Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Derivado de varias conversaciones recientes, he podido volver a confirmar que muchas de las cosas que ocurren y que están llevado a tantos a querer incidir en la elección de cortes y concretamente en la elección de magistrados para la Corte de Constitucionalidad (CC) con una particular intención, son los casos que algunos tienen pendientes ante la justicia.

Derivado del manoseo histórico a la justicia desde varios ámbitos sociales, hay quienes han planteado que la única forma de “salvarse” es si se logra incidir de manera directa en los jueces y magistrados, lo que resume de alguna manera el hecho de que haya tanto interés de algunos (en especial aquellos con causas abiertas) en incidir en las designaciones.

Es tal la desesperación de algunos que, lejos de apoyar a una persona como el doctor Eduardo Mayora, por ejemplo, se volcaron en favor de Mynor Moto porque estimaban que con su llegada a principios de enero se le podía dar respuesta a recursos pendientes y con eso cerrar un capítulo tumultuoso en sus vidas.

Sé lo que significa para las personas y las familias enteras tener que enfrentar las consecuencias de la aplicación de justicia, pero también he visto los efectos positivos que ha tenido en las personas el encarar las dificultades y poder seguir adelante con su camino, sabiendo que la cita con la justicia se atendió como se debía.

El país se partió no por el tema ideológico (esa fue la excusa) si no porque hubo quienes no estuvieron dispuestos a aceptar que la nuestra ha sido una sociedad en la que todos hemos aprovechado nuestro maltrecho sistema. Cierto que hay grados de grados, pero desde irrespetar un semáforo, meterse en doble fila o no respetar una cola, estamos contribuyendo a debilitar un sistema en el que hacer las cosas bien “no resulta en rentable”.

Y entonces si ahora la elección de la CC se plantea como la “madre de las batallas” para solventar algunos casos, mejor sería hablar de justicia transicional, de partir de reconocer que hay cosas que no se hicieron bien y sentar las bases de reparación y no repetición con el afán de no manosear una corte porque en teoría se “entiende” que sin Estado de Derecho no hay economía que crezca, negocio que avance y empresa (local o extranjera) que se anime a invertir.

Siempre habrá quienes dirán que no es justo y que por los crímenes hay que pagar, pero hay que recordar que cualquier proceso de justicia transicional en el mundo no ha partido de impunidad, es decir, debe haber una aceptación-reparación y no repetición- y eso nos debe permitir sentar las bases para construir una Guatemala que no parta de deseos de impunidad.

Hacer eso debería sentar las bases para que las redes del crimen organizado no sigan avanzando a sus anchas (con apoyos solapados), para que la corte no sea el reducto en el cual se terminarán de pasear en nuestra frágil democracia (reelección y financiamiento con malas intenciones) y que no termine siendo la joya de la corona de aquellos que no desean ir a Estados Unidos pie con jeta.

Transicionar debe ser con el compromiso que se le debe entrar al sistema de compras y adjudicaciones del país, del sistema electoral, del sistema de justicia, de las licencias en torno a recursos naturales, del servicio civil, etc. Toda la podredumbre que ha provocado la falta de oportunidades, la migración forzada y la falta de apetito para muchos negocios.

Los casos de la justicia son el elefante en el cuarto y como me dijo una persona que respeto, el elefante se come pedazo por pedazo pero entonces arranquemos porque el país se nos escurre entre las manos.

No es esto lo que deseamos legarle a nuestros hijos y no hay mañana antes que el país explote en mil pedazos por mil y una razones.

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