Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

El domingo 23 de enero a las 18.30 horas Andrés Manuel López Obrador anunció en su cuenta de Twitter que estaba contagiado de Covid-19. Como un reguero de pólvora la noticia se esparció por redes originando reacciones antagónicas. Una de ellas, proveniente de las derecha neoliberal fue expresar dudas sobre la veracidad del contagio expresado con el hashtag #Nolecreo. Los ultraderechistas se apresuraron a expresar deseos fervientes por que Andrés Manuel se muriera. Recordé las pintas que surgieron cuando se supo que Evita Perón estaba enferma de cáncer: “¡Viva el cáncer!”. Por el momento los anuncios oficiales dicen que los síntomas son leves y que el presidente sigue atendiendo en el confinamiento los asuntos de Estado, entre ellos una entrevista con el presidente ruso Vladimir Putin en la cual se trató el tema del suministro a México de 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik V.

La noticia tiene en vilo a México. No es para menos. Habiendo concitado López Obrador, 30 millones de votos, teniendo Morena probablemente unos tres millones de afiliados en su incierto padrón de afiliados, el hecho cierto es que la Cuarta Transformación es un movimiento que depende esencialmente de un líder carismático. El presidente está convencido de que no es bueno que un movimiento político dependa de una personalidad y está profundamente convencido de que la reelección no es una opción para México. La revolución iniciada en 1910 y que costó un millón de vidas, se hizo bajo el lema de “Sufragio efectivo, no reelección”. Andrés Manuel lo sabe y por ello le ha puesto fecha de caducidad a su liderazgo, lo que sucederá en octubre de 2024 cuando deje la presidencia de México. Morena como partido-movimiento ha tenido en la personalidad del presidente su gran fortaleza. Pese a sus grandes deficiencias, Morena está muy bien posicionada para las elecciones de medio año en las cuales se elegirán 15 gubernaturas, diputados federales y senadores, legislaturas locales y miles de presidencias municipales. La causa de ello es la fuerza arrolladora del presidente que pese a la pandemia, mantiene índices notables de popularidad.

Pero la gran fortaleza de Morena y la 4T es su gran debilidad. Como sucedió en diciembre de 2013 cuando López Obrador sufrió un infarto y tuvo que ser hospitalizado, militantes y simpatizantes de Morena y del gobierno se encuentran en este momento en zozobra. Todavía no hay la institucionalidad suficiente como para sustituir al líder, liderazgos alternos están todavía en proceso. López Obrador sigue siendo la gran fuerza aglutinadora de un partido-movimiento lleno de heterogeneidades, ambiciones de grupo y apetitos personales. El pueblo de México está apostándole a Morena, no por Morena sino por Andrés Manuel. Su autoridad moral tiene un peso político que resulta insustituible. Cuando acontecen estos hechos confirmamos que siendo muy fuerte el apoyo a la transformación de México, ésta no tiene una referencia robusta más allá de la personalidad del presidente mexicano. Por ello los próximos días serán en México de tensa cotidianidad. La mayoría de México está diciendo #FuerzaPresidente.

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