación concertada de una política de Estado contra el crimen, en la cual el femicidio y la violencia contra niñas y mujeres ocupen un lugar preponderante. En su implementación se deberá combinar acciones de investigación y persecución criminal, con programas preventivos de largo plazo, mediante políticas educativas que procuren revertir la incultura machista, desde el primer grado de primaria.

Esa política de Estado contra el crimen deberá formularse en consulta con organizaciones de mujeres, y contar con presupuesto y programas de protección y atención física, médica y psicológica a las víctimas, que actualmente son derivadas a las ONG.

Las abuelas violentadas y esclavizadas de Zepur Zarco, mediante su litigio estratégico, nos demostraron que la mujer víctima puede convertirse en sobreviviente, y luego en querellante, para exigir verdad, justicia y reparación digna y transformadora.
Parafraseando al inolvidable Eduardo Galeano: “Es el tiempo del miedo. / Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo”.

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